Todo libro es una startup: literatura y emprender

Javier García
7 min readNov 19, 2017

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Una de mis pequeñas pasiones es leer a escritores sobre su oficio. Trazar un texto que te haga pensar, ilusionarte, revolverte, que fluya hasta que lo devoras sin darte ni cuenta es algo terriblemente complejo. Para mí escribir es un hobby, una forma de madurar los pensamientos, de aterrizar ideas, de construir, de poner andamios para una obra. Unas veces me divierto, otras me duele, pero siempre me deja relajado. Es una manera de vaciar mi desagüe. Escribo mucho para mí, otras veces hasta me atrevo a compartirlo. Pero escribo como terapia, como quien inspira oxígeno puro, como un ejercicio mental, es una necesidad casi fisiológica. Sé que nunca viviré de escribir, ni lo pretendo. Aunque sí vivo de la comunicación, en realidad todos lo hacemos. No hay negocio, oficio, empleo, actividad donde la comunicación no suponga una mejora, a veces marginal pero siempre positiva.

Esta mañana he repasado algunos artículos que guardo para releer de vez en cuanto (¡si vuelves a un texto es que algo tiene!). Y como estoy en plena presentación de La Burbuja Emprendedora, veo emprendedores por todos los sitios :). Por ejemplo, me gustó la conexión que se me ocurrió entre Leila Guerriero, Arturo Pérez-Reverte y Javier Marías cuando se refieren al oficio de escribir y publicar. En realidad, sin que ellos lo pretendiesen, hablaban de empresas, de cocinar ideas hasta convertirlas en un plato comestible, un negocio con capacidad de vender, crear empleo y generar riqueza.

Empiezo con Leila Guerriero, y uno de sus deliciosos artículos cortos, llenos de músculo, sin nada de grasa, pura esencia, Escribir, donde dice:

«Hay que amasar el pan con valor, con receta, con improvisación, con dudas. Con la certeza de que va a fallar. Con la certeza de que saldrá bien. Hay que amasar el pan con pánico a no poder hacerlo nunca más, a que se queme, a que salga crudo, a que no le guste a nadie. Hay que amasar el pan todas las semanas, de todos los meses, de todos los años, sin pensar que habrá que amasar el pan todas las semanas de todos los meses de todos los años: hay que amasar el pan como si fuera la primera vez (…) Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia»

Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia. Tampoco con emprender. En el epílogo de La Burbuja Emprendedora decimos:

«Emprender no es una profesión, ni un carnet de un club, ni etiqueta de algo extraordinario (…) es una especie de energía que nos mueve a crear, pero también a absorber ideas; sobre todo capacidad y energía para hacer, para ejecutar, para marcar la diferencia (…) no somos emprendedores por pasar por un notario, sino cuando hacemos una contribución extraordinaria cuando arriesgamos, introducimos novedades en el mercado y en nuestro día a día»

Leila habla de certezas de que va a fallar, de pánico a no poder hacerlo jamás. Precisamente si algo mueve a una persona que emprende son las expectativas, las motivaciones, pero también los miedos, el ansia de libertad, las ganas de transformar la realidad, su realidad.

Pero nada se consigue sin trabajo duro y muchos ingredientes más. Las expectativas no son suficientes, a veces ni siquiera el talento o las motivaciones más viscerales como quedarse en el paro y no vislumbrar un futuro profesional. Arturo Pérez-Reverte en una carta a la los jóvenes escritores dice lo siguiente:

«no hay palabras mágicas. No hay truco que abra los escaparates de las librerías. Nada garantiza ver el fruto de tu esfuerzo, esa pasión donde te dejas la piel y la sangre, publicado algún día. Este mundo es así, y tales son las reglas. No hay otra receta que leer, escribir, corregir, tirar folios a la papelera y dedicarle horas, días, meses y años de trabajo duro — Oriana Fallacci me dijo en una ocasión que escribir mata más que las bombas — , sin que tampoco eso garantice nada.»

Siempre he defendido lo mismo cuando hablo de emprender:

Emprender requiere de capacidades, trabajo duro, experiencia, equipos, contactos, formación y mucha dosis de suerte. Y en la euforia los subestimamos. Porque creemos que lo único importante es el producto, y nos equivocamos. Porque creemos que la tecnología es un fin, y no las necesidades y los problemas de nuestros clientes. Porque creemos que el camino es una línea recta predecible, fácil y barata, cuando el camino está lleno de incertidumbres, difíciles de sortear y normalmente muy caras.

Trabajo, trabajo, trabajo, suerte, y sobre todo tener algo entre manos que resuelva una necesidad. En palabras de Arturo Pérez-Reverte:

«Lo que distingue a un novelista es una mirada propia hacia el mundo y algo que contar sobre ello, así que procura vivir antes. No sólo en los libros o en la barra de un bar, sino afuera, en la vida. Espera a que ésta te deje huellas y cicatrices. A conocer las pasiones que mueven a los seres humanos, los salvan o los pierden. Escribe cuando tengas algo que contar»

Escribe cuando la vida te haya dejado cicatrices y tengas algo que contar. Emprende cuando tengas experiencia, cuando te hayas curtido, cuando sepas trabajar con equipos, cuando puedas enfrentarte a tareas difíciles, cuando aprendas a soportar el estrés, la incertidumbre y te acostumbres a que nada está bajo control. Emprende cuando tengas algo que aportar, no porque estés en paro, te guste la adrenalina o sea una moda. Cuando tengas algo que aportar y alguien quiera pagar por ello.

