Un nuevo diagnóstico esperanzador para la bebé Eunice

En julio, la pequeña Eunice fue diagnosticada con desnutrición aguda. Tres meses después fuimos a su casa para ver cómo estaban ella y su familia.

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Paola y su hija Eunice viven en el departamento de San Marcos, donde, según las autoridades, el 30% de la poblacion está en fase de crisis y emergencia de inseguridad alimentaria aguda. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Conocí a Paola y a su hija más pequeña, Eunice, durante el evento de lanzamiento del proyecto de las brigadas de salud y nutrición*, que están formadas por jóvenes profesionales y voluntarios que van casa por casa para detectar y tratar los casos de desnutrición aguda en zonas con altos índices de inseguridad alimentaria. Según las autoridades, el 30% de la población del departamento de San Marcos, donde vive Paola con su familia, está en fase de crisis y emergencia de inseguridad alimentaria aguda.

Ese día Eunice, en ese entonces con ocho meses, fue diagnosticada con un cuadro de desnutrición aguda.

La noticia fue devastadora para Paola, pero el equipo de salud le proporcionó suplementos vitamínicos y otros medicamentos para la recuperación de Eunice, además de una guía de alimentación.

En las áreas rurales de Guatemala muchas personas viven en áreas con difícil acceso, lo que dificulta la comunicación y movilidad entre comunidades. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Luego de despedirnos, quise saber qué habría sido de Paola y Eunice. ¿Funcionaría el tratamiento? ¿Se recuperaría Eunice? ¿Cómo estarán pasando esta crisis por la pandemia? Así que averiguamos en dónde viven y fuimos hasta su casa.

Emanuel es el esposo de Paola, con quien tiene otras tres hijas aparte de Eunice. Foto: WFP/Carlos Alonzo

La COVID-19 agudiza la situación de pobreza

Paola vive con su esposo Emanuel, de 25 años, y otras tres hijas en el municipio de Tejutla, departamento de San Marcos, en una aldea que se encuentra en el punto más alto de este municipio. La joven pareja aún no tiene casa propia, por lo que viven con los padres de Emanuel: ocho personas en una casa de dos espacios comunes (cocina/comedor y dormitorio).

Esta familia se dedica a la agricultura. Cuando la conocí, Paola me comentó que vivían de lo que producían, pero que la sequía había afectado sus cosechas. El clima errático de los últimos años no les ha favorecido.

Con la llegada de la COVID-19, su situación de pobreza se agudizó. Emanuel perdió su trabajo, importante para poder comprar alimentos. A sus 20 años, Paola no pudo amamantar a su hija y la alimentaron con atoles y comidas un poco más sólidas, pero su cuerpo no resistió. Con el paso de los días, la situación empeoró.

Guatemala posee paisajes rurales contrastantes: tierras ricas para la producción agrícola y contextos que albergan pobreza y pobreza extrema. Foto: WFP/Alejandro Arriola

Luego que las brigadas de salud y nutrición la diagnosticaran con desnutrición aguda, Eunice recibió un tratamiento vitamínico para recuperarse y alimentación complementaria. Además, sus padres recibieron educación nutricional. “Ha estado subiendo de peso poco a poquito… y va creciendo”, comenta Paola.

Las brigadas de salud y nutrición no solo logran detectar casos de desnutrición, sino apoyan en un seguimiento inmediato para que la salud de las niñas y niños se reestablezca y salgan de la zona de riesgo.

Un nuevo diagnóstico

Después de meses, el panorama presenta mejora para la familia de Paola. La doctora Andrea Chavarría, pediatra del Centro de Atención Integral Materno Infantil (CAIMI) de Tejutla, evalúa la recuperación de Eunice. A pesar que tiene algunos síntomas de tos, ha recuperado totalmente su talla y peso. La doctora le deja medicinas y celebra el diagnóstico final: Eunice ya no tiene desnutrición.

“Me siento contento que ella ya va para arriba”, menciona Emanuel.

La doctora Andrea Chavarría es pediatra del CAIMI y la encargada del programa de nutrición de Tejutla en el departamento de San Marcos. Foto: WFP/Carlos Alonzo

Si bien el seguimiento continúa por parte del Ministerio de Salud, Paola y Emanuel siguen teniendo el desafío de sostener a sus cuatro hijas.

Ahora que Eunice se recuperó, la joven pareja puede empezar a estabilizar su economía y seguridad alimentaria. Actualmente, Emanuel realiza pequeñas tareas en terrenos vecinos. Para poder subsistir, obtiene US$4.5 por trabajo realizado. Después de meses sin ingresos, día a día encuentra oportunidades para trabajar por su familia. “Sigo con la misma ilusión de seguir luchando por ellas”, declara Emanuel.

La COVID-19 afectó directamente a las familias rurales de Guatemala, en especial su seguridad alimentaria. Foto: WFP/Carlos Alonzo

*Las brigadas de salud y nutrición son parte de una estrategia que la Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Guatemala (SESAN) realiza en coordinación con el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS). Nacieron como un proyecto piloto en el 2019 con el apoyo del UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).

En el 2020, el gobierno decide expandirlas a nivel nacional para operar en los departamentos con más altos índices de inseguridad alimentaria. WFP decide financiar 30 brigadas en los departamentos de San Marcos, Sololá, Retalhuleu y Chimaltenango, mientras que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el UNICEF financian brigadas en otros departamentos.

Conozca más sobre el trabajo del Programa Mundial de Alimentos frente a la COVID-19. Oprima aquí.

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L. Alejandro Arriola
Historias del Programa Mundial de Alimentos

Comunicador y guionista. A veces me disfrazo de poeta, algunas otras de creador audiovisual y de vez en cuando de activista...