Gobernanza Blockchain

Federico Rojkin
14 min readJan 31, 2019

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Parte2

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“La democracia no es tan sólo un régimen de gobierno -que asegura la representación sustentada en el voto ciudadano y la competencia política-, sino además una forma de sociedad, lo que supone que sus principios de libertad e igualdad configuran y se hallan activos en todo el tejido social”. Isidoro Cheresky.

La sociedad actual cuestiona la verticalidad de la estructura jerárquica del Estado y su falta de información y transparencia en las acciones públicas. Los cambios ideológicos de gobierno cuestionan el rol del Estado, los cambios tecnológicos cuestionan los procedimientos tradicionales de la gestión pública. La descentralización, los localismos identitarios y los regionalismos adquieren mayor relevancia ante cada nueva crisis de nuestra moneda; pero lo que al parecer está en el fondo de este mar de incertidumbres es el cuestionamiento a la capacidad del gobierno para mantener el monopolio de “la conducción” de los intereses colectivos de una manera democrática que garantice una participación abierta y sincera de los distintos sectores políticos de nuestra sociedad.

Así al hablar de gobernabilidad lo hacemos en este trabajo desde su acepción de “capacidad de coordinar y viabilizar las políticas públicas” del Estado. Asumimos su desenvolvimiento en un régimen democrático, y por ende asociando su significado a conceptos de un tipo de ordenamiento social estable, eficaz donde la autoridad política es legítimamente reconocida por sus ciudadanos y respetada en el ejercicio de su mandato.

Por otro lado cuando hablamos de “gobernanza política” lo haremos (a lo largo de este trabajo) para referirnos a los patrones y las estructuras de interacción y articulación sociopolítica y económicas que operan en los sistemas políticos. Aludimos también de esta manera mediante el concepto de gobernanza al estudio y análisis de los mecanismos de dirección e interacción de los diferentes actores desde un enfoque de co-dirección y co-gestión colaborativa de los asuntos prácticos de las políticas públicas; es decir en un marco de análisis de implementación y monitoreo ciudadano de la gestión pública que implica un alto grado de participación y la construcción de relaciones simétricas entre gobernantes y gobernados..

Por su parte, el Banco Mundial define gobernanza como el proceso de diseñar e implementar políticas pública, remarcando que “la elaboración de políticas es un proceso que no se da en el vacío, por el contrario, se desarrolla en escenarios políticos y sociales complejos, donde los individuos y los grupos con poder desigual interactúan en un marco de reglas cambiantes en defensa de intereses contrapuestos” y eso es la gobernanza[1].

8 criterios para construir la Buena Gobernanza.

Según la Comisión Económica y Social de la Unión Europea para Asia y el Pacífico (UNESPACP[2]), la Buena Gobernanza tiene ocho características:

a) Participación: la participación tanto directa como indirecta en la administración del Estado tanto de hombres como de mujeres es la piedra angular clave sobre la cual deben asentarse las prácticas que persiguen la buena gobernanza.

b) Estado de derecho: se requieren marcos legales justos que se apliquen de manera imparcial. También es necesaria la protección de los derechos humanos y la existencia de fuerzas policiales independientes e imparciales.

c) Transparencia: significa que la información está disponible de forma gratuita y directamente accesible para quienes se verán afectados por las diversas decisiones y su cumplimiento.

d) Capacidad de respuesta: una buena gobernanza requiere que las instituciones y los proceso se desenvuelvan ​​dentro de plazos razonables.

a) Orientado al consenso: se requiere alcanzar consensos no sólo sobre aquello que la sociedad en su conjunto considera que es mejor para la comunidad; sino a la vez sobre el mejor camino que permitan lograr resultados de una manera sostenible y prudente.

b) Equidad e inclusión: representación adecuada en el proceso de toma de decisiones de los estratos o minorias sociales más desfavorecidos, sin las cuales no se puede lograr un progreso real de la sociedad.

c) Eficacia y eficiencia: una buena gobernanza significa que el proceso y las instituciones producen resultados que satisfacen las necesidades de los interesados ​​y hacen el mejor uso de los recursos a su disposición.

d) Responsabilidad: la rendición de cuentas es un requisito clave. Todo sistema gubernamental, ya sea público o privado, debe ser responsable ante la gente. La rendición de cuentas no se puede hacer cumplir sin la transparencia y el estado de derecho.

