Una segunda oportunidad para Marilú
Esta sobreviviente de violencia de género en Ecuador se demostró así misma que sus temores eran infundados.
Marilú (nombre ficticio) llegó a Ecuador hace más de 10 años junto con sus dos grandes pasiones: la cocina y el trabajo. Durante un largo tiempo, fue propietaria de un restaurante que servía almuerzos y cenas. Su especialidad era el seco de chivo, un guiso o estofado muy consumido en Ecuador que se acompaña de arroz, papas, plátano maduro frito y aguacate.
Sin embargo, a Marilú no le gustaba el seco de chivo, pero aprendió a cocinarlo y se convirtió — junto a otras recetas ecuatorianas — en una de las fuentes de sustento para ella y sus hijas.
Luego de varios años, Marilú atravesó por una situación de violencia con su pareja. Quedó a cargo de sus dos pequeñas de 4 y 9 años.
“Me desmoroné emocionalmente. No volví a cocinar. Estaba muy deprimida. Han sido días difíciles porque he sido madre y padre para mis hijas”, contó Marilú.
A partir de entonces, Marilú y sus hijas han recibido ayuda por parte de profesionales de una casa de acogida para mujeres sobrevivientes de violencia basada en género. Allí ellas están seguras, reciben apoyo psicológico y asistencia alimentaria provista por el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés).
A su llegada a esta casa, Marilú se sentía un poco ansiosa porque no estaba segura si recibiría la ayuda que le habían prometido. Además, sentía temor por sus niñas, pues ella era el sustento de su casa y ya no tenía trabajo.
“Yo estoy acostumbrada a trabajar, a pagar lo que necesitan mis hijas. [Así que] me moría por trabajar porque pensaba ‘¿Cómo voy a sostener a mis hijas ahora?’ Sin embargo, aquí me decían que no me preocupara, que a mis hijas no les iba a faltar nada”, comentó Marilú.
Al poco tiempo de su llegada, el equipo de la casa de acogida inició los trámites para que las pequeñas pudieran ir a la escuela. Luego de analizar riesgos, ayudaron a Marilú a encontrar un trabajo.
Hoy Marilú trabaja en limpieza y desinfección hospitalaria. Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Tuvo que pasar un proceso de selección y una capacitación acerca del funcionamiento hospitalario, los procedimientos especiales y los riesgos. Luego de aprobar varias evaluaciones y superar sus miedos, Marilú se graduó y estuvo lista para empezar su nuevo sueño.
“Yo amo mi trabajo, pero lo mío siempre había sido la cocina y pensaba que esto del hospital no iba a poder [porque] pensaba que al ver la sangre iba a salir corriendo o me iba a desmayar”, dijo Marilú.
Sin embargo, con la práctica y compromiso se demostró a sí misma que sus temores eran infundados y que podía desempeñarse con seguridad en el hospital, y así contribuir a salvar vidas.
“En la vida hay segundas oportunidades”, dice Marilú y ahora se siente tranquila por sus hijas y por ella. Las niñas reciben una alimentación adecuada pues en la casa consumen alimentos nutritivos para su buen desarrollo. Además, tienen alimentos para llevar a su escuela.
“Me parece genial el apoyo en las loncheras que llevan las niñas a la escuela. Ellas siempre estuvieron acostumbradas a llevar un buen lunch y ahora con el Programa Mundial de Alimentos llevan buenos kits alimenticios”, concluyó Marilú.
En Ecuador, WFP apoya con asistencia alimentaria a personas vulnerables en movilidad humana y población ecuatoriana en casas de acogida, albergues y comedores.
Nota: información y fotografías recolectadas por Franklin Moreno, monitor de campo de WFP en Ecuador.
