¿También vas a la psicóloga?
Escribiendo y leyendo sobre el esfuerzo para entenderse a sí misma y quererse un poco más
Podés leer ese texto en portugués aquí.
Esta semana he ido a la psicóloga. Hace tiempo que voy prácticamente todas las semanas. Cuando iniciamos el proceso hace años, acordamos sesiones quincenales a pedido mío, ya que mi sueldo no daba para mucho más. Cuando la situación económica empezó a mejorar, también empecé a aumentar la frecuencia de las conversaciones con Guadalupe, mi psicóloga.
Me gusta ir a la piscóloga, aunque no siempre es fácil. Me gusta tener este espacio propio, donde todo gira a mi alrededor y donde surgen preguntas que nunca me había hecho y que tienen el poder de derretirme el cerebro. En el buen sentido, lol. Las conversaciones con Guada me hacen viajar a través de mis emociones, acciones y recuerdos. Presente, pasado y futuro se funden, reinterpreto momentos, encuentro significados ocultos en decisiones, digo en voz alta cosas que siempre he pensado, pero nunca he contado a nadie. Y siempre salgo de la consulta sintiéndome un poco más diferente que cuando entré.
Gran parte de la terapia invita a la discreción. No como antes, cuando las personas que se sometían a tratamiento psicológico o psiquiátrico eran consideradas locas y tenían que esconderse o se veían obligadas a vivir alejadas de la sociedad. Hemos avanzado en este sentido y la salud mental es un tema mucho más comprendido y aceptado. Por supuesto, siempre se puede mejorar, pero hoy en día mucha gente que conozco, sobre todo de mi generación, dice sin dudar que va a terapia. Eso suele ser todo lo que hablamos. Puede que incluso comentemos el nombre del profesional y su línea, pero eso es todo. No es tan habitual compartir lo que hablamos, los temas que planteamos en la terapia, las reflexiones que surgen de esas conversaciones.
Está bien no ir por ahí exponiendo los detalles de este espacio tan íntimo y tan nuestro. El proceso de entendernos mejor e identificar las cosas que nos han moldeado no siempre es lindo, así que guardarnos para nosotras mismas lo que sentimos y lo que estamos viviendo es re natural. Pero el otro día, en una cena con amigas cercanas, empezamos a hablar de nuestras terapias y a abrirnos sobre lo que ocurre allí y cómo nos hace sentir. Fue casi una pequeña sesión de terapia de grupo. Y estuvo bien!
Compartir las preguntas que llevamos a las sesiones, las dudas que nos generan esas conversaciones, las cosas que vemos que vamos transformando como resultado de la terapia, todo eso me dio una sensación de mucha paz. Nos ha unido más como amigas y creo que ha aumentado la empatía que sentimos entre nosotras. Fue una oportunidad para reconocer nuestras debilidades y sentir que del otro lado hay aceptación, una aceptación que es casi tan importante como la propia, ya que proviene de las personas que amamos.
La conversación también reforzó la importancia de las psicólogas en nuestras vidas, y siempre es bueno tener ese empujoncito para seguir adelante. Porque ir al psicólogo no suele ser ni fácil ni divertido. Se trata de hablar sobre temas que nos molestan, de abrir heridas y poner el dedo en medio de la llaga. Porque cuanto más nos molesta, más debemos hablar de ello. Pero no siempre queremos. Así que procrastinamos, ponemos excusas, aprovechamos cualquier oportunidad para decir “ah, esta semana no voy…”. Y de ahí a renunciar por completo hay un abrir y cerrar de ojos.
Estoy agradecida por haber escuchado las impresiones de mis amigas sobre sus psicólogas y también por haber sido escuchada por ellas. Creo que este intercambio me da más fuerzas para continuar con mi proceso y espero que ellas sientan lo mismo. Apoyadas dentro y fuera del consultório para seguir avanzando, entendiéndonos y queriéndonos cada día un poco más.
Este texto es una traducción de mi newsletter “Histórias que abraçam”.