Good Governance significa que “la administración está libre de corrupción, que sea transparente, receptiva, responsable y moral” (Anupama Saxena, 2005). Las reformas administrativas son un requisito previo esencial para el éxito de la gobernanza electrónica y, obviamente, la reforma administrativa es un proceso lento, que requiere el compromiso con las instituciones políticas y la recopilación de información sobre cambios de actitud y constitucionales. La falta de voluntad política puede describirse como la mayor barrera para realizar la gobernanza electrónica.

La buena gobernanza surgió como una idea poderosa cuando agencias multilaterales y bilaterales como el Banco Mundial, el PNUD, la OCDE, el BAD, etc. se dieron cuenta de que la misma debe enfocarse en generar una administración amigable con los ciudadanos, sensible a los ciudadanos y receptiva. En ausencia de una buena gobernanza, ningún plan de desarrollo puede mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Por otro lado, si el poder del estado es ejercido de manera impropia, entonces los estratos en peores condiciones sufrirán más, ya que la mala gobernanza genera y refuerza la corrupción, la pobreza, etc., por lo que es esencial comprender que fortalecer la gobernanza es también una condición previa para para mejorar las oportunidades de vida de los más desfavorecidos social y/o económicamente.

En los últimos años, el tema de la buena gobernanza es considerado como uno de los ingredientes clave para la reducción de la pobreza y el desarrollo sostenible[3]. La experiencia democrática reciente en países como la India, esta estableciendo un nuevo estándar, el buen gobierno debe apuntar a la expansión de las oportunidades sociales y la eliminación de la pobreza.[4]

Pero en la práctica los gobiernos (tanto nacionales como subnacionales) se encuentran atrapados en una dinámica cuya hiperconectividad genera un proceso doble; están por un lado enfrascados en una gigantesca competencia global por atraer inversiones, “flujos y liquidez” capaces de sostener los niveles de empleo (fundamentalmente urbanos), pero a la vez intentan en paralelo satisfacer (cada vez con menos recursos) las necesidades de sus poblaciones a través de la ampliación del acceso a bienes públicos y servicios sociales de calidad.

”no es sorprendente ver cómo crecen globalmente dos tendencias opuestas: por un lado, la mercantilización de los espacios públicos que se venden a compradores privados a expensas de los ciudadanos excluidos por estas transacciones; por otro lado, y probablemente en reacción a esta privatización, hay una tendencia creciente en que las ciudades se están convirtiendo en ecosistemas para la colaboración, la cooperación y el intercambio”[5]

El diseño y la elaboración de las Políticas Públicas como disciplina, está siendo redefinido por la convergencia entre tendencias tecnológicas (ubicuidad, digitalización) y sociales (colaboración y cooperación). Estos movimientos tienen importancia tanto para la forma en que se gestionan las organizaciones como también para la manera en que se configuren los productos y servicios provistos por esas organizaciones, es decir en la manera en que se crea valor.

La buena gobernanza implica por tanto repensar los procesos de toma de decisiones y lograr implementaciones libre de abuso y corrupción capaz de construir e internalizar dinámicas colaborativas con capacidad transformadora de las organizaciones.

Internet 3.0: las fronteras del Estado Red[6].

El concepto de e-governance o gobernanza electrónica juega un papel clave en los planes de desarrollo o de reforma de las administraciones estatales modernas; pero también es cierto que el mismo puede generar nuevos riesgos cuando tecnologías desconocidas entran en escena bajo su amparo.

Los ciudadanos están, ahora más que nunca, conectados de manera ubicua e informados del accionar cotidiano de sus comunidades. Esto viabiliza o al menos habilita la movilización contestataria de la ciudadanía; pero atributos como la confianza y la privacidad pasan a formar parte del argot técnico-privado de ciertos grupos de especialistas donde la gobernanza electrónica es avasallada por el paradigma distribuido de la red 3.0.

