¿Por qué Harry Potter fue un suceso mundial? Primera parte: lo conocido.
Para que una obra se convierta en un fenómeno mundial, o simplemente sea exitosa, debe, por un lado, parecerse a algo ya conocido y, por otro, ser singular. En este primer artículo acerca de Harry Potter nos detendremos en el primero de estos dos puntos.
¿Por qué una obra para ser exitosa debe parecerse a algo ya conocido? Bueno, por el simple hecho de ser ‘digerible’. Quiero decir, ninguna obra extremadamente singular será un éxito de taquilla, al menos en su tiempo. Tal vez ustedes ya esten pensando ejemplos para rebatir lo que digo, pero estoy seguro de que esas obras singulares en las que están pensando se parecen mucho a otras antes escritas, tal vez en aspectos que no son evidentes a primera vista. Hablaré aquí, pues, acerca de la estructura narrativa, del héroe y de las características de ‘novela de aprendizaje’ presentes en la saga Harry Potter.
La estructura narrativa
La estructura narrativa de Harry Potter no es ninguna novedad. De hecho, la podemos entender a la perfección si la pensamos desde lo que en cine se conoce como montaje americano, o escuela americana.
D. W. Griffith, director de cine norteamericano de principios del siglo XX, fue el pionero de esta escuela. Básicamente, se trata de plantear relaciones binarias (pobres/ricos, buenos/malos, blancos/indios) y ponerlas en conflicto mediante un montaje alternado paralelo (esto es, una imagen de una parte sucede a la otra). Este conflicto debe ser resuelto antes del final del film con la eliminación de la parte que amenaza la integridad del conjunto; con otras palabras, antes de que se termine la película John Wayne debe eliminar a los indios, Harrison Ford debe eliminar a los nazis, Will Smith debe eliminar a los aliens. A lo largo del film, las partes antagónicas avanzan hacia un mismo punto, el esperado (y necesario) duelo final — a medida que avanzan hacia el duelo, la alternancia de imágenes se acelera, dándole ritmo a la narración — . Una vez finalizado el encuentro final, eliminada la amenaza, reina la calma y tanto los personajes como los espectadores están listos para ir a dormir en paz.
Harry es el bueno, Voldemort el malo. A un capítulo (o una serie de capítulos) que muestra el presente de uno, le sucede un capítulo (o una serie de capítulos) que muestra el presente del otro — montaje alternado paralelo — . Sabemos que en algún momento, hacia el final de la historia, se van a encontrar y esperamos que la amenaza (Voldemort) sea eliminada. Esto sucede en cada uno de los libros y, a nivel macro, en toda la saga; pues, cada libro posee su propio duelo final y el séptimo libro (el último de la saga) el duelo definitivo.
Pero el bueno y el malo rara vez están solos. Cada uno tiene sus ayudantes. En Harry Poter: Harry cuenta con sus fieles amigos, Ron y Hermione, pero también con todo el “Ejército de Dumbledore”. Voldemort cuenta con los Mortífagos, los Dementores y algún que otro traidor que es fiel a él porque le tiene miedo (el primero que viene a mi mente es Pettigrew, pero habrá otros).
Ojo, esta estructura narrativa no es una creación ‘de la nada’ de D. W. Griffith. Los cantares de gesta de la Edad Media, por ejemplo, poseen muchas características de esta forma narrativa. Allí hay polos antagónicos (cristianos/musulmanes), hay héroes (Roldán, Rodrigo Díaz de Vivar, Sigfrido) y hay enfrentamientos finales que implican la derrota de la amenaza.
