Zapping cultural 2: en busca de la viralidad

Pedro Molina
4 min readMar 3, 2022

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Necesito inspiración para empezar este texto porque quiero que sea viral. Busco fuerzas con las stories que escribe Ivana Nadal y que dos millones seiscientas mil personas leen en su Instagram: “Aceptar es evolucionar, es transformar, es soltar, es libertad; liberate y ahí vas a encontrar la paz, está en vos, es tu alma sin estructuras, sin pensamiento, sin densidad, es la sutileza del ser”.

No me convence, así que miro un reel de Sofi Jujuy: “Es clave dónde te parás en la vida, elegir desde el amor o el miedo y aunque a veces cueste un poco más, voy a intentar encarar todo desde el amor”, dice. Tiene un millón seiscientos mil seguidores. Las redes nos enseñaron que la popularidad es redituable y que tiene valor. Porque si muchas personas te eligen, sos bueno, divertido, bello o interesante, así que acepto estos consejos claudiomaríadominguezcos y voy a lo mío.

Hace un mes escribí el Zapping cultural de verano y no lo leyeron más de 100 personas. Insisto con la idea porque me gusta el intercambio con los pocos que leen. En un cumpleaños familiar discutimos sobre la responsabilidad del contenido de los influencers respecto a su audiencia. Un amigo me compartió un video de Sebastián De Caro, que es una genialidad, donde explica que todo es para todos porque la sociedad nos necesita consumiendo. Eso somos en Instagram.

En Twitter, en La Nación, en Infobae y en Filo News están preocupados por la salud de Yao Cabrera. Aparentemente se cayó de un tercer piso y estuvo en terapia intensiva. Sé que es un youtuber, pero conozco poco de lo que hizo. Lo googleo y una de las preguntas sugeridas es: ¿qué hizo Yao Cabrera para que lo odien tanto? Tiene 11 millones de seguidores, es influencer cripto y se prepara para boxear contra el Chino Maidana en Dubai. Los algoritmos hacen que nos enteremos de un montón de cosas que no nos interesan.

Tampoco nos interesaban los incendios en Corrientes hasta que Santi Maratea la convirtió en una causa cool. Por un rato dejamos de mirar tetas, de comprar los canjes de los famosos, de envidiar las vidas de las celebrities y de discutir sobre el Concha Potter para tomar conciencia y juntar plata por una causa noble. Maratea maneja el electrocardiograma de las redes y él nos dice qué es lo importante. Es la nueva élite: los medios envidian su capacidad de marcar agenda y los políticos envidian su capacidad de movilización de masas. Una movilización muy siglo XXI: sin caras, desde la casa y por tiempo determinado. Puede apagar un incendio, hacerle perder plata a las obras sociales o ridiculizar a algún ridículo. Algún día va a querer ser presidente. Me gustaría volver al cumpleaños familiar y decirles: ¿en serio siguen creyendo que una persona con este poder no tiene ninguna responsabilidad a la hora de comunicar?

Hace unos años, un amigo de izquierda me decía: estoy esperando el día que Tinelli con 20 puntos de rating en vez de bailando por un sueño haga un concurso de organizaciones populares y hable de la redistribución de las riquezas. Le escribí para preguntarle si lo que estaba haciendo Maratea era eso. “La plata no es la solución porque para modificar las estructuras sociales dominantes se necesita compromiso físico y moral”, dice. Yo me conformo con que la conversación pública gire en torno a los incendios y no sobre que la hija de Guido Pella y Stephie Demner no nació y ya tiene 78 mil seguidores en Instagram.

Todos nos exponemos, queremos –y creemos que podemos– ser virales, hasta Arianna que por ahora es una ecografía. No voy a hablar mal de ella porque siguiendo el consejo del reel de Jujuy, quiero encarar todo desde el amor. Hace unos años, un australiano entró a una mezquita grabando en vivo para Facebook Live y mató a 50 personas. Logró ser viral y las métricas ganan cualquier discusión. Quisiera incluir en este zapping cultural que hay un nuevo juego online, que te hace pensar, que te aporta vocabulario, que es divertido y que lo juegan personas de cualquier edad, pero serían argumentos livianos. Entonces, apelo a los números: el 13 de febrero más de un millón de personas jugaron la versión en español del Wordle. El ingeniero que lo inventó durante la pandemia para pasar el tiempo con su novia, lo vendió por millones de dólares al New York Times. Ahora sí, lo puedo mencionar.

Se lo recomendé a mi sobrino de 7 años, que empieza siempre con la palabra “Radio” y que cambia la fecha de la tablet para jugar más de una vez por día. Que nadie diga que las nuevas generaciones están perdidas. El fenómeno tiene una explicación: la gamification, una nueva tendencia donde todo tiene que ser lúdico porque en lo más profundo de nuestro ser, somos eso: personas que queremos entretenernos, ya sea con Jujuy, con Maratea, con Arianna Pella o con el Wordle.

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Pedro Molina

Escribí el libro Alerta Rojo con Panqui Molina y acá tomo apuntes para entender los fenómenos comunicacionales. No siempre lo logro. En Twitter, @unpedromolina.