Mediante un proceso sin precedentes de desintermediación a gran escala, basado en transacciones automatizadas y sin la necesidad de mecanismos centralizados de confianza (Marcella Atzori, 2015), la tecnología blockchain tiene el potencial de permitir que los individuos y las comunidades rediseñen sus interacciones en política, negocios y en cualquier ámbito social que implique transaccionar algún tipo de activo o valor digital.

Muchos creen ver en el ascenso de las tecnologías blockchain una nueva fase del desarrollo de Internet, una fase caracterizada por transformaciones económicas donde los intermediarios como agentes con fines de lucro son desafiados conceptualmente interrogando sobre su ¿ineludible necesidad?creando nuevas formas de asociativismo que nos recuerdan a los mercaderes medievales que transaccionaban sus productos entre la plaza pública y los burgos.

Según creen Michael J. Casey y Paul Vigna :

“La necesidad de confianza, el costo de la misma y la dependencia de los intermediarios para proporcionarla es una de las razones por las que gigantes como Google, Facebook y Amazon convierten las economías de escala y las ventajas de la red en monopolios de facto. Estos gigantes son, en efecto, los encargados del mayor libro centralizado, construyendo vastos registros de “transacciones” en lo que es, posiblemente, la “moneda” más importante del mundo: nuestros datos digitales. Al controlar esos registros, nos controlan a nosotros”[7].

Lo que vale la pena interrogarse sostienen estos autores, no es si la promesa de anular este sistema centralizado y cuasi-monopólico que existe detrás de esta burbujeante escena de un mercado inundado de criptos tiene ribetes de realidad, sino que aquello que debería centrar nuestra atención esta dado por la posibilidad real de focalizar nuestros esfuerzos en identificar cuáles son los obstáculos no salvados aún que deberían superarse para que la tecnología Blockchain pueda cumplir la promesa de erigirse en un sistema robusto, capaz de reducir y/o eliminar las desintermediaciones innecesarias de diversos sub-sistemas económicos y administrativos actuales.

Remake de la fiebre del oro.

Lo cierto es que “al igual que con la llegada de las tecnologías de plataformas transformadoras pasadas, como lo fueron la llegada del ferrocarril, o el uso de la electricidad, la especulación desenfrenada es casi inevitable” (Michael J. Casey y Paul Vigna, 2018), y esto es debido no solo a falencias interpretativas propias de la falta de conceptos que permitan interacciones lingüísticas adecuadas, sino también y fundamentalmente debido a la ausencia total de un marco de referencia y experimentación (de ensayo y error) que permita estimar cuánto valor se creará o destruirá mediante este conjunto de tecnologías; un marco que permita comprender qué empresas ganarán o perderán, que empleos serán superfluos o qué capacidades las organizaciones deberán internalizar si quieren sobrevivir y/o mejorar sus desempeños.

Un estado más eficiente en el uso de sus recursos, sistemas electorales más transparentes, gestiones de fondos y/o subsidios con trazabilidad y posibilidad de ser auditables de manera sencilla, son todas características que refuerzan los derechos políticos de la ciudadanía, incrementan la libertad política y refuerzan la legitimidad de sus gobernantes. La pregunta es:

¿es Blockchain sólo una tecnología más que podemos utilizar para promover una mejor gobernanza o es la punta de lanza de un nuevo paradigma tecnológico capaz de generar nuevas formas de interacción?

¿tiene Blockchain implícito en su ADN el germen para generar nuevas formas de organización, nuevas reglas e instituciones de carácter más cooperativo y plural?

Tradicionalmente en los sistemas democráticos y en los regímenes bipartidistas principalmente la función dialéctica de conflicto-integración es ejercida casi con exclusividad mediante el sistema de partidos, donde las representaciones políticas de las diferentes agrupaciones o incluso coaliciones cristalizan y explicitan los intereses en conflictos originados en la estructura social, “forzando a los ciudadanos a alinearse a través de clivajes estructurales[8]”. Esta dialéctica es de vital relevancia para que la ciudadanía en su conjunto pueda dirimir “sus diferencias” en la arena pública, mecanismo que en la practica exitosa (resolutiva) genera confianza en las instituciones que lo regulan.

¿Pueden las tecnologías Blockchain y la internet 3.0 generar la apertura de nuevos canales capaces de canalizar las descontentos sociales vinculados a la desconfianza con el sector público y sus servicios?

