El mundo necesita tus fallas

Santiago Valdés
Santiago Valdes
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6 min readJul 17, 2017

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Si no nos lo dice Disney, nos lo dicen nuestros maestros y/o nuestros papás: “puedes hacer lo que te propongas… tú eres el futuro”. Después de todo, saben que no hay un riesgo mayor en inspirar a las nuevas generaciones. Hay básicamente dos posibles resultados:

  1. Más temprano que tarde “la vida” va esparciendo sus sombras sobre el mágico camino que pretende conectar la realidad con la fantasía sin más justificación lógica que la esperanza. O bien,
  2. Sus palabras se vuelven el boleto de lotería y, para su sorpresa, en verdad ven los frutos del optimismo sembrado en alguna inocente y fértil alma.

De cualquier modo, no suele dañar el dar ánimos.

Todos crecimos por lo menos conociendo esa mentalidad aunque sea en cabeza ajena, sin embargo los caminos que seguimos son muy diversos. Mientras unos pierden la esperanza cuando entra la depresión de la pubertad para no recuperarla nunca más, otros están dando los primeros pasos hacia la colonización de Marte. ¿En qué momento cambiamos tanto? Hablaré de los puntos de inflexión.

Mi perspectiva

Sí soy fan de Disney, pero nunca me consideré un iluso o inocente. Mientras me gustaba la idea de buscar casarme con la niña que me gustaba a los 12 años, también auditaba mis sentimientos casi mensualmente. Evaluaba si realmente ella sería la indicada, o si sería mejor interrumpir la relación. ¡¿Qué intenso, no?! En defensa de Disney, creo que esto es más culpa de mis papás. El caso es que siempre me gustó converger lo emocional con lo racional, para evitar perderme de los beneficios de cualquiera.

De modo que fui creciendo y — como todos y aún dentro de las muchas bendiciones de mi vida — me fui percatando de algunas fallas en el sistema. Los maestros en primaria pintaron un cuadro de la corrupción en la política; la inseguridad subió a niveles preocupantes durante gran parte de lo que tal vez debió haber sido mi etapa de más salidas con amigos; vi que la infidelidad era tan común para muchos como para mí era desayunar cereal; conocí la traición y el engaño en mis amigos; entre otras muchas cosas que no le dirías a un niño de 5 años por miedo a quebrantar su espíritu. Y al ver que los ejemplos y testimonios no tenían fin, fue cuando entendí que la absorción de toda esta información y malas vibras se vuelve “el pan de cada día” de ahí en delante. Partiendo de esto, nace mi predisposición a esperar lo peor. Trataba de siempre tener esperanzas en los mejores resultados posibles, pero sin perder de mi vista los peores. De modo que tenía una especie de anestesia preventiva, por si llegaban desilusiones.

Sin darme cuenta, esto se volvió instintivo en mí, al grado de formar parte de todo en mi vida. Empecé a tratar de suprimir esas mariposas en el estómago en las primeras citas, por si acaso todo se echaba a perder; preferí imaginar que perdía un cierto reconocimiento, por si acaso se lo daban a alguien más; y me incliné a pensar que me había ido mal en la entrevista, por si acaso no me daban el trabajo. No solo me faltaba esperanza, le tenía miedo.

Los puntos de inflexión

Me he dado cuenta que es en situaciones como en la que estaba que, en muchos casos — quizás en todos — , llegamos a uno o varios puntos de inflexión conforme nos vamos saturando de tanta nueva información. Estos se identifican con frases como:

  • “… y entonces perdí mi confianza en todos hombres y en el amor”.
  • “… y por eso dejé de votar”.
  • “… y desde que me hicieron eso, entendí que no podía ver por nadie más que por mí”.
  • “… y me di cuenta de que la religión era una estafa en la que no participaría más”.

¿Alguno de estos suena familiar? ¿Va haciendo sentido?

