Me hago un portfolio (SALE MAL)

Guillermo del Palacio
6 min readJan 29, 2019

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A la izquierda, Sigüenza; a la derecha, yo con 17 años. Esto cobrará sentido más adelante.

Siempre me ha gustado el Periodismo. Esto es un problema, claro, porque es muy difícil vivir del Periodismo. Y también porque no sé si este amor es recíproco: a nadie trata peor el Periodismo que a los periodistas. Pero me encanta. Ah, por cierto, estoy en paro.

Durante los últimos tres años y algo (desde el primer día, vaya) he formado parte del equipo de BuzzFeed España, que hace unos días cerró para siempre. Ha sido una experiencia increíble que me ha permitido jugar con todas las herramientas que tenía a mi disposición, que eran dos: nuestros tests y el Photoshop (bueno, un día también utilicé un destornillador eléctrico para montar una cajonera, así que técnicamente usé tres herramientas).

Los tests, Sigüenza y yo

Estoy bastante orgulloso de lo que conseguimos con los tests, porque nos acercaron muchísimo a nuestra audiencia y me permitieron cacharrear todo lo que quise y más. En serio, hice desde un escape room a un juego en el que empezabas siendo una ameba y tenías que terminar conquistando el Universo pasando por tests para distinguir entre nombres canarios y pokémon (o entre frases de Reverte y frases de Rambo).

De todos modos, los tests por los que más se nos conocía y con los que llegamos a la gente fue los de personalidad. Con el tiempo conseguí una especie de conexión con los lectores que me permitió saber exactamente qué respuestas tenía que ofrecer para conseguir el resultado perfecto para cada persona. Es decir, conocía perfectamente a nuestra audiencia y sus gustos (esto es bueno), pero, además, nuestra audiencia nos conocía y les gustaba (esto es mejor).

Gracias a esto España entera puede saber qué meme es, qué croqueta es, qué objeto aparentemente insignificante es, qué canción de Disney resume su vida sexual o qué filósofo es (este pertenece a una serie de test en los que además presentaba las respuestas posibles como un tag yourself que gustó bastante a nuestro público). De nada.

Y funcionaban. Vaya que si funcionaban. Este test (que a su vez es una versión de este otro, que también lo petó), por ejemplo, fue tendencia mundial en Twitter, algo de lo que yo me enteré en Sigüenza y se me quedó grabado porque, sinceramente, nunca pensé que sería tendencia en todo el mundo estando en Sigüenza. El caso es que me puse nervioso y me dio un ataque de hipo que me duró prácticamente toda la noche. Mis amigos disfrutaron más de esta segunda parte que de mi éxito global.

Photoshop, bien; venderme, mal

Con el Photoshop di rienda suelta a varias de mis pasiones; entre ellas, la gramática y hacer que Marcos Chamizo, nuestro jefe de diseño –ese no era exactamente su título, pero todos teníamos cargos en inglés imposibles de recordar–, me dijese “usa otra tipografía que esa no se lee”.

Varios de los formatos que salieron fruto de esta forma de –para qué andarnos con rodeos– arte son algunos de los más exitosos que logré. Exploré qué ocurriría si los personajes de Disney (y sus villanos), Juego de Tronos, o Harry Potter tuviesen WhatsApp (también si lo pudiesen usar tu gato o tu ansiedad); cómo serían los carteles de las películas que te montas, qué pasaría si Gastón fuese a First Dates o qué listas de Spotify harían Hermione, Pocahontas, el verano en España o la moción de censura (parece increíble que no haya pasado ni un año de esto).

Lo de la gramática que decía antes viene a que también embellecí varios datos curiosos del castellano, puse nombre a las cosas que no sabes cómo se llaman (y significado a cosas que dices sin saber qué carajo son, como carajo), di unas reglas mnemotécnicas para escribir mejor que un catedrático de la RAE (también para palabrotas, pero esto que no se lo diga nadie a mi abuela), señalé unas cuantas cosas que probablemente dices y/o escribes mal (ya lo siento) y hasta me atreví a dar unos trucos para mejorar con el inglés.

Ah, bueno, supongo que también debería aprovechar para decir que una de mis funciones en BuzzFeed era la de editor. Me encargaba de hacer que todo lo publicado estuviese escrito correctamente. Me granjeé no pocos enemigos en la redacción a fuerza de sugerirles cambiar una coma por un punto y coma con cierta frecuencia. De esto podemos extraer algo positivo, que es que pocas cosas me gustan más que un punto y coma bien utilizado, y algo negativo, que es que no me sé vender, porque esto, en tanto en cuanto puesto de responsabilidad, debería haberlo comentado antes del noveno párrafo. Un fuerte aplauso.