La masificación de la conectividad de banda ancha móvil y la internalización cotidiana del uso de redes sociales, desencadenó en la última década el poder innovador para construir nuevas herramientas comunicativas y organizativas. Nuevos softwares y plataformas web junto a millones de aplicaciones móviles aceleran y facilitan el proceso necesario para la recopilación de ideas, posibilitan el debate en tiempo real, la toma de decisiones y la votación en línea, así como la creación de contenidos y medios multifacéticos y transculturales.

Internet ha sido interpretada por numerosos tecnólogos como una gran oportunidad para mejorar la democracia y la calidad de vida de numerosas personas. Abunda en línea material donde se debate la gobernanza y lo que conlleva: la política y su financiación, los intercambios partidistas, los enfoques visionarios (como la Declaración de Independencia de Barlow para el Ciberespacio), las declaraciones teóricas y estudio de casos prácticos. Pero tres décadas después de su creación, Internet solo demostró ser un espejo de la civilización y la barbarie propia de la naturaleza humana, reflejo fiel de su sociedad y sus políticas. A pesar de su potencial para facilitar la comunicación, la deliberación y la organización, la “gobernanza de Internet” no produjo suficiente transformación democrática (Can Kurban 2016).

The God Protocol[9].

Para la mayoría de los ciudadanos no es relevante el diseño arquitectónico de los sistemas actuales de intercambio de información, ya sea que se trate de la infraestructura del intercambio de activos financiero o del intercambio de datos de registro de una propiedad; pero existe un problema serio dado que las capas de estos sistemas y sus estructuras de almacenamiento no sólo están aisladas unas de otras, sino que se asientan en servidores que actúan como entidades intermediadoras operados por instituciones centralizadas poniendo a estos sistemas y plataformas en condiciones de extrema vulnerabilidad y construyendo de manera perpetua relaciones de profunda asimetrías, ya sea entre los ciudadanos y el Estado, ya sea entre este y los Estados-subnacionales o entre los usuarios y la World Wide Web. Esto genera una concentración de poder tal que la misma comienza a asociarse con fallas de transparencia y una dudosa ética de la responsabilidad asociada a la privacidad e inmutabilidad de los datos y la información. Las entidades que controlan estas plataformas se han vuelto tan grandes que su poder se convierte en monopolista, lo que significa que pueden crear sus propias reglas o modificarlas incluso a expensas de sus usuarios[10].

Desde la década del 80 del siglo pasado, numerosos desarrolladores, matemáticos y técnicos han intentaban resolver los problemas de Internet asociados a la privacidad y la seguridad mediante la inclusión de técnicas criptográficas. Una y otra vez los esfuerzos de rediseñar procesos y protocolos chocaron contra una limitación fáctica, las fugas y fallos inherentes de un sistema que descansa en terceros pretendidamente neutrales e imparciales.

Dos décadas más tarde, la industria financiera mundial tal como la conocemos comenzó a ser amenazada por una persona o grupo de personas que bajo el seudónima Satoshi Nakamoto[11] describieron un nuevo protocolo P2P para la gestión de efectivo electrónico utilizando una moneda digital (criptomoneda) el bitcoin[12]. Este protocolo estableció un conjunto de reglas en forma de cálculos distribuidos, que garantizaban la integridad de los datos intercambiados entre millones de dispositivos sin pasar por un tercero de confianza. Este acto aparentemente sutil desató, en palabras de Don y Alex Tapscott[13]:

…”una chispa que ha excitado, aterrorizado o ha capturado la imaginación del mundo de la informática y se ha extendido como un reguero de pólvora a empresas, gobiernos, defensores de la privacidad, activistas de desarrollo social, teóricos de los medios y periodistas, por nombrar algunos , en todos lados”...

Hay tres tecnologías principales que convergieron para crear lo que hoy conocemos como tecnología Blockchain o “cadenas de bloques”. Estas tecnologías son:

1) Un sistema de criptografía de clave privada que proporciona una poderosa herramienta de propiedad unívoca que satisface altos requisitos de autenticación. También evita que una persona tenga que compartir más información personal de la que necesitaría para un intercambio.

2) Una arquitectura red distribuida de estilo P2P[1] que reduce el riesgo de casos de corrupción centralizada o existencia de un punto único de falla[2].

