¿Qué tipo de compañía es una startup y cuándo ésta deja de serlo?

Acuñar el término “startup” a cualquier empresa del sector tecnológico es el pan nuestro de cada día. Hoy vengo a explicar cuál es el concepto que yo concibo como startup. También reviso cuándo se considera que una startup ha dejado de serlo (o por qué no lo ha sido jamás).

Álvaro Bernal
8 min readOct 26, 2014

Como no teníamos líos, polémicas ni ambigüedades con mi última entrada en esta plataforma, vamos a añadir más leña al fuego (no vaya a ser que se nos apague).

Bromas aparte, vosotros no sé, pero yo estoy un poco hasta las narices de ver empresas y pymes del sector tecnológico hacerse llamar startups cuando en realidad no lo son para nada. Como si yo me llamo a mí mismo fontanero sólo porque bajo mi cocina hay tuberías (que ni yo he puesto, ni sé arreglar si se rompen).

Pero claro, como digo, en nuestra actual cultura cada uno considera startup lo que quiere. Muchos piensan que simplemente por trabajar en tecnología son startups, y otras personas también opinan que Facebook, Google o Apple han dejado de serlo. Ninguno en este mundo poseemos verdades universales, y mucho menos en temas tan ambiguos como éste. Yo vengo a expresar mi opinión, la cual es el fruto de un tiempo siguiendo, observando y trabajando en startups. Y por supuesto, también intentando lanzarlas (en dos ocasiones, para ser exactos).

¿Qué es una startup?

Considero como startup una empresa (no necesariamente pequeña) que basa su trabajo en el estudio y desarrollo de un producto con un claro índice de innovación, aportación de valor o solución de problemas de un sector, mercado o grupo de usuarios. Claramente, la inmensa mayoría de estas compañías se dedican a la tecnología, puesto que es el campo en el que más solemos ver lo que comento acerca de innovación y desarrollo.

El método Lean Canvas es una práctica necesaria en el proceso de creación de una startup para descubrir y definir los problemas que encontramos, cómo vamos a solucionarlos, qué valor vamos a aportar al mercado, en qué nos vamos a gastar el dinero y cómo lo vamos a ganar.

Además de esto y como su nombre bien indica, una startup es una compañía que crece de manera más acelerada que las empresas convencionales por varios motivos. Uno de ellos es que suele contar con apoyo económico o administrativo externo; por un lado tenemos los inversores o socios y por otro las lanzaderas e incubadoras de startups (en este último mundo hay bastante mafia, pero eso da para otra entrada).

¿Por qué las startups necesitan estos apoyos? Cuando tú abres una tienda de ultramarinos en un pueblo sabes que tarde o temprano la gente empezará a entrar y comprará lentejas, aceite o habichuelas (siempre y cuando tenga precios acordes con el resto del mercado y no haya más tiendas similares cerca). En cambio, cuando estás innovando y creando algo nuevo, no sabes con exactitud la aceptación que va a tener entre los usuarios, no conocemos la respuesta del mercado. Pues planearlo, puedes imaginarlo, puedes creerlo con todas tus fuerzas… pero nunca lo sabrás con exactitud.

Este gráfico muestra a la perfección cómo funcionan las rondas de inversión en una startup, desde la ronda “seed” (o semilla), necesaria para conformar un prototipo del producto (por ejemplo), hasta la salida a bolsa. Al avanzar en rondas vemos cómo el riesgo va disminuyendo y el capital aumentando.

Si un inversor mete pasta en tu proyecto, espera recuperarlo pronto. El mercado evoluciona rápido y hay que ser ágil para adaptarse a él e innovar desde su núcleo.

“No sobrevivirán las especies más fuertes, ni más rápidas, ni más inteligentes… sino las que mejor se adapten al cambio” — Charles Darwin

Es curioso cómo una frase de hace tanto tiempo y que no tiene nada que ver con la tecnología ni con el mundo de la empresa, es tan válida para explicar lo que sucede en el sector startup.

No todo lo que usamos hoy lo seguiremos usando mañana, y posiblemente si hoy nos enseñasen algo que usaremos en los próximos años, no nos adaptaríamos a él. Aquí tenemos ejemplos de los dos casos, uno que se usó mucho hace años y que ya no se usa (MySpace) y otro que se empezó a usar, no funcionó y se acabó usando después de forma masiva (el Apple Newton en 1987 y el iPad en 2010 como evolución de éste).

Esta velocidad es necesaria, y sin el apoyo de los inversores es muy difícil coger el ritmo que una startup requiere… no conseguirás subirte a este tren que circula tan deprisa. Sin pasta no podrás contratar ingenieros o diseñadores que conviertan tu idea en un producto tangible y con la forma correcta, o no podrás pagar publicidad (en caso de que la necesites), entre otros muchos casos. Incluso si tu idea es conseguir financiación mediante crowdfunding necesitarás una pequeña inversión para construir el prototipo de tu producto o contratar a Sandwich Video para que te componga la presentación de Kickstarter.

¿Por qué el ambiente de trabajo en una startup debe de ser cool?

Aquí podría conducir a “Entre sofás y futbolines se trabaja mejor”, una de mis primeras entradas aquí, en Medium.

Una startup requiere de la creatividad y el ingenio de sus empleados, por lo que el entorno en el que se vaya a desarrollar la actividad de los mismos debe incitar a esto. Si los diseñadores, programadores y demás empleados trabajan en cubículos, sin comunicación y sin un entorno agradable que les inspire e incite a trabajar más cómodamente (y mejor), me temo que no podrán “segregar” esa creatividad e ingenio que una startup tanto necesita.