Habrán notado que todo lo mencionado hasta el momento vale para la saga Harry Potter como para Stars Wars, una película de Disney o El Código Da Vinci. Al respecto, no deja de sorprenderme cómo nos gusta consumir historias aún cuando reconocemos la estructura o incluso sabemos el final desde el minuto uno. En esto no somos más complejos que los oyentes griegos del siglo VIII a.C., que se sentaban a escuchar La Ílíada con la certeza y tranquilidad de que el triunfo tarde o temprano sería para Aquiles. Quiero decir, en la mayoría de los casos, ya sabemos que la amenaza será eliminada y que prevalecerá el bando que representa el bien, pero aún así nos sentamos a escuchar. Esto pone de manifiesto que contamos historias para entretenernos, que nos interesa menos el qué (el resultado final) que el cómo (el desarrollo de la aventura). Pues, ya imaginamos quién ganará al final, aunque lo queramos negar durante la lectura: a mitad del libro, sobre todo cuando el héroe está en aprietos, hacemos de cuenta que no sabemos si este saldrá victorioso o no, nos hacemos los burros. En realidad, es la habilidad de la voz narradora la que ayuda (o no) a que durante la lectura nos olvidemos que, de alguna manera u otra, Harry derrotará a Voldemort o Indiana a los nazis.
El héroe
Los seres humanos construimos héroes, siempre fue así, y sería interesante que alguna psicóloga nos ayude a entender por qué. Antes los héroes se destacaban por su desempeño en la batalla, hoy se destacan por su desempeño en un campo de fútbol. Antes los niños querían ser como Aquiles, hoy quieren ser como Messi. Pero Aquiles y Messi tienen mucho más en común de lo que parece. En principio, ‘Aquiles’ no es Aquiles, ni ‘Messi’ es Messi. Es decir, en cualquiera de los dos casos lo admirado es una construcción idealizada de la realidad. Hay una escena de Braveheart, de Mel Gibson, que explica esto con sencillez y a la perfección: William Wallace se pasea frente a su ejército antes de la batalla y un soldado celta le dice a otro: “creí que era más alto”. Es brillante. Del mismo modo, los niños griegos creyeron que Aquiles era más fuerte de lo que realmente era y los jóvenes creen que la vida de Messi es más maravillosa y menos sacrificada de lo que realmente es.
El héroe literario responde a los mismos parámetros de idealización, con ciertas salvedades. El héroe (literario y no) debe ser hábil en el campo de batalla (sea este un campo de guerra, uno de fútbol o uno de quidditch), exitoso a causa de esta habilidad, viril, deseado por el sexo opuesto, valiente y prudente (cualidad de la que Harry está exceptuado por ser joven). El héroe es el macho alfa de la manada y todos quisieran (sueñan con) ocupar su lugar.
Por otro lado, de Eneas (héroe de La Eneida, de P. Virgilio, s. I a.C.) en adelante el héroe debe ser un estoico. ¿Qué significa ser un estoico? Renunciar a los deseos personales en pos de un bien público: renunciar al amor de Dido para fundar el linaje romano (La Eneida), abandonar el deseo de ser un muchacho común y corriente para enfrentar a Voldemort (Harry Potter). Este sacrificio del héroe lo eleva por sobre el ser humano promedio, vulnerable a los deseos personales. A la vez, el héroe no puede elegir su condición, es el héroe ante los ojos del mundo — y de la narrativa — porque es “el elegido”. De hecho, el héroe literario sufre esta condición, y la vacilación en la aceptación de este destino heroico es el tema principal durante buena parte de la obra. Con otras palabras, ni Harry ni Eneas quieren ser los héroes de la historia, pero deben serlo, deben renunciar a sus pretenciones personales y aceptar el destino de héroe; y este renunciamiento y esta aceptación los convierte en estoicos, y por ello en seres admirables.
Es curioso cómo nos gustan las historias donde el destino de la humanidad depende de un solo ser humano, cómo no cerramos el libro o apagamos la tele al tiempo que pensamos: “esto es cualquiera, nunca pasaría algo así, nunca caería toda la responsabilidad sobre los hombros de una sola persona”. Es probable que aceptemos esta idea — tan lejana a la realidad — porque en nuestra interioridad fantaseamos con una trascendencia similar a la del héroe; en el fondo, todos queremos ser la persona que se convierte en el centro de atención y salva al mundo (aunque salvar al mundo sea meter un gol en el último minuto del partido); todos queremos creer que el héroe es posible porque queremos creer que podemos ser como él. En lo inmediato, no encuentro otro motivo. Si a ustedes se les ocurre alguno, quisiera leerlo.
