La Navidad es una mierda, pero te ríes

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Celebramos hoy la Navidad y antes de ir a cenar el suquet de peix que mi hermana está cocinando es un buen momento para que, relajado en la casa de mis padres, entre mis antiguos libros y recuerdos, haga un poco de balance del año, un poco de introspección, aprovechando que la casa está momentáneamente en calma y puedo pensar en escribir estas apresuradas líneas. Alzo mi mirada y descubro mis viejos libros, viejos para mis sobrinos pero jóvenes para mí, todavía vivos, libros de rol como el de la segunda edición de Vampiro La Mascarada, Kult o Phenomena, que deben ser del 97, cuando le daba duro al rol, al Magic y a las aventuras conversacionales. En una caja al fondo del armario están mis cartas de Magic, todavía con las dos barajas letales que usaba a finales de los 90, la verde-roja de elfos y rayos, y la azul-negra de counters y espectros. Pero dejo ya de deambular por las ruinas de mis viejas posesiones y voy a escribir del balance que he mencionado antes.

¿Cómo podría comenzar a hacer balance? No he hecho, como se reprocharía a si mismo Robert Walser en cualquiera de sus libros, nada útil o especialmente brillante. He mantenido un perfil bajo, a lo Rajoy, como de ave rapaz, ensimismado en mis trabajos de maquetación, mis libros de texto, las revistas sectoriales, algún que otro diseño para juegos de mesa, poco más. Cosas de poco provecho, pero que han servido para cobrar algo de dinero y poder comprarme juegos en las rebajas de Steam, en comprar bolsitas de Triskys y Risketos, chupitos de Jaggermaister, juegos de colegas en Verkami… y el resto del dinero lo he malgastado estúpidamente en alquiler, ropa y comida. Mira en aquel estante, están los libros de Planea tu fuga de Tenopia, estos eran complicados, pero me gustaban más que estos otros, los de Lobo solitario. Oh, me desvío de nuevo.

En mis labores creativas, sigo escribiendo el libro que empecé al comienzo del año, pero pierdo el interés. Me es complicado centrarme más de un par de meses en el mismo proyecto, tiendo a desviarme y empezar un nuevo trabajo sin haber acabado el anterior. Aunque últimamente soy más constante: he terminado de diseñar un par de juegos de mesa, uno de ellos espero que vea la luz el año que viene, está quedando muy bonito y creo que es mi mejor juego hasta la fecha. Junto con unos amigos lo sacaremos por Verkami, como todos mis colegas están haciendo últimamente. ¡Qué invento éste! Ahora es tan fácil hacer estas cosas. Recuerdo cuando hacíamos fanzines, la tarea de maquetar y fotocopiar, de montarlo todo y de repartirlo por las tiendas del pueblo, y en Reus y Tarragona. O de cuando recibía los fanzines del CAAD, que deben estar en algún cajón de por aquí, perdidos. Si nos hubieran dicho en aquellos años que la gente iba a pagar de antemano, con su tarjeta de crédito, por el trabajo de unos aficionados a través de una página web, y que recibiría por ello miles de euros… no lo hubiéramos creído.

Es una Navidad rara, no hace frío y no tenemos presidente, ni en Cataluña ni en España. Eso sí: tenemos nuevo rey. Sigue habiendo cinco millones de parados, pero las tiendas y los centros comerciales están llenos a rebosar, como si no pasara nada. Como decía aquél en Twitter: España es una mierda, pero te ríes. Mientras tanto la guerra y la muerte en oriente y el norte de África arrastra a miles de refugiados a Europa, muriendo en el mar muchos de ellos, ante la pasividad de Europa. Pero es que Europa ya no es Europa, es otra cosa. Los mercaderes han entrado en el templo y no solo no los han echado, sino que han hecho un casino y un burdel en el segundo piso. Una Europa sin valores ni memoria celebra estúpidamente la Navidad, mientras en sus fronteras se amontonan los desesperados, los que lo han perdido todo. De esto ya nos acordaremos en el futuro, cuando todo estalle y explote esta burbuja de falsa normalidad en la que nos hemos instalado. Europa es una mierda, y si te quieres reír hay que pedirle permiso a Alemania.

En fin, podía ser peor. Imagináos lo mismo pero con Aznar. Todo es peor con Aznar. Con Rajoy al menos te ríes, esto es así. Deberían invitarlo al programa especial de Nochebuena, ese de reírse, el de José Mota o Los Morancos, y que diera un discurso improvisado, como el del vecino que elige al alcalde. Los Morancos featuring Mariano Rajoy. Otro humorista bueno pero más serio, al estilo Eugenio, es Artur Mas. Entre todos podrían hacer un programa de humor muy bueno, como complemento a la película de los ocho apellidos catalanes. O eso o nos matamos entre todos en la cena de esta noche. Mi consejo: cada vez que alguien diga “ingobernable”, “Venezuela”, “los catalanes estos”, “el coletas” o “es usted un indecente” esta noche: ¡chupito! Un buen chupito para desviar el tema, o un brindis con cava o sidra, o lo que sea con tal de que la política de chichinabo de este país de pandereta no enturbie una celebración familiar. Que las cosas empiezan muy bien y luego acaba uno como Albert Rivera. Acordáos, nada de política esta noche: hay que hablar del tiempo, de comida y de cosas viejunas, como mis recuerdos nostálgicos con el rol o los librojuegos.

También podemos hablar de los regalos. En Navidad hace uno cosas estúpidas con tal de mantener una brizna de magia, de esa magia que nos roban de pequeños cuando nos dicen la verdad sobre Papa Noel y los Reyes Magos. Mi pequeña estupidez es autoregalarme varios juegos de Steam, pero no pagarlos hasta esta noche, como si fuera Papa Noel el que me los regala. Ahí están en el carrito de la compra el Endless Legend o el This war of mine, entre otros, esperando a mi dedo mágico, que los llevará en un pis pas a mi biblioteca digital. También me autoregalo libros y los envuelvo en papel de regalo, pero eso creo que lo hace todo el mundo. Todavía hay algo de magia en todo esto, sobretodo cuando hay niños en la casa, o sobrinos como en mi caso, y se mantiene el secreto un año más. Luego todo es cuesta arriba, luego la magia sabes que no existe, que se reduce al dinero, y que el dinero se gana trabajando, y que nada es gratis, y que el mundo es una mierda, pero te ríes.

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Acabaré ya esta reflexión porque la casa se está desperezando tras la siesta, ya el momento de calma pasó. Sigo paseando mi mirada por la habitación, ahora la habitación de invitados, o la habitación de coser y planchar. Veo alguna antiguas revistas de Urza, Slumberland y Dolmen. Mi colección de cómics, o lo que queda de ella, entre los cuales adivino varios títulos de Carlos Pacheco, mi dibujante favorito de cuando yo quería ser dibujante de cómics. También veo allá, para mi vergüenza, los primeros números del Youngblood de Rob Liefeld. ¡Ah, por fin algo que me quita bruscamente la nostalgia!, volver a ver esos superhéroes deformes me tranquiliza: no todo tiempo pasado fue mejor, solo nos acordamos de lo bueno. Ya basta de sentir nostalgia hasta de la nostalgia que produce que hasta la ponzoña que se hacía antes me parecía más auténtica y verdadera, como las antiguas de Star Wars, Rambo o Delta Force. ¡El pasado también es una mierda, pero te ríes!

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