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Storytelling con un no-final memorable

Cuando una historia tiene enjundia el desenlace final se convierte en una meta prescindible. Puede que incluso perjudicial a la hora de comprender el sentido profundo de lo narrado. O quizá se trate de un no-final memorable.

Julio Pérez-Tomé Román
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4 min readFeb 11, 2023

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María Stepánova nos presta una historia de entre las muchas que ha dejado impresas en su reciente libro En memoria de la memoria. Se trata del arranque del capítulo 7. La injusticia y sus distintas facetas:

El padrastro de una amiga mía, un matemático que había combatido en el frente y hombre notable en muchos sentidos, estaba ingresado en un hospital. Parecía claro que ya le quedaba muy poco de vida, tal vez una semana o incluso menos, cuando una mañana, de repente, pidió a mi amiga que volviera a visitarlo esa misma tarde sin falta y que lo hiciera acompañada de su madre. Algo le había sucedido hace mucho tiempo, algo en lo que no había parado de pensar durante toda su vida y que nunca había confiado a nadie. De alguna manera y sin que fuera necesario que así lo diera a entender, estaba claro que había vivido un episodio milagroso, algo sorprendente que no podía ser explicado en el marco de una conversación cualquiera. Y ahora temía no llegar a tiempo para contarlo y pedía a sus allegados que se reunieran en torno a él y escucharan su relato. Cuando llegaron esa tarde, ya lo habían abandonado sus fuerzas. Aquella misma mañana había perdido la consciencia y acabó muriendo pocos días después sin haber alcanzado a decir lo que quería. Esa historia, y la posibilidad o imposibilidad de conocer por fin algo necesario, algo que te puede salvar la vida, pendió sobre mí, como una nube, durante largos años, y en cierto modo cada vez significaba una cosa distinta. Por lo general, me limitaba a deducir una sencilla moraleja, una suerte de llamamiento a decir siempre lo que toca sin cortarse un pelo. Pero también a veces pensaba que en algunos casos es la propia vida la que toma cartas en el asunto y apaga la luz con tal de no poner a los demás en una situación incómoda.

Sencillamente brillante el ejemplo de Storytelling Personal que nos ha regalado María Stepánova. Contiene el poderío que exijo en una historia para que sea capaz de cambiar –poco o mucho, da igual– las vidas propias o ajenas.

La historia narrada brevemente nos ha robado un final que el lector espera. O quizá tenga un no-final inesperado pero no por eso menos valioso.

El estilo escueto nos lo recompensa con suficientes detalles para que empaticemos con los cuatro personajes: el padrastro, la hijastra, la madre y la autora que, obviamente, participa indirectamente de los hechos por vía de la amistad.

Desconocemos qué enseñanzas extrajeron madre e hija. Pero de la escritora sabemos muy bien qué lecciones aprendió y qué utilidad les dio. Dos criterios vitales que, además, son contrapuestos, a los que añado un par de aplicaciones que ayudarán, sin duda, a más de uno:

  1. Decir siempre lo que se piensa como alarde de sinceridad o, al menos, con la esperanza de que ese modo de comportarse sea la fórmula mágica que aclare malentendidos o evite convivencias tóxicas.
  2. No decir siempre lo que se piensa con la «ilusión» de que el devenir de los acontecimientos resuelva los conflictos. Una especie de apuesta random a favor del destino.
  3. En tercer lugar, la historia se convierte en materia prima para el trabajo de la escritora. Aspecto este que puede parecer residual pero tal como lo veo me parece que es al revés: gracias a la publicación del libro la historia me ha llegado a mí y a un buen número de lectores. De otra manera, los hechos y la posibilidad de que golpeen las vidas de terceras personas habrían sucumbido sepultados en el maremágnum de un acontecer tras otro, acumulados sin pena ni gloria, sin enseñanza ni nada.
  4. En cuarto lugar me atrevo a colarme en la secuencia. Estoy escribiendo este post (y tú leyéndolo) porque tras aplicar mi tesis sobre el Storytelling Personal, he hallado un filón para mis clases, conferencias y publicaciones diversas en redes sociales, etc.

Si has llegado hasta aquí, felicidades y muchas gracias. Pero, sobre todo, tienes en bandeja la oportunidad de generar el 5º punto y contribuir a que la historia del padrastro enfermo perviva en el tiempo aunque muriese antes de desvelarnos su secreto. Quizá su mensaje tuviera que ver con el ansia de dar sentido a su vida y que, en este caso, lo lograría ayudando a las de los que vinimos después, cadena vital que –por qué no– podría extenderse de generación en generación.

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Julio Pérez-Tomé Román
YEA #YoEstuveAllí

“Nunca digas «eso podría haberlo hecho yo», porque no lo has hecho tú” — Karim Rashid