Lo que no sabía cómo catalogar

A grandes rasgos, he hecho de todo. Pero de todo nivel desde seguir los consejos de Cosmopolitan durante una semana hasta comprobar si es verdad que un cántaro se rompe si va demasiado a la fuente (spoiler: no se rompe y, además, un cántaro pesa muchísimo más de lo que pensaba).

¡Y mucho más! Conté mis experiencias al leer por primera vez los libros de Harry Potter, di premios a los diputados de la XI Legislatura, me inventé mapas para entender España (y la recorté a tijeretazos para explicar sus diferencias), hice varios starter packs (también de profesores), escribí temas en spanglish (varios, porque me hacía mucha gracia), expliqué qué son esas cosas que tienes en casa y no sabes para qué sirven (inspirado por un bote sifónico rebelde) e hice recopilatorios de memes –que creaba yo mismo– sobre la Complutense, ser gallego, madrileño, andaluz, vasco, catalán o, bueno, Facebook.

A pesar de que siempre he salido fatal en las fotos (esta de la orla del instituto es posiblemente la mejor prueba de ello), protagonicé varios vídeos. Tuve la suerte de que este en el que trato de pronunciar palabras en alemán solo lo vieron 750 000 personas; al compañero con el que creé este formato le vieron 4,5 millones desde nuestra cuenta de Facebook.

También lanzamos Adulting, una serie de vídeos en los que dábamos consejos para ser un adulto funcional con la inigualable edición de Sandra Crespo. En un alarde de hipocresía, no solo aparecía en ellos, sino que también creaba los guiones, a pesar de no ser en absoluto adulto o funcional, en general. No soy ajeno a lo hilarante que resulta que el primero de ellos estuviese dedicado a cómo hacerse un currículum (también buscamos piso, aprendimos a dormir mejor y escribir bien, nos mudamos y hasta di clases de inglés).

¿Diste clases de inglés?

¡Sí! O sea, en el vídeo daba trucos y consejos, pero antes (mucho antes) de ser periodista di clases de inglés extraescolar en un colegio. Si esos niños no pueden votar actualmente, cerca están.

Después de esto (pero también mucho antes de BuzzFeed), fui periodista especializado en Tecnología y trabajé tanto en medios tradicionales como en medios digitales. De esta etapa me gusta recordar cuando aparecí en El Mundo con bigote y un gorro de chef photoshopeados.

Esta época más lejana y la más reciente convergen en lo que fue EnREDados, la sección de contenido viral de El Mundo (que ya no existe) en la que estuve hasta mi marcha a BuzzFeed. Sirvió de banco de pruebas y lo utilizamos tanto para experimentar con formatos similares a los que son comunes en la que luego sería mi casa laboral (1, 2, 3) como para tratar de explicar estos formatos a un público al que todo esto le pillaba bastante lejos (1, 2, 3).

Así que he tenido la suerte de poder trabajar siempre en Periodismo y de que este me quiera a su manera. Me fascinan las nuevas narrativas y la dicotomía entre medios tradicionales y nuevos medios. Esto último lo he dicho en un 50% porque es verdad y en un 50% por usar la palabra dicotomía. Estamos en un momento complejo y de cambios y creo que mi experiencia puede ser útil. Pero no nos quedemos únicamente con mi palabra; veamos qué tienen que decir de mí otras personas:

· “Guillermo del Palacio escribe muy bien y está mucho más guapo ahora que se ha cortado el pelo” — Mi abuela

· “Soy CEO de una importantísima compañía y le contrataría sin dudarlo porque existo y esto es verdad” — Un CEO de una importantísima compañía

· ★★★★☆ “Su trabajo más maduro” — Rolling Stone

· “No sé quién es ese tal Guillermo del Palacio, haga el favor de dejarme en paz o llamaré a la policía” — Un señor que me encontré en la calle Juan Bravo

Y ya estaría. Antes de despedirme me gustaría mandar un abrazo a mis compañeros durante todo este tiempo, que me han ayudado, enseñado y aguantado (no necesariamente en ese orden) y a los que deberíais seguir: Beatriz Serrano, Marcos Chamizo, Alfredo Murillo (no hace tanta falta que le sigáis, porque tiene trabajo), Laura Gómez, Sandra Crespo y Pablo Escudero. También mando un afectuoso saludo a la gente de Sigüenza y a mi madre, que me estará leyendo.

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