Entrevista a Nicolás Wormull
Entrevistamos a Nicolas Wormull, fotógrafo chileno que presentará el trabajo Chocolate on my jeans durante la segunda edición de SAN JOSÉ FOTO. Nos habló, entre otros temas, sobre sus idas y venidas entre Suecia y Chile, y sobre cómo, en ese proceso, se volvió fotógrafo. Conversamos también acerca del rol de los festivales de fotografía y sobre sus proyectos en proceso.
¿Cómo fueron sus comienzos en la fotografía?
Mi historia en la fotografía se funde con mi propia historia de vida: las idas y venidas entre Chile y Suecia. Yo nací en Chile, pero de niño tuve muchos problemas cuando me mudé a Suecia con mi padre. Siempre fui al psicólogo y estaba rodeado de gente que me cuidaba. De pronto empecé a ver mucho cine, pues sentía que había algo en la imagen que me daba calma, que me liberaba de mis angustias.
A los dieciséis años volví a Chile con mi papá y ahí me desordené nuevamente. Estaba un poco desfasado, ya que no manejaba tan bien el idioma como para leerlo o estudiarlo como mis compañeros. Así que mi adolescencia también fue un poco difícil. Cuando ingresé en la carrera de diseño gráfico había una rama de foto muy simple y en cuanto conseguí dominarlo empecé a hacer fotos analógicas. En esos comienzos fui bastante autodidacta, pues el profesor era muy malo y la clase era muy básica.
Después conocí a mi mujer, que es sueca, y volví a Suecia. Cuando llegué allá tenía muchas ganas de estudiar foto, pero no podía porque me había ido del país hacía mucho tiempo y nunca saqué mi residencia. Entonces no podía estudiar porque tenía que trabajar. Así que nuevamente el proceso se repitió, tenía ganas de estudiar pero fue difícil comenzar. Y finalmente, cuando obtuve nuevamente mi residencia, empecé un curso muy corto pero muy intensivo en una escuela bastante buena. Cuando salí de allí fui a trabajar a algunas revistas por casi dos años, y decidimos volver a Chile.
Apenas regresé trabajé como freelance, pero aquí no era como en Suecia, y la plata de ese trabajo no te cubría ni una semana de vida. Entonces la cosa se fue volviendo muy difícil y me fui desencantando con ese tema, hasta que en 2007 directamente dejé de hacer fotos. Siempre había hecho un poco de retratos pero en ese momento abandoné los encargos de diarios y revistas. Hasta que, cuando tuve hijos, volví a fotografiar y también expuse unos trabajos en Nueva York. Después de eso me enamoré de nuevo de la fotografía y volví a sacar fotos con ganas y creatividad.
¿Fue en ese momento que surgió la idea del trabajo Chocolate on my jeans, que vas a exponer en SAN JOSÉ FOTO?
Sí. Cuando tuve hijos ya no tuve que lidiar con la necesidad de ganar dinero y de hacer trabajos comerciales, pues mi mujer y yo teníamos ahorros. Así que me pude dar la libertad de estar en casa, aunque eso no era tan agradable como suena. Estar en casa se transformó en un trabajo de día y noche, de cuidar a los niños y así, claro, uno empieza a cansarse y volverse un poco loco [risas]. Entonces inventé un ejercicio para mí solo, que era eso de sacar una foto diaria de los niños.
Hice un diseño escrito de lo que pasaba por mi cabeza, con reflexiones acerca de qué estaba haciendo, de cual era mi rol en la sociedad, si soy hombre o una mujer, si tengo derecho a no tener un trabajo remunerado… Y todas esas preguntas, que son cosas normales que creo que en esta sociedad le pasan a la mujer, me tocó hacérmelas a mí, y fue muy bueno.
