La otra mejilla

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Dentro de treinta años probablemente tendremos las claves y los argumentos necesarios para entender el atentado terrorista del pasado viernes en París, reivindicado por Daesh (ahora los tenemos que llamar así para no relacionar el Islam con el terror, cosa que me parece bien: no llamar a un grupo terrorista que domina un territorio por el nombre por el que les gustaría ganarse un respeto dentro del mundo árabe: Isis, Estado Islámico). Ahora que Houellebecq ya ha salido de debajo de la cama, voy a tratar de hacerme un esquema mental de lo que ha pasado según mi opinión, aunque como digo es apresurado establecer conclusiones hasta que no pasen treinta años o más. El objetivo de los terroristas era atacar terrazas de restaurantes, una sala de conciertos y un estadio de fútbol. Es decir, atacar zonas de ocio atestadas de gente disfrutando de la vida, un viernes por la noche, en un barrio equivalente a nuestro Raval barcelonés o la Malasaña madrileña. El objetivo eran los jóvenes europeos, o cualquiera que pasara por allí, pero el fin era sembrar el miedo y el odio a toda la población.

El resultado todavía está por ver. Tras los atentados de París veremos hasta qué punto el miedo se instala en nosotros durante las Navidades: ir a comprar a centros comerciales atestados de gente… o bien comprar on-line, viajar a Marruecos para fin de año o quedarse en casa a ver las campanadas de la 1… este tipo de cosas las vamos a ir viendo y representan el primer triunfo de los terroristas: jodernos la vida. Además de esto, se persigue cosechar el odio suficiente hacia la comunidad musulmana para que la convivencia resulte imposible y haya represalias y venganza. De esta manera se debilitan los estados y las sociedades por dentro, y además se jode a los musulmanes no radicales, que tienen así dos opciones: aguantar lo que venga o radicalizarse.

No sé en qué consiste “la unidad de todos los demócratas”, ese mantra repetido hasta la náusea por las huestes políticas de toda Europa, pero parece que no implica dejar de vender armas a Arabia Saudí o Emiratos Árabes. Por lo visto, son los países ricos árabes los que financian a los terroristas para que no actúen en sus territorios. Es una forma de protección mafiosa, aunque no creo que a la larga les de resultado. Una persona que no viaje a Egipto por temor a que le vuelen el avión con un misil tampoco viajará a Qatar, por mucho que el Barça exhiba su publicidad en la camiseta. Como demócrata exigiría a mis gobernantes que se prohibiera cualquier tipo de comercio con el Daesh y con países que de alguna manera apoyan al Daesh. Esto del comercio con el Daesh es algo que ya ha dicho Putin, así que supongo que él y yo debemos estar muy unidos como demócratas.

Las palabras si no van acompañadas de acciones valen de muy poco. Lo que más me asusta no es solo la barbarie terrorista, sino que no hay un Churchill entre los líderes europeos que tienen que lidiar con el enemigo al otro lado del mar. Afrontamos al Daesh con Rajoy, Merkel y Hollande. Puede ser peor: Sarkozy. O peor aún. El resumen del año hasta ahora, dejando a un lado a Charlie Hebdo, por parte de nuestros Churchills de las rebajas era que Merkel quiso dar un escarmiento a Grecia para mostrarse fuerte ante su electorado, ninguneando a Tsipras, enterrando además a Varufakis; como venganza Grecia abrió sus fronteras a todos los refugiados sirios para que fueran directos a Alemania. Hablando claro: los refugiados son moneda de cambio. También tienen dos opciones. Si me preguntan, como demócrata me gustaría que se alojaran en distintas partes de Europa hasta que pudieran volver a su país. Pero esto lo pienso porque no tengo ni puta idea de qué va a ser de su país, ni qué versión del Islam les va a esperar.

Una bio: soy un europeo del precariado, no sé si tendré trabajo en tres meses, que es el plazo máximo que me pongo para hacer planes, pues tengo que vivir al día, como muchos otros. Puedo disfrutar del ocio, de la música, de la lectura y en general de todo el arte y la cultura que se crea y se ha creado en la historia europea, que es algo que por más que nos jodan Merkel y la troika no nos van a poder quitar, y que es lo que conforma el ser y el sentido de Europa. Otros verán en esto solo un bello decorado para las vacaciones del resto del mundo. Me da igual, si tenemos que ser un continente de consumidores aborregados, seámoslo. Prefiero eso a la alternativa del terror. Prefiero leer a Vila-Matas, beber un buen vino de la Ribera del Duero, escuchar la música de The Editors y disfrutar, en fin, de la vida. Porque vivir es barato, vivir sin más pretensiones, más o menos dignamente, es barato. Igual os choca, pero esa es mi opinión.

¿Y qué tiene que ver esto con los asesinatos del viernes? Pues resulta que tiene que ver, porque los terroristas eran chicos jóvenes europeos radicalizados en los últimos años. Producto de la ignorancia más supina, del ansia de vivir una aventura para escapar del tedio (algo muy occidental), de la crisis y de su justificación en la falta de oportunidades: todo ello es lo que ha llevado a muchos chicos y chicas a unirse al Daesh. Si me preguntan, yo creo que es mejor ponerse a estudiar o a trabajar de lo que sea antes que empuñar un arma para matar a civiles, pero supongo que llegados a un punto tal de hastío y degeneración ya todo te da igual. Es una forma de darle sentido a la vida, una forma de dar rienda suelta al resentimiento, junto con la aceptación del grupo y la certeza de estar haciendo algo grande, algo por lo que serás recordado; eso es lo que le ofrece el Daesh a un chaval algo estúpido que quiera vivir emociones fuertes. El chaval puede ser de París, Bruselas, Ceuta o Barcelona. Y si no es musulmán, no hay problema, se convierte y en menos de un año está listo.

¿Quién convierte a los jóvenes del mundo, europeos o no, en terroristas? ¿Qué fin persigue? ¿Cómo se financia? ¿De qué manera ha conseguido dominar un territorio tan amplio entre Siria e Iraq sin apenas oposición? Estas preguntas no las vamos a saber pronto, pero al final saldrán a la luz. Estados Unidos tiene la culpa de haber financiado a los musulmanes radicales en el pasado, para derrotar a la Unión Soviética, pero eso no explica el éxito de Daesh en 2015. Tiene que haber algo más, algo muy sórdido y vergonzoso más allá de Estados Unidos, que no sabremos hoy, ni mañana, pero sí dentro de muchos años. Será por los recursos de la zona, por su posición geoestratégica, por vender más armas o por una pizca de todo lo demás y se les ha ido de las manos. Ya lo veremos en el futuro.

Hoy nos toca ver este comienzo de guerra mundial contra un estado que no existe, que tiene desplegado a su ejército de inadaptados por todo el mundo, especialmente en la red, al parecer en los chats de los videojuegos de guerra de la Playstation 4, y que estamos perdiendo. La batalla mediática, los bulos de internet, el periodismo idiota que busca enfocar la sangre o la lágrima en lugar de investigar, los políticos neocons que criminalizan la inmigración… esos son también campos de batalla. Por el camino perderemos derechos y libertades. Viajar a Londres, Roma o París con la facilidad que tenemos hoy volverá a ser un sueño. Solo se podrán mover libremente los bienes, pero no las personas: las fronteras, las vallas y las cámaras de vigilancia nos acompañarán por siempre. Estas batallas, pequeñas, las iremos perdiendo, de la misma manera que hemos perdido un 30% de nuestro salario antes de la guerra (crisis) económica. Y veremos qué nos quedará de Internet.

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