Decíamos hace unos días que entre los aprendizajes más significativos de estos últimos meses y como consecuencia de los cambios que hemos atravesado en este contexto ya no tan desconocido, observábamos la necesidad de escucharnos.
¿Por qué es tan importante escucharnos en este contexto? Porque más que nunca se hace evidente la necesidad de ampliar la mirada, de sostener espacios de contención, de conexión, donde trascender las apariencias y mirarnos a los ojos con compasión; de integrar las diferencias, de reconocer la interdependencia en la que habitamos y de construir acuerdos flexibles que nos permitan ser más humanos.
Decíamos que es a través del lenguaje que nos vamos construyendo y que el lenguaje nace como puente hacia el otro, como acto constitutivo; que la escucha nos habilita, nos da un lugar. Y que al sentirnos escuchados, nos sentimos reconocidos porque sentimos que existimos para el otro, y en ese acto, simplemente somos.
Sentirnos escuchados es de ida y vuelta, porque es en el intercambio del lenguaje que vamos construyendo nuestros sistemas de valores, nuestras creencias y opiniones, nuestras concepciones del mundo; en las conversaciones que entablamos con nuestro entorno cercano, nuestras familias, amigos y referentes; en las imágenes que vamos creando; en lo que expresamos con nuestro cuerpo.
Es en, la posibilidad de construir un relato sobre nosotros mismos, sobre nuestras experiencias, emociones, deseos o anhelos, que vamos existiendo. La escucha del otro nos sostiene, nos da corporalidad en el aquí y ahora.
Escucharnos nos habilita, posibilita nuestro desarrollo cognitivo y emocional. Nos permite crear nuevas ideas, nuevos conceptos, nuevos mundos, en una construcción colectiva de la que podemos ser parte activa.
Cuando nos sentimos escuchados, algo en nosotros se fortalece, se encienden luces en nuestro interior que iluminan aspectos o dimensiones que nos habitan y nos damos cuenta que nos pertenecen. Sentirnos escuchados puede ser el origen de una aventura, de un descubrimiento.
Vale hacernos la pregunta sobre:
¿Cómo escucho yo, como individuo? ¿Qué creencias se me activan al escuchar? ¿Cuándo escucho, me pongo a disposición del otro? ¿Estoy abierto desde mi mente, mi corazón y mi voluntad? ¿Cuándo escucho, estoy dispuesto a que aparezca algo nuevo?
Escuchar es un acto de respeto, es decirle al otro yo estoy aquí para tí; tú tienes un lugar en mí; te veo, estás aquí compartiendo conmigo este continuo existir.
¿Por qué es tan importante escucharnos en este contexto?
Porque más que nunca se hace evidente la necesidad de ampliar la mirada, de sostener espacios de contención, de conexión, donde trascender las apariencias y mirarnos a los ojos con compasión; de integrar las diferencias, de reconocer la interdependencia en la que habitamos y de construir acuerdos flexibles que nos permitan ser más humanos.
Por: Elisa Bentancur
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