Startups flotantes del medievo
Estaba tranquilamente con Carmen sentado en un banco de madera, en la cervecería “Four lions” de León, aferrado a mi pinta de american pale ale y observando como la tapa de jamón, que siempre ponen, había mermado más de lo que habría deseado.
En esas me encontraba cuando recordé un asunto que se cruzó por mi cabeza unas horas antes, en algún momento de la mañana, y decidí contárselo. Al fin y al cabo, ya la tengo aburrida de mis historias de empresas, una más no hará daño.
- ¿Sabes? Resulta que creo que esto de las startups no tiene nada de nuevo.
- ¿Ah si? A ver.
- Imagina un viaje a las indias, de los de antaño. Con un joven marinero aguerrido y temerario por partes iguales que quiere hacer fama y fortuna llevando un cargamento de yo que sé. Alguna especia.
- Vale.
- Pues ese tío lo más seguro es que fuese un pelagatos que no tuviese dónde caerse muerto. Por lo que intentaría conseguir socios para su empresa. Algún entendido en conservación de especias, otro compañero marinero… la gente mínima necesaria con experiencia. Y por supuesto, una vez hecho esto, inversores.
- A lo silicon valley de la edad media.
- Básicamente. Finalmente conseguirían a alguien que quisiera enriquecerse con la aventura de nuestros amigos, administrando a su vez cómo deberían éstos ejecutar tal o cual parada. Además vamos a suponer que estos jóvenes son buena gente…
Y así seguí comentando que en ese caso, seguramente dejarían a cada marinero llevar un pequeño tonelito de especias para venderlas si conseguían llegar a las indias. Algo así como las stock-options actuales, o cualquiera de los nombres raros que se usan para decir que si lo petamos tu también te forras.
En definitiva, lo que se ha hecho siempre, en cada momento con alta tecnología de la época (barcos capaces de navegar cientos de leguas) y hoy, apps para pedir un taxi. Si me apuras, no sé que tipo de startup me parece más flamante.
Las de antaño, con sus riesgos reales, aventuras y viendo mundo en el proceso o las de ahora, todo pantallas y jóvenes con el ego subido queriendo cambiar el mundo. Porque si les preguntas, todos ellos lo hacen, no cabe duda.
Acabada mi exposición, dimos un trago a sendas cervezas, rematamos el jamón, y Carmen me dijo:
- Si que es verdad que parece no haber cambiado tanto la cosa.
- Ya ves. Han conseguido que lo que se lleva haciendo toda la vida parezca flamante y novedoso. En fin, ¿pagamos y damos una vuelta?