Por un lado, una oficina con cubículos y entorno clásico de trabajo. Por otro, el entorno típico en una startup en una fotografía de stock.

Como digo en la entrada que cito poco más arriba, la gente que se divierte en el trabajo es más creativa y productiva, trabaja más y mejor. No estará mirando el reloj continuamente para salir de la oficina, no estará haciendo las cosas rápido y mal para acabar pronto… le gustará su trabajo, intentará superarse diariamente y buscará aportar valor a la empresa creando lo excepcional (en lugar de lo suficiente).

Si a demás de esto, le pagas lo que merece, evitarás con mayor seguridad que a la más mínima oferta de otras empresas se vaya fuera. En mi caso particular, llevo 7 meses trabajando en una startup real (o que considero una startup real puesto que cumple todo esto que digo) y he rechazado unas 5 ofertas de trabajo desde entonces, una de ellas por mayor remuneración económica. Digo yo que señal de algo, es.

Obviamente, para poder cumplir todo esto hace falta dinero y financiación, por lo que volvemos al punto primero del artículo.

¿Cuándo una startup deja de serlo?

No todo dura para siempre. Pero para empezar, partamos de la base de que aquellas empresas que nunca han sido startups, no pueden “dejar de serlo”, por mucho que se lo hayan llamado a ellas mismas.

Y luego, hay quien opina (y no digo que estén equivocados) que cuando una startup crece demasiado, deja de serlo. Es muy común el comentario de que Facebook, Google o LinkedIn (por poner 3 ejemplos) ya no son startups.

Quizás el cuándo una startup ha dejado de serlo sea un concepto aún más ambiguo que cuándo una empresa es o no una startup. Pero por suerte, hay personas (como Marek Fodor) que se han calentado la cabeza en idear una especie de lista que define las características de una empresa que ha dejado de ser una startup.

Foto de una de las oficinas de Everis en Cataluña. Everis es una consultora internacional caracterizada por sus jornadas larguísimas con horarios restrictivos, sus sueldos extremadamente bajos y sus equipos de trabajo mediocres. Nunca me ha gustado ver una oficina con gente trabajando en tecnología vestida con traje y corbata.

En primer lugar, Marek Fodor apunta que esto sucede cuando la empresa alcanza el break-even point, es decir, cuando gasta lo mismo que ingresa (ni más, ni menos). Continúa su lista afirmando que también deja de serlo cuando la empresa ha contratado una o varias secretarias, la mayoría de empleados trabaja más de 8 horas y media diarias o la fuente principal de inspiración son las ideas lanzadas por la competencia. También con el hecho de que los fundadores o jefes tengan despachos independientes del resto del equipo y que la oficina siga funcionando igual (o mejor) cuando ellos no están que cuando sí.

Aquí he de reconocer que en algunos puntos discrepo. En primer lugar, en lo de trabajar más de 8 horas y media diarias. Una cosa es tener horario fijo y restrictivo, lo cual no es propio de una startup, y otra es no trabajar más de ocho horas y pico “porque sí”. En una startup unos días trabajas más y otros menos, al igual que es común trabajar noches, fines de semana y echar jornadas de 10–12 horas seguidas (y quizás más). Un ritmo acelerado necesita de eso (y ya se descansará cuando se pueda), y es algo que debe ser voluntad pura y dura del empleado y compromiso con el proyecto.

Otro punto (que no he incluido en la lista) que apunta Marek es que la empresa tiene más de 2 años. Aquí sí que no puedo estar de acuerdo; si una startup pasados los dos años sigue aportando valor, sigue innovando, sigue creciendo y sigue adaptándose al mercado, ¿por qué tiene que dejar de ser considerada una startup? Yo sí soy de los que opinan que Google o Facebook siguen siendo startups, pese a que ambas han superado la docena de años ya.

¿Hay tantas falsas startups porque está de moda llamarse “emprendedor”?

Yo creo que la respuesta es obvia. La palabra “emprendedor” existe desde hace mucho tiempo y se refiere a aquella persona que está al cargo de un proyecto o una startup (ya sea sólo o en compañía de algún socio) y que asume cierto riesgos y sacrificios en este proceso (aportar capital, dejar su anterior trabajo, invertir su tiempo libre, etc).

El caso es que hoy en día, desde que empezó la crisis, la palabra emprendedor ha cogido muchísima fuerza (puesto que hay mucha gente que se está dedicando a emprender, y hacen muy bien). Y claro, cuando una palabra o un concepto se extiende a un nivel tan amplio, se acaba corrompiendo. Hoy en día llamamos emprendedor a casi cualquiera, da igual si realmente ha tenido lo que hay que tener para montar una empresa y sacarla adelante, si es un simple autónomo en su casa o si tiene un blog en WordPress o un canal de YouTube (y en este caso no hay empresa, ni suele haber capital riesgo, etc).

Esto ha provocado que a muchos emprendedores reales no les guste llamarse a sí mismos como tal. Hemos conseguido que este término se use de puro postureo, igual o más aún que el término “CEO”. Véase, “CEO del canal de YouTube (…)” y “CEO del blog (…)”, que lo he visto en varias ocasiones, o “CEO de (…)” cuando en realidad estoy yo sólo en la empresa y soy autónomo.

He de decir que esto último hay mucha gente que sí lo considera emprender (pierdes tiempo libre, pones en riesgo tu capital, etc…), pero eso no convierte a tu proyecto en startup ni a ti en su CEO.

Apunte: aquí está el enlace completo en el blog de Marek Fedor en donde explica su percepción sobre cuándo acaba la fase startup en una compañía.

--

--