Pérez-Reverte lo explica:

«Decía Robert Louis Stevenson que hay una plaga de escritores prescindibles, empeñados en publicar cosas que no interesan a nadie, y encima pretenden que la gente los lea y pague por ello»

Emprender es un acto más solitario de lo que parece. No se puede separar del ego, de las expectativas, de nuestras propias mentiras que nos contamos para soportar la realidad. Emprender va de estereotipos, de competencia, de diferenciarte en un mar inmenso.

Javier Marías escribió siete razones para no escribir novelas y lo resumía muy bien:

«Hay demasiadas y demasiada gente las escribe (las novelas). No sólo siguen existiendo y pidiendo eternamente ser leídas las del pasado, sino que cada año millares de ellas, enteramente nuevas, aparecen en los catálogos de las editoriales (…) Se trata, por tanto, de una actividad vulgar, en principio al alcance de cualquier persona que haya aprendido a escribir en la escuela, para la que no se requiere ningún tipo de estudios superiores ni de formación específica»

Poco que añadir a las palabras de Marías. Sustituye escribir por crear empresas, y lo clava. Pensamos que cualquiera puede ir al notario, lanzar la idea del millón de dólares, ir a eventos de emprendedores y tratar de vivir de ello. Parece que no se precisan estudios, experiencia previa o ningún ingrediente especial. Basta empezar en un garaje… ¿o no? Va a ser que no, como explicamos en La Burbuja Emprendedora. En el primer capítulo, reescribiendo una canción que canta Bruce Springsteen recordando la fiebre del oro (no quiero hacer spoiler), decíamos:

«Qué es eso de emprender? He oído que es una vía de hacerse rico, libre y famoso»

Pero la realidad es dura. Marías lo dice para los escritores:

«La novela no da dinero, o, mejor dicho, sólo una de cada cien novelas publicadas –por aventurar un porcentaje optimista– da buen dinero a su autor. En el mejor de los casos son cantidades que no le cambian la vida a nadie, es decir, que no sirven para retirarse»

Pues bien, en el mundo de los negocio hay una regla que una vez documentaba Gary Hamel: por cada 10.000 ideas brillantes, sólo 1.000 llegan a ser analizadas por algún inversor, de las cuales sólo 100 pasan el filtro y de ellas sólo una se convierte en una verdadera empresa de éxito. Marías, como ves, todo libro (idea) es una startup.

Pérez-Reverte diferencia a los buenos de los malos emprendedores dependiendo de cómo gestionan su ego:

«el verdadero escritor se distingue del aficionado en que aquél está siempre dispuesto a aceptar cuanto mejore su obra, sacrificando el ego a su oficio, mientras que el aficionado se considera perfecto. Y la palabra oficio no es casual. Aunque pueda haber arte en ello, escribir es sobre todo una dura artesanía. Territorio hostil, agotador, donde la musa, la inspiración, el momento de gloria o como quieras llamarlo, no sirve de nada cuando llega, si es que lo hace, y no te encuentra trabajando»

Pocos lugares como en las empresas los condimentos esenciales de las personas son tan determinantes: el ego, la falta de empatía, la meritocracia, la flexibilidad, la capacidad de aprender de forma constante.

Marías habla también de la vanidad en estos términos:

«Escribir novelas no halaga la vanidad, ni siquiera momentáneamente (…) el elogio es abierto generoso e inteligente, lo más probable es que se enteren de ello cuatro gatos, lo cual, para una vez que se dan todas las circunstancias favorables, resultará de lo más desdichado y frustrante»

Acabo con Leila Guerriero, esta vez con una cita de su magnífico libro Zona de Obras:

«Sean curiosos: miren donde nadie mira, hurguen donde nadie ve. No permitan que la miseria del mundo les llene el corazón de ñoñería y de piedad

(…)

Aprendan a no estar cansados, a no perder la fe, a soportar el agobio de los largos días en los que no sucede nada.

Escriban sobre lo que les interesa, escriban sobre lo que ignoran, escriban sobre lo que jamás escribirían. No se quejen.

Tengan algo para decir.

Tengan algo para decir.

Tengan algo para decir. »

Ese «tengan algo que decir» es lo mismo que pienso cuando tras ponerme el casco de Born to Emprender recomiendo que nunca te olvides del negocio. Emprende, busca ideas, ejecútalas, analiza las necesidades que están sin cubrir, pero sobre todo piensa desde el minuto uno dónde está el negocio,

¿Dónde está el negocio?

¿Donde está el negocio?

¿Dónde está el negocio?

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Javier García

Socio de SensunFinanzas.com y de Sintetia.com; apasionado de la #Economía las #Finanzas y la #Estrategia. Me gusta escribir y a veces divagar :)