Después de ese proceso tomé la decisión de hacer un blog, sin ninguna intención de que fuera algo más. La única pretensión era obligarme a sacar una foto, y además me puse la condición de que tenía que ser analógica y sacar un rollo de medio formato por día. Como vivo lejos de donde pueden revelarse las fotos, las imágenes se subían al blog un día después de tomarlas, porque tenía que viajar unos 20 km, revelar, esperar, volver, escanear y subir las fotos. La elección de las imágenes las hacía siempre en el auto, mirando los negativos y nada más. Encontraba fotos mucho mejores cuando las miraba en casa después, pero fue así como decidí hacer el proceso. Y así estuve durante un año haciendo ese trabajo.
Y, ¿por qué el título Chocolate on my jeans?
En realidad le puse ese título porque es un poco así como uno anda cuando cría niños chicos. Está siempre un poco manchado, con restos de comida, o sea siempre un poco pegajoso. Y eso se me ocurrió en la misma noche que empecé a escribir las ideas.
¿Cuál piensas que puede ser el aporte de la fotografía a las discusiones sobre género, que es el tema del festival este año?
Si soy sincero, nunca he querido hacer una foto que cumpla algún rol político; si lo he hecho, fue de forma inconsciente. Nunca he dicho “voy hacer esa foto porque quiero denunciar eso”, sino que han sido temáticas con las que me he cruzado y que me han interesado. Porque en realidad mi trabajo autoral es muy egocéntrico, pero ahora quizá ese egocentrismo también tenga una carga social, o de denuncia de algo.
Para mí no hay una decisión consciente de que aparezca esa temática, aunque soy una persona que vive con muchas mujeres y además crecí en Suecia, un país bastante feminista. Entonces claro que lo tengo inculcado en mi sistema, por ejemplo, no tengo que pensar para no decir una tontera como mucha gente en Chile, ya que este país está atrasado en términos de género y de igualdad entre el hombre y la mujer. Pero no hay una consciencia acerca de trabajar sobre un hecho social en realidad, es más bien algo egocéntrico mismo. Creo en ello y si aporta algo de bueno, genial y si aporta algo malo, uno también aprende de eso.
Trato de mantenerme honesto con la foto porque también conozco mucha gente que quiere hacer una denuncia, pero en realidad el tema no le importa en lo más mínimo, sólo lo hace porque es una postura que está de moda.
¿Cuál es para ti el rol más importante de un Festival de Fotografía?
Lo que más me gusta, por ejemplo, con lo que pasa en nuestro festival (FIFV — Festival Internacional de Valparaíso) es que se generan lazos con otros países y otras formas de pensamiento. Además, nuestro festival es muy poco pretencioso, o sea es un festival en el cual puedes hablar con el director pues él está siempre ahí al fondo sentado, más accesible. Es un festival chico pero se realizan muchas actividades y tratamos de llevarlo a las calles y eso me gusta también.
Pero lo que creo que es lo más importante es ese intercambio, esa liberación de conocimiento, porque en cada festival hay un aprendizaje. Y también es un ejercicio para tratar el ego, porque creo que el ego es algo que el fotógrafo aún tiene que aprender a manejar. Porque si uno no controla eso, pierde un poco el sentido y el encanto en la foto. Primero tengo que pensar que soy ser humano, después papá y quizá después fotógrafo.
También es muy bueno ver que fotógrafos importantes son personas normales, otro mortal como nosotros todos; me gusta que la cosa sea humana, que sea real. Y creo que en todos los encuentros aprendo algo, tanto en los más agradables como en los desagradables, y un festival no es otra cosa que ese gran encuentro.
¿Estás trabajando en nuevos proyectos ahora?
Quiero hacer un libro sobre Suecia. Pero, claro, no es sobre Suecia, en realidad es sobre mi relación con Suecia. Creo que quizás tiene que ver con un desapego. Es un trabajo lento, pues no puedo ir más que una vez al año para allá y quedarme una o dos semanas, y eso es poco tiempo para fotografiar. Se necesita entrar más la dermis, si no, yo no creo en el trabajo.
Pero también estoy haciendo otro diario, del último libro, que se llama STAY. Es un diálogo entre Chile y Suecia desde mi punto de vista, pero también esas fotos no se hacen de un día para el otro. Son procesos lentos, las fotos van apareciendo con el tiempo.