Hola duda!
Una carta para mi misma
Escribir una carta a la parte de mí que no cree en mí me produce una sensación extraña. En primer lugar porque sé que estás ahí, sin darme bola, y yo acá, dedicándote tiempo y atención en esta carta. Pero la verdad es que ignorarte nunca ha surtido mucho efecto, así que vamos a probar otro método. Quién sabe, ¿quizá por fin consiga llamar tu atención para algo bueno?
Gracias a vos, dudo mucho de mí misma. Me cuestiono si realmente soy capaz de hacer las cosas que me propongo, sobre todo las relacionadas con el trabajo. Cuando apareces, siento que mi confianza disminuye, sobre todo en momentos de crisis o estrés. Apareces con esa sonrisita irónica que tanto te gusta lucir y me llenas de preguntas sórdidas.
¿De verdad puedo llamarme escritora?
¿Puedo DE VERDAD liderar un equipo?
¿Puedo DE VERDAD llevar esta reunión?
¿Puedo DE VERDAD ser responsable de esto?
En un buen día, respiro hondo y sigo adelante, repitiéndome que sí, que puedo. Realmente puedo.
En un mal día, me sumerjo en las preguntas y me dejo aterrorizar. Cedo al miedo, que se apodera de mí y me paraliza, como un veneno para el cual aún no han inventado ningún antídoto.
Pero en esta carta no quiero hablar de esas terribles preguntas, quiero hacerte otras nuevas. ¿Por qué dudas tanto? ¿Por qué insistís en querer conocer mis respuestas? ¿Por qué te cuesta tanto creer en mí, que también soy vos? ¿No he demostrado lo suficiente que soy, que somos capaces de todo? ¿De verdad?
¿Crees (creo) que me ayudas presionándome? ¿O es sólo una tendencia masoquista, un pequeño deseo de torturarte/me?
Silencio. Del otro lado no hay respuesta. Me pregunto si estás reflexionando, siendo por primera vez el blanco del interrogatorio en lugar de su fuente. ¿Ves qué situación tan incómoda? El hechizo se ha vuelto contra la hechicera.
Mientras escribía esta carta, el sol se ponía fuera. La habitación se oscureció y se hizo más difícil escribir. De repente me pregunto si vos, igual que tenés la capacidad de preguntar, también tenés la capacidad de ver. Algo me dice que no, que vivís inmersa en la oscuridad que llevo dentro y lo único que conoce es la sombra.
Quizás por eso me haces las mismas preguntas una y otra vez, porque dudas de todo, ya que no podés discernir nada. Sin luz, nada crece y todos estos años de oscuridad sin duda te han dejado inerte.
Me doy cuenta de que hay algunas preguntas que hace tiempo que no me haces. Las preguntas sobre si merezco amor, por ejemplo, ya no salen de tu boca. Ya no pareces dudar de que merezca ser feliz. Ya no tocas viejas heridas y culpas.
¿He demostrado mi capacidad en estas cuestiones? ¿Crees ahora en mí?
Sería una hermosa victoria. Me daría esperanza para seguir adelante. Sabría que las preguntas de hoy también pueden desaparecer algún día.
Pero dudo que confirme mi teoría. No creo que reciba respuesta a esa carta. No puedo esperar que de repente aprendas a responder y no sólo a preguntar.
Prefiero mantener mis expectativas bajas y pedirte que continúes con tus preguntas si lo necesitas. Pero preguntalas con más empatía, con más cuidado. La condescendencia no te queda bien a vos, a nosotras.
De verdad.
Versión en portugués: