Maranhão: donde duerme Dios
La ruta de las emociones o Rota das Emoções es un proyecto diseñado para promover el turismo en los estados de Ceará, Piauí y Maranhão. Hay paquetes de viajes que se encargan de armar los paseos. Son infaltables la Praia de Jericoacoara (CE), la Delta de Parnaíba (PI) y los Lençóis Maranhenses (MA). Me enteré de la existencia del proyecto a mitad del camino. Y seguí desplazándome por mi cuenta. A este último estado llegué tomando un bus desde la ciudad de Parnaíba hasta una más pequeñita llamada Barreirinhas, conocida como la puerta de entrada de los lençóis.
Exceptuando el río, no tengo registros de la ciudad. Y es que Barreirinhas me pareció desordenada y fea, mas no peligrosa. Recomiendo a quienes quieran terminar la Rota das Emoções, lo hagan a través de Atins, una villa de pescadores que también tiene acceso a las aguas del Preguiças que lleva a los Lençóis Maranhenses. También encontrarán bellos registros de este paraíso en la cuenta de instagram de Nico, un canario-alemán que conocí la última navidad en Bahía y que vivió casi el mismo tiempo que yo en Brasil. Sus fotos son un sueño. Y una declaración de ese amor tan grande que mi amigo tiene hacia Atins y Río de Janeiro.
El tour a los Lençóis Maranhenses oscila entre los 40 y 300 reales, dependiendo de si son paseos de mediodía o un full day. Conocí a un minero que nadó en ese mar de dunas durante unos cuatro días. Yo no pude pero lo que conocí me encantó. La pousada en la que me hospedé me ofreció el paseo de trescientos. Pasaron a recogerme al día siguiente y en una camioneta, comenzó la aventura.
Las sábanas del edén 🛌💤🛏️
El recorrido inicia en el río Preguiças, curso de agua de 135 kilómetros de extensión que nace en Santana do Maranhão hasta llegar al océano Atlántico en el municipio de Barreirinhas. Un conglomerado de ecosistemas de dunas y manglares, combinado con vientos y lluvias generan la aparición de lagunas cristalinas y azulinas dentro de esos lençóis o sábanas de arena. Tal fue el impacto del Parque Nacional de los Lençóis Maranhenses que sirvió de escenario para grabar algunas de las escenas de Marruecos en la telenovela El Clon.
Me zambullí en la Lagoa Bonita y la Lagoa Azul. Ambas forman parte de Barreirinhas pero la superficie de más de 156 mil hectáreas del parque nacional se encuentran distribuídas en ese y otros dos municipios: Primeira Cruz y Santo Antonio do Maranhão. Ahora bien, ¿cuál es la mejor época para realizar visitas? En teoría entre julio y agosto donde las lagunas llegan a su auge. Dicen que de enero a marzo llueve bastante y eso no garantiza que las lagunas hayan llegado a su estado natural más bello.
No sé si habré tenido suerte pero yo viajé durante la segunda semana de enero y lo que vi me pareció hermoso. Tampoco llovió. Vino a mi mente durante esa única visita la voz de Antoine de Saint Exupéry en El Principito, cuya frase nunca antes había hecho tanto sentido:
Lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo.
Es curioso, pero cuando visité el Parque Nacional dos Lençóis Maranhenses, no tenía idea de lo legendario e impetuoso que era para otros brasileros. En honor a la verdad, lo único que me interesaba era completar toda la región nordestina. Fue solo después de la visita a Maranhão que descubrí como dichos lençóis, o como las he apodado yo, las sábanas de la cama de Dios, eran un sueño para los viajeros. Y si ahora tuviera que elegir entre todo lo que conocí de esa ruta de las emociones, sin duda, mi primera opción sería este espectáculo de azules en el cielo, verdes en las aguas y blancos en cada grano de arena. Porque son, verdaderamente, un sueño.
El río de las tres naciones 🇵🇪🇫🇷🇻🇪
No se le llama así al río Preguiças que nos lleva de Barreirinhas a los Lençóis (y viceversa) pero recuerdo con mucho cariño haber conocido a una pareja de extranjeros nadando en ese río: Tukui de Venezuela y Steven de Francia. Ambos trabajan con arte textil y hoy viven en Alter do Chão, otro paraíso en el estado de al lado: Pará.
En aquel entonces, ambos se encontraban pasando sus últimos días dándole una oportunidad a la ciudad en Maranhão. Y aunque a ninguno de los tres nos gustó, hoy agradecemos ese encuentro. Nadar en ese río. Y todo lo que nos dijimos durante esa bella tarde. Y la otra. Que nos llevó meses después a volver a cruzar caminos. Pero en Alter. Gracias a los dos por ser los únicos amigos que hice en aquel pueblo perdido en el fin del mundo.
Hace un rato, así de la nada, me vino a la memoria un recuerdo mientras camibaba no sé si con uno o los dos chicos. Estábamos bordeando los márgenes del río. Y un pescador, de la nada, soltó un “qué bonito te ves con esa barba blanca en el mentón”. No sentí ni un ápice de sarcasmo o flirteo en sus palabras. Simplemente lo vio y lo dijo, ya está. Le di las gracias y me dijo algo así como: “No me tienes que agradecer, es lo que Dios te dio”.
Me gustó escucharlo. Siempre tuve esta idea de que en mi ciudad natal quién era o en todo caso cómo me veía no se ajustaba al patrón de belleza establecido en mi país: alto, claro y ordenado. Brasil, de pronto, enfatizaba que no tenía que ser como nadie, solo ser yo y que eso no significaba ser invisible. Me gusta pensar que era ese Dios en cuyas sábanas caminé, manifestándose a través del anciano y la leveza de su alma.
La capital de Maranhão 🏨🧡🌈
Su nombre es São Luís. Y llegué en bus desde Barreirinhas luego de cuatro horas de viaje, pagando cerca de 60 reales. Me hospedé en un hostel llamado Casa Guarnicê. La vibra me encantó. El dueño es un joven llamado Lucas y su intención es permitir que los huéspedes se inmersen en la cultura maranhense. Todo esto es posible gracias a que la casa se encuentra en el corazón de la capital: el centro histórico de São Luís.
El desayuno era buenísimo, también viene a mi mente la ventana grande con vista a la ciudad, la literatura LGBTIQ+ en la recepción, bellas pinturas en las paredes de la casa y el cuarto Divino, emblema de Guarnicê. Los días que estuve me sentí bastante acogido, tanto que al perder el bus hacia Belém do Pará decidí regresar solo para estar una noche más en el alojamiento.
La capital maranhense no se destaca de las otras nordestinas por sus bellas playas. Siendo honesto, no lo son. Tuve la oportunidad de pasar un día en la Praia Litorânea y estuvo bien, pero Natal, Jeri y Barra Grande se la llevan de encuentro. Aún así, no dejó de ser gratificante ver a los kitesurfers haciendo lo suyo.
No será la playa pero São Luís tiene lo suyo. De hecho se le llama la “Jamaica brasilera” porque tiene la mayor cantidad de seguidores de reggae en el país. Algo, además, en las iglesias, las calles y las casitas con ventanas y azulejos me recordó mucho a una mixtura entre Lisboa y Salvador. El lugar tiene demasiada vida. Contra lo que pensé antes de conocerla, no la encontré insegura y cabe mencionar que ocupó el top de ciudades con mejor éxito en campañas de vacunación durante la pandemia. La #1 en la región nordeste.
Mi tierra tiene palmeras donde canta el sabiá. Las aves que aquí gorjean gorjean como allá. Nuestro cielo tiene más estrellas. Nuestras llanuras tienen más flores. Nuestros bosques tienen más vida. Nuestra vida, más amores. — Gonçalves Dias (Canción del Exilio)
Haber vivido dieciseis meses en Brasil me dio la suerte de regresar, en más de una ocasión a destinos donde fui muy feliz. Sin embargo, no dejo de atesorar las memorias, hoy cada vez menos nítidas de lugares que solo pisé una vez. Miro hacia atrás y estoy en un viaje que no imaginaba duraría tanto. ¿Eso me hizo disfrutarlo más? No. Creo que en mi caso era feliz y sí lo sabía. Como esa noche en que, caminando en el centro de la ciudad, abrazando desconocidos que me presentó alguien del hostel y al son de Giz, surgió un buen beso.
Nos leemos en el próximo estado… ¡Pará!