Días de lluvia

Pocas cosas en la vida me parecen tan inspiradoramente perfectas como los días de lluvia, tan impredecibles, a veces tan implacables y otras ocasiones tan suaves como un simple rocío. No se puede conocer con total certeza como es que terminaran desarrollándose, la lluvia llega a ser tan impredecible que siempre te sorprende, nunca se está preparado para ella, simplemente sucede y no puedes hacer nada más que cubrirte ante su paso. Es de esos caprichos de la naturaleza, que se tienen que cumplir a toda costa.

Debo admitir que, si bien, casi todos podemos detestar que nos tome por sorpresa, muchas veces en compañía de alguien más puede llegar a convertirse en un juego de niños. Correr bajo la lluvia, sentir su frescor, reír y cantar, son detalles que con el tiempo dejamos de hacer para cambiarlo por una tarde o una velada tranquila encerrado en tu casa, una bebida cliente o un buen vino, una manta o el calor de una chimenea.

No sé en qué momento sucede, pero llega ese tiempo en que uno prefiere ya no salir de casa, prefiere uno protegerse, ocultarse, cubrirse. Pero también sucede que, repentinamente, un día te dan ganas de volver a sentir ese frescor, embriagarte con el aroma a tierra mojada, correr a través de la lluvia, a través de todas esas sensaciones que te hacen recordar y sentir que corres a través del tiempo y por un instante todo se detiene, te sientes libre.

Adoro los días de lluvia, adoro su aroma, los recuerdos que traen consigo y las gotas de rocío que quedan sobre los pétalos de las Flores cuando todo termina, adoro todo de ellos y adoro compartirlos con quien sea, incluso con la soledad, sentado en mi sofá, con una buena copa de vino…