Motivos que me mantienen despierta
No sé muy bien cuándo empecé a tener dificultades para dormir
El primer recuerdo que tengo relacionado con esto es de cuando era niña y compartía habitación con mi hermano, cada uno con su cama en una pared opuesta. Cuando él roncaba por la noche, yo no podía descansar. Entonces, desde mi cama, le lanzaba peluches hasta que dejaba de hacer ruido. Con los años, mejoré mi puntería y él también mejoró con los ronquidos.
También recuerdo las primeras veces que vi películas de terror y que después, a la hora de dormir, no podía cerrar los ojos, aterrorizada por la idea de que los monstruos aparecieran en mi habitación. Mi imaginación me hacía compañía hasta que el cansancio me vencía o yo convencía a mi mamá de que me dejara dormir con ella.
Siempre me ha costado lidiar con la oscuridad profunda, así que desde pequeña he buscado tener una lámpara a mano. Cuando era niña, la falta de sueño se debía a algún ruido molesto o al miedo a los monstruos de mentira. Cuando crecí, ambas causas de insomnio se mantuvieron firmes y fuertes (hasta hoy no puedo ver películas de terror), pero a esa lista se sumó una nueva razón: la ansiedad.
En la época del curso preparatorio, era la ansiedad de pensar si aprobaría o no el examen de ingreso a la universidad. En la universidad, era la ansiedad de lidiar con la vida adulta por primera vez, tan lejos de casa y del cuidado constante de la familia. En el intercambio, era la ansiedad de descubrirme y redescubrirme, y tener que lidiar con quién era y con quién no quería más ser. Y así, con más o menos frecuencia, fui encontrando cada vez más motivos para mantenerme despierta.
La situación nunca fue tan insostenible como para tener que buscar ayuda médica. Nunca tomé medicamentos para dormir, nada más que algunas gotas homeopáticas o aceite de cannabis para relajarme.
Hoy en día, dormir todavía puede ser un desafío, especialmente si tengo la cabeza llena o si los vecinos deciden poner música alta. Fui creando herramientas para ayudarme en este proceso, desde prácticas de respiración para despejar la mente hasta comprar unos tapones para los oídos de esos que te aíslan del mundo, una bendición. Pero, aun así, de vez en cuando sufro.
Cuando me doy cuenta de que algo va a retrasar mi ciclo de sueño, me pongo nerviosa. Me irrita profundamente cualquier ruido que venga de la casa de al lado, porque ya conozco los personajes y en ocasiones anteriores hasta hemos tenido que llamar a la policía. Me doy cuenta cuando estoy muy inquieta, por el trabajo, la casa o mis relaciones, y sé que más tarde me costará cerrar los ojos y dormir en paz. Me pongo en estado de alerta, anticipando con horror cómo será la noche, deseando tener esa pastillita que nunca quise tomar, pensando en lo fácil que sería simplemente tomar una medicación y dejarme llevar por Morfeo.
Pero también tengo miedo de volverme dependiente de un medicamento y no poder volver a dormir de forma natural nunca más. Odio perder el control de mí misma o ceder ese poder a alguien o algo más. Así que sigo reforzando las herramientas que ya tengo, siempre abierta a nuevas sugerencias que puedan surgir. De hecho, si vos, querido lector o lectora, tenés alguna recomendación, la aceptaré con placer!
Las noches de sueño reparador también existen y son las que me dan la energía necesaria para seguir adelante, tratando de ocultar las ojeras como puedo, sin dejar de soñar (literalmente o no) con el día en que el insomnio me deje en paz.

