¿En qué estás pensando?
A veces sorprendo a mi compañero mirando a la nada, tan concentrado en algo que no logro ver que no puedo evitar preguntarle:
“¿En qué estás pensando?”
Él parpadea, centra su atención en mí y me responde con su expresión más cándida:
“En nada”.
La cosa podría acabar ahí, yo podría encogerme de hombros y aceptar su respuesta a pesar de parecerme rarísima, y seguir con mi vida. Pero no. Quizá se deba a mi imaginación hiperactiva o a esta ansiedad tan difícil de controlar. El caso es que no puedo tragarme esta respuesta porque, en serio, ¿de verdad es posible no pensar en nada?
Creo que no. Pero tampoco quiero ser pesada y en lugar de insistir y entrar en un diálogo poco constructivo (“dale, decime la verdad, ¿en qué estás pensando?”, “en nada, de verdad”, “no puede ser, vamos, contame”, “pára Regie…”), prefiero dejar volar mi imaginación.
Podría estar pensando en el trabajo, en lo que tiene que entregar mañana. O en su familia, lejos, al otro lado del río, y en lo mucho que la extraña. O en nosotros, en las cosas que nos mantienen unidos o incluso en las que podrían diferenciarnos. Las cosas que probablemente no le gustan tanto de mí. Siento un escalofrío mezcla de miedo y expectación. ¿De verdad quiero saber lo que está pensando?
Es más fuerte que yo, no puedo evitarlo. Tengo la manía de querer saber todo lo que pasa dentro y fuera de mí… Como si la única forma de sentirme segura y tranquila fuera conocer todas las opciones a mi alcance, poder calcular todos los escenarios imaginables y tener realmente el control de la situación. Potencial para dominar el mundo, lo sé. Pero por ahora, lo único que obstinadamente quiero dominar es mi vida, mi rutina, mis planes y mis sueños. Y, de vez en cuando, jugueteo con la idea de dominar también a los que quiero, como mi pareja y sus pensamientos.
Pasan unos minutos y esta vez es su voz la que llama mi atención.
“¿En qué estás pensando vos?”
Pienso durante un milisegundo si debería decir la verdad y confesarle que estaba pensando en lo que él piensa, en lo que podría pensar. Las dudas que me acechan, las ideas locas, el miedo que siento de encontrarme con los pensamientos que él lleva y descubrirme perdiendo el control de nuestro amor.
Pero no creo que tenga sentido cargarle a él toda esta inseguridad, que no es en absoluto su responsabilidad. Así que simplemente sonrío y le respondo con mi mejor cara de ángel.
“Nada en absoluto”.