3) Un sistema de incentivos para atender las transacciones, la seguridad de los datos (evitando su duplicidad) y el mantenimiento de registros y en la red. Las diferentes cadenas de bloques actuales (Bitcoin, Hyperledger, Ethereum) utilizan mecanismos conocidos como “algoritmos de consenso” que no son más que el esfuerzo computacional requerido para establecer tareas tales como el estado y orden de llegada de las transacciones.

Ver Parte 1 de esta serie de artículos.

[1] La gobernanza y las leyes, Informe sobre el desarrollo mundial 2017. Banco Mundial.

[2] La Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico (ESCAP) es el brazo de las Naciones Unidas orientada al desarrollo regional para la región de Asia y el Pacífico. Compuesto por 53 Estados miembros y 9 miembros asociados.

[3] Tanveer Ahmad Zargar, Mansoor Ahmad Sheikh, “Good Governance in India: Challenges and Prospects”. IOSR Journal Of Humanities And Social Science, 2018.

[4] Tanveer Ahmad Zargar, Mansoor Ahmad Sheikh, “Good Governance in India: Challenges and Prospects”. IOSR Journal Of Humanities And Social Science, 2018.

[5] “Sharing Cities — Activating the Urban Commons”, editado por https://www.shareable.net.

[6] Termino acuñado por Castell para referirse a la nueva configuración del Estado en la era global. Configuración que reemplaza al viejo Estado-Nación anclado territorialmente. El estado-red se articula en torno a seis principios: subsidiariedad, que indica que la gestión administrativa debe situarse, para cada problema o tarea en el ámbito más descentralizado posible donde pueda desempeñarse eficazmente; flexibilidad en la organización y actuación de la administración; coordinación, que no se limita al espacio nacional sino que abarca la vinculación con el nivel supra-nacional; participación ciudadana, que se refuerza con los nuevos dispositivos tecnológicos; transparencia administrativa, en referencia a reducir al corrupción y la arbitrariedad; y modernización tecnológica de la propia administración.

[7] “In blockchain we trust”, artículo publicado en el MIT Technology Review del 09 de abril de 2018.

[8] Lipset.

[9] En 1997, Nick Szabo, un pionero tecnológico que acuñó el término “smart contracts” (contratos inteligentes), escribió un paper en el que describe lo que él denomino, el “Protocolo de Dios”. Base teórica de lo que sería años despues el concepto de Blockchain de la arquitectura Bitcoin idea en 2009 por Satoshi Nakamoto, la idea central de ese artículo se centró en reemplazar a los intermediarios en su rol de terceros de confianza, mediante un protocolo de terceros sin necesidad de confianza que podía recibir entradas, procesarlas y proporcionar salidas, todo de una manera totalmente segura e imparcial. Este “tercero confiable” sería automatizado y no estaría bajo el control de nadie, y aún así ofrecería resultados perfectos.

[10] Maciej Olpinski, “Explaining DAOs to a non-technical person in 10 point”.

[11] Satoshi Nakamoto (una entidad desconocida; la palabra Satoshi se traduce como sabiduría, Naka como central y Moto como origen, por lo que se traduce aproximadamente en inteligencia central).

[12] Las criptomonedas (monedas digitales) son diferentes de las monedas fiat tradicionales en un aspecto fundamental, no están creadas ni controladas por ningún país.

[13] Don y Alex Tapscott son autores de “The Blockchain Revolution” y ascendieron a la fama en 2006 con su libro “Wikinomics: How Mass Collaboration Changes Everything ”.

[14] Un buen ejemplo de un sistema P2P es el protocolo BitTorrent detrás del exitoso software cliente que permite compartir grandes archivos de una manera distribuida.

[15] Con single point of failure o SPOF (“punto único de fallo”) se denomina al componente de un sistema que tras un fallo en su funcionamiento ocasiona un fallo global en el sistema completo, dejándolo inoperante, el enfoque tradicional de las arquitecturas de red pasa por desarrollar sistemas donde todos o partes de sus componentes suelen ser redundantes, conformando así sistemas costosos que aún así son incapaces de eliminar los riesgos de vulnerabilidad.

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