La píldora del día después es abortiva y otras mentiras de la prensa.

Clara
5 min readJul 19, 2015

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Me gustaría compartir algo que me ha sucedido esta última semana. Advierto que es una historia un poco larga; os ruego paciencia y que consideréis leerla hasta el final.

El lunes de la semana pasada, día 6 de julio de 2015, se hizo pública esta noticia: Una sentencia del Tribunal Constitucional avala a un farmacéutico en su objeción de conciencia para no vender la pastilla del día después.

En dicha sentencia se utiliza el pretexto de que la píldora del día después (PDD) es abortiva, y se refieren a una supuesta falta de consenso científico. La sentencia es un despropósito por muchos motivos, como advierte la magistrada Adela Asúa en su voto particular o se explica aquí y aquí. Personalmente, me centraré en cómo afecta a mi campo: soy farmacéutica y me estoy preparando para especializarme en salud sexual y reproductiva. Ambos pretextos esgrimidos en la sentencia, tanto que la PDD es abortiva como la falta consenso científico, son falsos. Es un posicionamiento ideológico flagrante por parte del demandado, del ponente, y del fiscal.

La inmensa mayoría de medios que he consultado informó apropiadamente, refiriéndose al fármaco en cuestión como píldora poscoital, anticonceptivo de emergencia, o simplemente píldora del día después –término coloquial más utilizado y reconocible– sin poner en conflicto el contenido de la noticia con la terminología correcta. Pero la noticia me llegó a través del enlace a un medio, El Español, que se refería al fármaco como «píldora abortiva» en el link, titular y primer párrafo de la noticia.

No puedo hacer nada acerca de la sentencia del TC, más que esperar que sus incongruencias caigan por su propio peso. Pero la falta de rigor científico en un medio sí que podía intentar solucionarla.

Me puse en contacto con el periódico con una propuesta de corrección. Les informé de que esa denominación era médicamente incorrecta, especifiqué las razones y aporté bibliografía. Les pedí que corrigieran la terminología, porque podría llevar a confusiones innecesarias y alimentar una polémica que no debería seguir existiendo. Me contestó la misma autora del artículo defendiendo su responsabilidad de transmitir la información tal cual figura en la sentencia, y atacándome por mi insignificancia en relación con la posición y estatus del fiscal y los miembros del Tribunal. Continuamos intercambiando mails hasta que quedó claro que el artículo iba a quedar como estaba. Asumí un posicionamiento ideológico también por parte del periódico y lo dejé estar.

Dos días más tarde, la misma periodista que se había negado a corregir su contenido me propuso escribir un artículo sobre la píldora del día después, desde una perspectiva científica, para el medio en cuestión. ¡Una publicación de índole científica en un medio mayoritario! Accedí encantada. Mis únicas condiciones fueron el nombre con el que quería firmar, y leer la versión final editada antes de su publicación.

Por supuesto, procedí con cautela, y me esforcé para hacer un artículo científico, riguroso, irreprochable. Al fin y al cabo es un tema polémico y fácilmente polarizable, y lo sé bien. El argumento científico no es suficiente: no puedes permitirte dejar ningún espacio abierto a la interpretación. La búsqueda de información fue intensa y extensa. Contrasté todos los datos encontrados varias veces, hice un seguimiento de las investigaciones desde el origen de los anticonceptivos de emergencia hasta hoy, repasé los mecanismos de fecundación y las investigaciones conducidas sobre ellos. Vertí todo lo que conozco sobre el tema, y también información buscada, contrastada y procesada en concreto para este artículo.

Estoy orgullosa de mi trabajo. Y lo entregué a un medio a sabiendas de que podían manipularlo, pero pensando que si no alteraban el contenido podía salirme con la mía y hacer llegar la información científica, sin sesgos, a la gente.

Así que puedo decir que el resultado me decepcionó profundamente, pero no me sorprendió.

Me parece correcto ofrecer dos opiniones en contraste, pero no de esa forma. Los dos puntos de vista son contrarios y se contradicen por completo, pero al no figurar referencias científicas ni fuentes de ningún tipo, toda la información queda reducida a opinión, y su credibilidad depende exclusivamente de la predisposición del lector. Además, el formato de la página, con dos pestañas, presenta por defecto a los «expertos» que defienden que la PDD puede ser abortiva mezclando información médica –falsa y fácilmente rebatible– con ética –ética según sus palabras; en realidad se refieren a moral– y para acceder a mi pieza hay que seleccionar la siguiente pestaña. Esa pestaña es una trampa en la información, ya que antepone una pieza a otra, dejando la mía relegada a un segundo plano. No se ve bien en la versión móvil de la web, y me atrevo a decir que parte de la población, aquella de menos experiencia o habilidad digital, podría ni siquiera percatarse de que hay dos versiones. O en realidad, tal y como está presentado y formateado el artículo, un contrapunto. De haber sabido que mi texto iba a ser un contrapunto y a carecer de referencias bibliográficas indicadas, lo hubiera planteado y escrito de una forma muy distinta.

Mi objetivo en el momento presente es intentar hacer llegar a el mayor número de personas posible mi trabajo original, propuesto y creado con todo el rigor y objetividad que me son posibles, con la intención de paliar los efectos de la desinformación sobre esta polémica tan politizada, de orientación tan ideológica y discriminatoria. Con esto no quiero dar a entender que estime mi artículo como perfecto, ni mucho menos. Pero dado mi oficio y mi vocación, considero que tengo la responsabilidad de tratar de hacer llegar a la gente, a todos pero especialmente a aquellos susceptibles de emplear el tratamiento, los datos más precisos y científicamente correctos que tenga al alcance. La información dota a cada paciente de capacidad de decisión y autonomía; la divulgación de información incorrecta o sesgada es una vieja táctica, bien conocida y muy utilizada, de manipulación y disuasión, especialmente en el ámbito de salud sexual y reproductiva, como es este caso.

Os dejo con el artículo original y sus referencias. Gracias por vuestra atención y difusión.

Edit: seis horas más tarde de que empezara la difusión de este post –¡Gracias a todos!– El Español ha tenido a bien corregir el formato del artículo publicado. Me parece una corrección sensata y adecuada. Me apena que el formato no fuera ese desde el primer momento, pero al mismo tiempo me alegra que hayan sido capaces de rectificar. ¡Exigid fuentes en vuestro periodismo científico!

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Clara

Farmacéutica especializándose en educación sexual y justicia reproductiva. Me gusta verbalizar.