AI de Ingrid

Alerón Cachero
Ácido-base
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8 min readMay 5, 2022

Advertencia: Esta historia fue escrita originalmente un día 13 de un mes incierto, sin el más mínimo control ortográfico o sintáctico y editada con exageración en la semana consecutiva. “Los sucesos o personajes retratados en esta historia son relativamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura causalidad”.

Hoy Magnolia escribe para sí misma. Tiene prisa, siempre la ha tenido. Un sinfín de veces se ha limitado en expresar lo que piensa o siente. En ocasiones por miedo a que la juzguen o a ser expuesta. Lucha día a día con su cabeza. Casi nunca la entiende. Pero su propia cabeza a Magnolia, menos.

Her, dir. Spike Jonze (2013)

A Antonio le cuesta trabajo darse cuenta de quién es. Últimamente ha pensado en cómo podría definirse. Le cuesta trabajo hacerlo. Piensa en los gustos que tiene y si esos lo definen. Le gustan canciones como la de Cerezo Rosa de Los Tecolines, la de Rosa de Grimes o la de Rosa… Rosa de Sandro. Los padres de Antonio lo llaman Sandro de América pero él no se acostumbra a llamarlo así. Él solo piensa en la tienda Sandro que está en Pedregal y a la que su mamá le gusta ir de compras cada mes. Quisiera poder recordar más a menudo que así también puede llamar al cantante: «Sandro de América». Lo mismo le pasa con el «eu». No sabe por qué halla tanto interés en esa palabra pero le gusta cuando las personas la utilizan:

— ¿Eu? No te escuché — le exclaman a menudo.

— ¿Por qué dices «eu»? ¿Dónde aprendiste a decirlo? ¿Crees que lo digamos por influencia del portugués o del griego? — siempre indaga él.

Algo así suele ser la misma conversación cada vez que Antonio escucha a alguien decir «eu».

Esta noche Rosa se ha propuesto no dejar de orar hasta que se canse. Le cuesta enfocar su atención en una sola cosa, aún cuando esa cosa sea su santo volteado o su mismísimo Dios, pero hoy decidió esforzarse. Casi nunca lo hace, pero hoy su compromiso parece que va en serio. Seguramente sea porque está enojada, desesperada o una mezcla de ambas. No sabe cómo lidiar con su enojo, nunca ha aprendido. Cuando era niña, hacía berrinches y se privaba, se ponía colorada y lloraba mucho. No le importaba que hubiera más gente a su alrededor. Después de unos años, continuaba haciendo lo mismo, pero ahora, además, se encerraba en su habitación, lanzaba algunas cosas y se lanzaba hacia la cama para pegar su cara contra la almohada y gritar o morderla hasta quedarse dormida. Hace mucho que no lo ha vuelto a hacer y se pregunta qué ha sido peor.

Rosaa está enojada con alguien que conoció hace dos años, cuando vacacionaba en Montevideo. Recuerda con vividez el sitio en donde fornicó con el chico que la hizo pecar. Era un motel multicolor que parecía sacado de la Familia Peluche. Rosa conoce este programa porque en Colombia lo pasaban por canal RCN cuando ella era apenas una niña. En el vestíbulo del hotel, Rosa se sentía como en un escenario. Tiende a sentirse atrapada en escenarios. Cree que en otra vida fue actriz o alguna profesión semejante. Quisiera vivir en un escenario antiguo de teatro, los romantiza mucho. Las luces, los reflectores, su peculiar olor, la utileria. Las pocas veces que ha estado tras bambalinas han sido suficientes para anhelarlo, sin embargo también admite que le causa cierta melancolía imaginarse viviendo ahí.

Hace poco Tadeo pasó un día de fin de semana con su papá. Comieron un gelato de tiramisú que él quería invitarle pero que su papá terminó pagando porque Tadeo no llevaba efectivo y la heladería no aceptaba tarjetas. A pesar de que Tadeo se había enterado de que ese lugar le pertenecía a la familia de Magnolia meses atrás, le tomó por sorpresa verla ahí y que ella misma los atendiera. Sentados en una banca, disfrutando de su rico postre, comenzaron a platicar su papá y él. Tal vez su padre no lo sepa pero ese momento a Tadeo le hizo sentir muy feliz. Hacía mucho que no convivía con él de ese modo, desde que su papá había partido a Dominicana. Tadeo le platicaba que si de algo se arrepentía era de no haber entrado a la escuela de artes y él le preguntó a su papá que él de qué se arrepentía o cuál era su sueño frustrado, su papá le respondió que se arrepentía de no haber entrado a la escuela de ingeniería. En realidad, Tadeo se lo preguntó intencionalmente porque ya conocía la respuesta que él le iba a dar. De hecho, casi siempre sabe las respuestas que su padre le va a dar, es predecible. Pero aún así, Tadeo quería escucharlo repetírselo. Siempre halla algo distinto cuando le responde, a pesar de que le cuente casi lo mismo. Esta vez halló que tenían algo en común: el hecho de no haber cumplido sus sueños tal como lo habían llegado a imaginar.