Falta algo clave en mis ejemplos. Probablemente solo pocos de ustedes los leyeron y pensaron “¿y dónde están los que decidieron colonizar Marte?”. Este es precisamente el punto al que quiero llegar. Aunque tal vez sí sea menos promovido, creo que también es muy común que las personas busquen contraatacar la negatividad, en lugar de ceder ante ella. Muchos se hartan y dicen: “¡Suficiente! La Tierra no basta para la humanidad, vamos a Marte…”. Y así llega Elon Musk a bajar esa idea de ciencia ficción al alcance de la humanidad. Sin embargo, solemos percibir que la mayoría tiende a mantener el status quo, porque se crea un círculo vicioso de inter-validación de estas actitudes. Cuando nos saturamos, y decidimos ceder ante el peso, solemos ir con alguien más a buscar aliviar la culpa.

Un poco de contexto. En términos matemáticos, los puntos de inflexión tienen básicamente dos comportamientos:

  1. Cambian la concavidad de la curva de cóncava a convexa.

2. Cambian la concavidad de convexa a cóncava:

Algunos maestros enseñan la concavidad como una copa que “tira agua (cóncava)/ acumula agua (convexa)”.

Ligando esa analogía a este blog: creo que lo natural — y por lo mismo sencillo — es dejar de acumular el agua, ceder ante su peso, y dejarla caer y resbalarse sobre nosotros. Por otro lado, hartarse de que se nos resbalen las cosas para mejor buscar cargar, contener el agua, y construir un beneficio propio y social con ella, es contra-intuitivo. Como la película: “o mueres héroe, o vives lo suficiente para convertirte en villano.” Estamos acostumbrados a ver imposible el realizar un cambio, a poner justificaciones bien informadas de por qué sería una pérdida de tiempo intentarlo. Nos alimentamos de esto y nos hace completo sentido, porque así anestesiamos el dolor de la frustración al ver la tendencia que sigue nuestra sociedad y pensar que no hay nada por hacer. “Un papel de basura más, un papel menos.”

¿Qué quiero decir?

No digo que sean como yo pienso que es correcto. No digo que vayan a votar y se unan a una religión, ni tampoco digo que no lo hagan. Digo que dejen de tener miedo a la esperanza. Digo que dejen de tener miedo de ser ustedes mismos. Dejen de tener miedo de intentar y fallar, porque de cualquier forma lo harán más de una vez. Pero más vale fallar en ser uno mismo, que fallar dejar de serlo. Permítanse ser ustedes mismos, porque saben que es lo que quieren. Propónganse metas ambiciosas, y pónganse a trabajar en ellas. Últimamente me gusta mucho decir: lo que no se vale es quedarse quietos.

El mismo Mark Zuckerberg dijo en su discurso de maestro de ceremonias en Harvard que él no se sentía a la altura de los grandes programadores y empresarios cuando empezó, y como ese testimonio hay muchos. Ustedes dirán, “pero él es Mark Zuckerberg”… “pero él es Steve Jobs”. Sí, ¡y tú eres tú! No hace falta más. Millones como ellos fallaron, y millones más fallarán. Pero nuestra sociedad NECESITA esos millones de intentos de ser humanos auténticos que buscan mejorar las cosas. Necesitamos a los que actúan como piensan, pero sienten antes de pensar; a los que prefieren ser lastimados que lastimar a inocentes; a los que viven y procuran la comunidad. Por que ellos son los que crean una inercia de superación, que los hace crecer a ellos y a quienes los rodean.

¿Podemos hacer lo que nos propongamos? Sí, pero no necesariamente por eso lo lograremos. Pero si me dan a elegir entre el dolor de llevar una carga con un propósito trascendente, y el dolor de ser parte de esa carga, elijo el primero toda la vida.

Love,

Santi.

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Para conocer las intenciones del autor con sus escritos, lee la primera entrada: ¿Qué pretende este blog?

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Santiago Valdés
Santiago Valdes

Management Consultant and lifetime Drummer, passionate of the different forms of expression and the everlasting social instrospection and improvement.