El teletrabajo no es para mí

Buenas tardes queridos lectores. Hoy os escribo desde León, cuna del parlamentarismo y hoy, también, de mi teletrabajo particular.

Si segúis el asunto tecnológico con cierta continuidad, sabréis que ahora mismo esto de trabajar desde casa está muy en boga. Ya hemos hablado en otros posts sobre estas modas startupiles, en las que si no te subes al carro parece que quedas relegado al bando de los penosos y lamentables trabajadores al estilo tradicional.

Pues no es diferente en este caso. Cuanto más cool es la empresa más trabaja desde casa su personal. Es más, si la empresa entera es remota ya lo flipas. Todas las miradas se giran hacia allí, oh gran foco de modernidad, el futuro hoy.

En cualquier caso, hoy me hayo fuera de la oficina y me dispongo a sacar algo de trabajo adelante… Pero no, no saco mucho. Todo me falta en el portátil, venga a instalar historias, venga a hablar todo por slack…

No me gusta esta historia. Lo de instalar cosas sé que no tiene relevancia para quien trabaje siempre así, pero la sensación de desconexión con la oficina me desagrada mucho. No tienes el sentimiento de control, de saber lo que está pasando.

Además, resolver pequeñas tonterías que se solucionarían con una consulta “a grito pelao” y de la que te entiendes a la primera, requieren múltiples frases en slack sin tener muy claro si el interlocutor ha pillado el mensaje al cien por cien…

No nos engañemos. Esto es una moda. Si bien es cierto que tener la posibilidad de hacer cosas en casa en un apuro, una tarde complicada, o porque sobreviene alguna enfermedad o cuestión del estilo, está bien y tiene toda la lógica, pero como norma no lo veo.

No haces equipo a base de chatear. Me hace sentir un poco tonto escribir y escribir para transmitir cosas básicas. Me falta la interacción humana, mucho más expresiva y rica. Ésta me permite tantear como está el otro, si debo aflojar o tensar la cuerda, si necesita ánimos con una palmadita en la espalda…

Con esto de la tecnología nos dejamos absorber por las brillantes pantallas y nos creemos más modernos que el más moderno de todos, queremos ese futuro aséptico que se nos promete en la ciencia ficción. Pero no olvidemos que esto de las empresas va de dos cosas. Cumplir sueños, y personas, y hasta nuevo aviso, estas últimas no son virtuales.

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