La novela de aprendizaje
Para referirse a este tipo de novelas los críticos literarios suelen usar el término en alemán Bildungsroman, acuñado por J.K. Morgenstern en 1819(1). Se suelen incluir dentro de esta etiqueta novelas variopintas: Cándido, de Voltaire, Las aventuras de Huckelberry Finn, de M. Twain, David Cooperfield, de C. Dickens, Juvenilia, de M. Cané, El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, entre muchísimas otras. ¿Qué tienen en común y por qué se llaman “novelas de aprendizaje”? Básicamente, una novela de aprendizaje o de formación es la historia de un joven que luego de atravesar diferentes ‘pruebas’ o aventuras se convierte en un héroe/adulto.
Es propicio para la formación del héroe un entorno familiar disfuncional. Esto permite: 1) que su posición inicial, infantil y desprotegida, produzca conmiseración en el lector/espectador; 2) que se enfrente solo contra el mundo que lo rodea; 3) que, por haber comenzado con un panorama desfavorable, su éxito sea más grandioso aún. Por ello abundan en la literatura los jóvenes huérfanos (Oliver Twist, Bruno Díaz, Harry Potter) o con padres ausentes (piensen en los padres de Holden Caulfield o en el padre de Huckelberry Finn); jóvenes huérfanos que son criados por algún sustituto (los tíos May y Ben crían a Peter Parker, los Dursley crían a Harry Potter). No obstante, estos jóvenes poseen un potencial oculto que descubren a lo largo de sus aventuras con la ayuda de algún mentor (esta es una característica esencial de las novelas de aprendizaje). Este mentor suele ser un hombre viejo que, además de tener un pasado glorioso, posee la prudencia y la sensatez de la que carece el aprendiz. ¿Están pensando en Albus Dumbledore? Yo pensaba en el maestro Yoda, pero vale para ambos.
Recapitulación
Hasta ahora tenemos una novela de aprendizaje, donde un niño indefenso se convierte en un héroe/adulto (macho alfa admirado por la manada), montada sobre una estructura narrativa binaria (de buenos/malos) que se expone mediante un montaje alternado paralelo y termina con un duelo, donde la amenaza (Voldemort) será eliminada. El héroe se inserta en la tradición literaria del niño huérfano y del héroe estoico, y produce, por ello, conmiseración y admiración en partes iguales.
¿Ahora, si todas estas características narrativas son poco novedosas y las consumimos a diario, por qué Harry Potter fue el suceso mundial que fue? En pocas palabras, por ciertas singularidades montadas sobre estos esquemas narrativos de fácil ‘digestión’. Es por ello que en el próximo artículo, que completa a este, nos adentraremos en las profundidades del mundo mágico creado por J.K. Rowling para hablar acerca de las singularidades que hicieron de esta maravillosa creación literaria un fenómeno editorial sin precedentes.
Franco A. Carbone Costa. 2021
Para citar este artículo:
Carbone Costa, F. A. (31 de octubre de 2021) ¿Por qué Harry Potter fue un suceso mundial? Primera parte. Aunque sea un homo sapiens. Disponible en: https://medium.com/@facarbonecosta/por-qu%C3%A9-harry-potter-fue-un-suceso-mundial-primera-parte-63ec1c9e52e9
Bibliografía de interés:
Bowra, C.M. — — Trad. Schniebs, A. Eneas y el ideal estoico. Disponible en: https://es.scribd.com/document/416544241/BOWRA-Eneas-y-el-ideal-estoico-pdf
Deleuze, G. (1984) La imagen en movimiento. Estudios sobre cine 1. Barcelona: Paidós.
Gualda, D. (2014) Psicología de un héroe. Revista Noticias, 2 de agosto del 2014. Disponible en: https://www.pressreader.com/argentina/noticias/20140802/page/6/textview