¿Por qué Colombia dijo no?

CRIES
4 min readOct 13, 2016

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Edwin Murillo Amaris

El 2 de Octubre pasado Colombia se expresó “democráticamente” por medio de un plebiscito respecto a la refrendación de los Acuerdos firmados entre el Gobierno Nacional y el grupo guerrillero denominado las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia). Uno días antes, el 26 de septiembre en Cartagena, ante la presencia nacional e internacional se firmaron los acuerdos como expresión de un hito en la historia de conflicto armado interno. El entusiasmo de cuatro años de diálogos en su fase pública, más de 2 de fase exploratoria, quedaron plasmados en la majestuosa ceremonia en esa ciudad del caribe colombiano, pero a los 6 días siguientes los colombianos en las urnas dieron un “NO estar de acuerdo” con lo pactado. La sorpresa sobrevino sobre gran parte de la población colombiana y sobre la comunidad internacional.

¿Qué pasó? Todo se había desarrollado de la mejor manera y parecía que la tan anhelada y esquiva paz llegaría. Sin embargo, por un estrecho margen de 54.000 votos, los adeptos al NO lograron detener la implementación de los Acuerdos, pues el plebiscito deja en “entre paréntesis” el impulso de ver a las bélicas FARC ingresando a la vida civil y política del país contra el que habían luchado por más de 60 años. La reflexión se agrava cuando se contempla que el abstencionismo llegó al 62,6% del censo electoral de ese país. Solo votó el 37.4%, es decir 13.065.858 colombianos, de un total de 34.899.945 personas habilitadas para votar. Algo tan trascendental como aunar esfuerzos para reconstruir el país después de 68 años de enfrentamiento (contando desde 1948, asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y punto de partida del proceso bélico) solo convocó a un mínimo sector. Incluso, algo aún más sorprendente, de lo que votaron, 257.000 fueron votos inválidos (80.000 no marcados y 170.000 nulos por haber sido mal marcados).

¿Por qué se dijo NO en un país donde el SÍ era obvio? Las conclusiones son diversas y se considera importante abordarles contextualmente para comprender el fenómeno. Luego, podrán realizarse algunas aproximaciones a lo posible en esta situación de “incertidumbre” por el que pasa Colombia. En un primer acercamiento a encontrar respuestas, Colombia dijo NO porque un período tan largo de enfrentamientos ha resquebrajado e, incluso, roto el tejido social, la confianza y la cohesión social. No hay sentido de lo común en una sociedad que solo ha visto choques entre diferentes actores al margen de la ley con las fuerzas del Estado, la institucionalidad, la sociedad y, por supuesto, entre esos mismos grupos para controlar territorio y medios para la guerra. Podría afirmarse que los colombianos han llegado a ser una sociedad donde la desconfianza pulula todas las esferas y, por ende, reacciona con la indiferencia ante los problemas públicos, la ausencia participativa y, por supuesto, la prevención como “mecanismo de seguridad individual o grupal”.

El abstencionismo es un factor presente en el esquema democrático de Colombia, como acción indiferente, desconfianza y escepticismo respecto a lo que los políticos pueden gestionar en beneficio del bienestar general. Indudablemente, a la historia de conflicto se suman los altos niveles de corrupción y clientelismo que permea la historia política de este país y que se expresa en los “cacicazgos regionales” que dominan y controlan por “núcleos familiares” el poder político, al mejor estilo del esquema weberiano de la “dominación tradicional”. Incluso, en análisis de la complejidad del caso colombiano, se han llegado a acuñar términos como “la parapolítica” y la “Farcpolítica” para marcar esa dinámica en regiones donde el político estuvo cooperante y supeditado al poder los grupos paramilitares y a la guerrilla de las FARC, llegando hasta el Congreso de la República, a los órganos del poder judicial y las instituciones de seguridad y defensa del Estado. Este conjunto de factores ahondó la desconfianza que suscita el escepticismo y la indiferencia respecto a la capacidad de participar.

A lo anterior, se suman los actos vandálicos de los grupos al margen de la ley, sobretodo los que han denigrado lo humano hasta sus últimas consecuencias: secuestros, retenciones, masacres, entre otras barbaridades. La indignación se hace presente en las esferas de todos los colombianos y se expresa en un escepticismo frente a las “intenciones” de los grupos de desarmarse y reintegrarse, además de una historia de “disidentes” de anteriores procesos de desmovilización que retornaron a la guerra ingresando a otros grupos al margen de la ley o “recibieron las ventajas acordadas”, pero avanzaron en lo ilegal.

De esta forma, un primer acercamiento del “¿Por qué NO?” ubica la reflexión en fundamentos esenciales que marcan la configuración social y sus respuestas ante tantos años de enfrentamiento. Este punto nos conduce a un segundo insumo de análisis que será abordado en un próximo escrito: la incapacidad para aceptar al otro, creer en que es posible el cambio en quien se equivocó. Colombia “dijo NO” porque hay una serie de variables que tienen que ver con la ruptura de la esencia política: ser persona: “una persona solo es persona a través de las otras personas”. Cuando las últimas 6 décadas han mostrado lo contrario a través del conflicto y la violencia, es muy difícil “decir SÍ”, en primera instancia.

Edwin Murillo Amaris es Doctor en Gobierno y Administración Pública. Profesor Asistente Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, D.C.) Coordinador del Proyecto PanAmazónico, Oficina para el Fomento de la Responsabilidad Social Universitaria, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, D.C.)

¿Por qué Colombia dijo no? 2da parte

¿Por qué Colombia dijo no? 3ra parte

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Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales