José Martín
Zozobran las palabras
3 min readJun 30, 2016

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Premio a la ficción

Science library of Upper Lusatia in Görlitz, Germany (by Ralf Roletschek)

Me gustaría comenzar este discurso con agradecimiento, pero no lo voy a hacer. Considero que este jurado no ha estado a la altura de los participantes y que ha cometido un terrible error al otorgarme el primer premio. Es posible que el concurso no sea un referente de los certámenes literarios, o, al menos, que no lo fuera cuando se publicitaba esta primera edición. Sin embargo y una vez leídos más de una docena de textos, aprovecho el micrófono para reivindicar la importancia de este concurso literario y así reclamar su relevancia.

Resulta terrible la pérdida del vocablo que estabas a punto de escribir. Ese que se queda en la punta de la lengua, o de las meninges estrujadas. Nos pasa a cualquiera. Es algo imperceptible en una conversación informal, pero uno aborda el texto tratando de dar forma a las ideas. Ya digo, terrible. Es uno de esos lapsos a los que debes sobreponerte una y otra vez hasta que logras al menos plasmar un pasaje suficientemente completo en sí mismo. A veces basta con un solo renglón, en cuyo caso, puedes tomar aire antes de saltar al siguiente amarre. Cuando has ido completando las diferentes escalas que te habías propuesto, puedes cerrar el texto hasta las revisiones que ulteriormente vieres necesario hacer. Puede que en una de esas revisiones hallares ese término con el que no dabas. Tal vez incluso des con una palabra mejor, o aun con una expresión más redonda. Y, quizá, si ya no encuentras más motivos, o si, simplemente, todo lo previsto queda entintado, concluyes definitivamente el texto.

Sin embargo, hay textos que se resisten a concluir. Son los que forman parte de ese pensamiento que traza en un eje muchas de tus elucubraciones durante un tiempo. Meses, incluso años. O toda una vida merodeando sobre temas que nunca se saldan. Alimentan tu manía persecutoria sobre cuestiones que rondan universal e históricamente en la trayectoria humana: las pasiones, la realidad, la naturaleza, los orígenes, los finales, las causas… Una pléyade de puntos de encuentro entre la Ilíada, la Biblia, la Comedia de Dante, el Quijote o el Fausto de Goethe, por citar algunos textos representativos.

Pero no son esas ideas las que encumbran a un texto. Sino cómo se abordan. En un afán explicativo, se lanzan estudios sobre uno solo de los mencionados ejemplos, surgen teorías, se aglutinan disciplinas y se crean modelos basados en esos textos como autoridades: estilo, gramática, relaciones contextuales… Y nunca se logra reproducir nada similar a pesar de todo. La literatura sigue creciendo a pesar de todo. O más bien gracias a que todo el conocimiento va ampliándose. Y uno sigue preguntándose qué hace excelsas a estas obras. Así va creándose el metaeje “qué es la literatura, qué la hace o cómo se hace”.

Nos encontramos aquí celebrando la fiesta de la creación literaria, imbuidos del goce que todos compartimos al leer una gran obra. Bien, nosotros no somos los creadores de ninguna gran obra, pero de una cosa estoy seguro: Al menos hay nueve obras presentadas a este concurso que me causan mayor placer de lectura que la mía. Ahí va pues mi agradecimiento a quienes las crearon y nos deleitaron con su saber hacer, y para vosotros es el contenido de este premio: tanto su distinción (si la organización tiene a bien), como su importe en metálico. Yo, por mi parte, seguiré intentándolo.

Muchas gracias.

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