Su papá lo ha consentido mucho estas semanas o él así se ha querido sentir: consentido por él. Lo ha llevado al trabajo todas las mañanas. Han llegado tan temprano casi todos los días que ya hasta crearon una rutina para hacer tiempo. Así que antes hacen una parada en 7-Eleven y su padre le compra yogur y galletas. Luego, por la tarde, su padre, con una genuina sonrisa, recoge a Tadeo cuando termina de trabajar. Una vez en el auto, su papá le pregunta qué quiere comer y lo lleva a un restaurante donde haya justo lo que su hijo desea. Antier comieron comida japonesa y ayer comida del mediterráneo.

La mamá de Antonio le dice que él todavía es muy chico, que tiene toda una vida por delante y que si se lo propone, puede cumplir todos sus sueños y metas. A pesar de que suene muy alentador, a Antonio eso solo le da ansiedad. Su mamá propicia su ansiedad. Siente que pone demasiadas expectativas en él que nunca va a poder cumplir y, aunque ella diga que no y que mucha gente le diga que más bien es él mismo quien se las pone, no puede dejar de pensar que ella, su madre, es quien más lo hace o la única.

Ingrid ayer le pidió un abrazo a su medio hermano, nunca lo había hecho. Le pareció muy alivianador. Estuvo a punto de callarse orgullosamente y no pedírselo, pero no lo logró. Lloró bastante mientras su cabeza se recargaba en su hombro y sus brazos rodeaban su espalda. Ingrid se sentía triste y enojada. Era una mezcla de emociones y sentimientos tan incierta que le frustraba no poder describirla.

Magnolia se siente sola. Quisiera poder tener a alguien que la escuchara pero hoy no es el momento, hoy ella debe de escucharse a sí misma, por eso escribe. Llleva evadiéndolo tantos días, tantos años. Distraída en el sexo con sus amantes, en las compras por internet cada vez que su esposo no está, en los narcóticos, en sus pensamientos, en las críticas, en las apariencias, en su ego. Hoy se siente tan cansada de escribir que hasta podría rezarle a un santo mejor de lo que Rosa jamás podría, agradeciéndole por ayudarla a seguir escribiendo.

Magnolia quisiera tener más caracter, generalmente se siente insegura y es muy decidiosa. Puede tomar una decisión que aparentemente es certera pero al poco tiempo, termina por hacer lo contrario o cambiar de opinión de repente. La gente le dice que es de sabios cambiar de opinión, pero la gente no conoce su historia…

El viernes pasado, cuando Magnolia salió con Claudia, su vecina, a un bar cerca de Santiago, después de un par de tragos, ella le decía a Claudia que desde su punto de vista las discusiones y las explicaciones por mensaje eran pésimas porque siempre se malinterpretaban las intenciones y la discusión, en lugar de detenerse, se agrandaba. O bueno, eso era más o menos lo que Magnolia intentaba explicarle porque ya estaba ebria. La semana pasada, irónicamente, ella terminó por hacer exactamente lo mismo y claramente, terminó mal. Hacía mucho, desde su última discusión con su esposo, que Magnolia no le respondía los mensajes a uno de sus amantes (cuando se lo contó a Claudia, su amiga le dijo que su sobrina le había explicado que eso se llamaba “ghosting”).

Magnolia se sintió molesta (más consigo misma) por haberle mentido a su amante y por no haber sido sincera consigo misma. Es algo que le cuesta mucho trabajo, decir la verdad. Sus miedos no se lo permiten, es presa de ellos a diario. A veces se pregunta de dónde vienen y por qué son tantos.

La gente critica con frecuencia al tipo de personas materialistas y codiciosas. A Noé le importa un culo lo que diga la gente. Sin embargo, no le gusta que no le importe lo que la demás gente dice. Quisiera poder ser menos descarado. La mayoría de las personas a su alrededor, sobretodo sus compañeros de fútbol, lo tienen en un concepto de que es aburrido y testarudo. Pero si supieran lo que él piensa cotidianamente, se llevarían tremenda sorpresa. Pero bueno, ¿qué es lo que Noé piensa a diario?

Magnolia por fin deja de escribir, solo quiere agradecer y desaparecer. No puede parar de llorar y no sabe por qué. Es una sensación que parece gustarle pero que con cada lágrima también la destroza. Le destroza no entender, no saber por qué se ha comportado así tantos años. Quiere un abrazo genuino y largo, uno de esos que uno intenta terminar pronto pero simplemente no termina y reconforta saber que la otra persona quiere que dure más, uno como aquel que el medio hermano de Ingrid le dio ayer cuando se lo pidió. Cuando Ingrid se atrevió. ¿Será eso? ¿Atreverse a ser ella misma? No, mas bien atreverse a amarse. Hoy Magnolia ha aprendido eso y no quiere dejar de hacerlo jamás.

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Alerón Cachero
Ácido-base

Presuntamente radical, hermético y creativo. Traductor en el día, escritor en la noche y neurodivergente de tiempo completo.