¿QUÉ ES EL PRINCIPIO DE CARIDAD EN LA ARGUMENTACIÓN?

Luis A. Malavé Naime
Argumentación y Derecho
5 min readJul 2, 2019

En un artículo anterior señalamos que una de las categorías que conforman el principio cooperativo de la argumentación es la categoría de calidad:

El argumentante debe brindar razones con la fuerza suficiente para apoyar su opinión según el contexto.

Desde la perspectiva del analista argumentativo, la máxima de calidad implica suponer (mientras nada diga lo contrario) que, entre varias interpretaciones razonables de un argumento, el argumentante tenía en mente alguna de las mejores. De esta suposición es posible extraer una máxima que es llamada principio de caridad en la argumentación:

Entre varias interpretaciones razonables de un argumento, escoge las mejores reconstrucciones posibles

Con “ mejor reconstrucción” se quiere decir, en términos generales, aquella interpretación del argumento que lo hace más difícil de rebatir, mejor fundamentado y con premisas más aceptables y relevantes.

Pero nota que el principio solo aplica con respecto a reconstrucciones razonables, es decir, debe haber un filtro previo de lo que plausiblemente quiso decir el argumentante siguiendo los principios conversacionales de Grice. De lo contrario, si damos la mejor interpretación posible del argumento sin tomar en cuenta lo que quiso decir el argumentante, pudiéramos estar construyendo un argumento totalmente nuevo, un argumento ni siquiera pensado por nuestro interlocutor. Por eso, la versión que hemos dado del principio de caridad es moderada.

En algunos casos existe más de una buena interpretación de un argumento. Esto puede suceder si el peso relativo de diversas interpretaciones argumentativas es más o menos la misma, si dichas interpretaciones obtienen su fortaleza de elementos distintos (por ejemplo, una interpretación tiene premisas más aceptables, pero la otra es más relevante) o son fuertes para distintos auditorios. En casos como esos, cuando hay más de una buena interpretación razonable, lo recomendable es tomar en consideración todas las interpretaciones.

¿Por qué debemos cumplir con el principio caritativo?

Para el analista:

Recordemos que el principio caritativo debe enmarcarse en el contexto de una discusión argumentativa ideal (la discusión crítica) en la que las partes pretenden resolver un conflicto de opinión por vía de los mejores argumentos posibles. Esto implica que los interlocutores, más que ganar, buscan cooperar para resolver las diferencias de opinión.

Desde ese punto de vista, el analista debe optimizar, dentro de lo razonable, los argumentos de la discusión. De esa manera, el analista que aplica el principio caritativo:

(1) Evita ser tachado u objetado por llevar a cabo una interpretación sesgada; o que el argumentante señale que el analista está tergiversando su argumento. (2) Pone el énfasis en los argumentos de alta calidad. Se supone que en las discusiones que buscan la verdad, la justicia, lo preferible o el deber ser el análisis tiene que poner el énfasis en los argumentos de alta calidad: las partes intentan conseguir los mejores argumentos posibles.

Para los argumentantes:

las razones anteriores también pueden aplicar para las interpretaciones que hacen las partes del argumento rival en una discusión: si se busca la verdad, la justicia, lo preferible o el deber ser, entonces se supone que para los argumentantes es mejor subir la calidad de argumentos y contra-argumentos; no centrarse en ganar, sino en resolver la diferencia de opinión de manera cooperativa.

Pero también hay una razón práctica que el argumentante no debe desatender: centrarse en la mejor interpretación posible de los argumentos rivales ayuda a mejorar los argumentos propios, y es más probable (aunque no siempre es así) que si ha sido capaz de objetar la mejor interpretación de un argumento, también pueda objetar una interpretación peor del mismo.

Un “dilema” del principio caritativo: deductivos vs derrotables

Hemos señalado que las mejores interpretaciones de un argumento son las que resultan en un argumento mejor fundamentado, más difícil de rebatir, con premisas más aceptables y relevantes. Sin embargo, es plausible que el analista se consiga con dos interpretaciones que intercambian fortalezas y debilidades. Por ejemplo, los argumentos deductivos tienden a ser más convincentes que los argumentos derrotables (argumentos en los que la conclusión es meramente plausible), pero un argumento derrotable es más difícil de objetar que uno deductivo.

Un argumento deductivo en el que podamos asegurar que el asesino en serie que ronda el vecindario no está en la fiesta, porque ninguno de los invitados a una fiesta coincide con la descripción física de dicho asesino, hará que nos relajemos y disfrutemos de la fiesta; pero si nos dicen que solo es plausible que no sea uno de los asistentes, probablemente estaremos angustiados toda la noche.

Por otra parte, si el argumento “Tito es un ave, por lo tanto, vuela” se interpreta como deductivo, la conclusión debe entenderse como “concluye que, necesariamente, Tito vuela”, lo cual es fácilmente rebatible mediante contraejemplos: hay aves que no vuelan, (Tito puede resultar ser ser un avestruz o un pingüino). En cambio, si reconstruimos dicho argumento como meramente plausible (como un argumento derrotable), entonces lo que quiere decir la conclusión es “mientras nada diga lo contrario, concluye que Tito vuela”, y en ese caso los contraejemplos anteriores no son aplicables.

Entonces, ante dos posibles interpretaciones, una deductiva y una derrotable, ¿cuál es preferible?

La respuesta depende del contexto y de las interpretaciones que tengamos a mano.

El argumento deductivo fundamenta fuertemente la conclusión, lo que quiere decir que pasa cualquier umbral de exigencia y ningún argumento puede aportar información que refute directamente dicha conclusión (no tiene excepciones). Sin embargo, su debilidad reside en que una de sus premisas (la regla o premisa mayor) es potencialmente rebatible, y como en el mundo cotidiano no hay tantas regularidades absolutas, normalmente es fácil conseguir contraejemplos para dicha regla (por ejemplo, el caso del avestruz o el pingüino son contraejemplos de la premisa o regla “todas las aves vuelan”).

En cambio, los argumentos derrotables a veces no pasan ciertos umbrales de exigencia y es posible conseguir argumentos que derroten la conclusión (porque aceptan excepciones o prueba en contrario); sin embargo, como la premisa mayor o regla es de mera plausibilidad normalmente no es posible rebatirla con contraejemplos, solo con evidencia: no basta con señalar que Tito pudiera ser un avestruz para objetar el argumento “Tito es un ave, por tanto, mientras nada diga lo contrario, Tito vuela”, se necesita probar que el ave en cuestión (Tito) es un avestruz.

De allí que, en contextos de discusiones cotidianas, donde lo normal es no contar con toda la información y es imposible hacer cálculos exactos de cada una de las posibilidades, es preferible seguir la siguiente máxima:

Mientras nada diga lo contrario, los argumentos deben ser interpretados como derrotables.

Una excepción a esta regla sería la de aquellos contextos en los que se necesita un muy alto grado de certeza, de manera que el umbral que deben pasar los argumentos es tan alto que solo se aceptan argumentos deductivos. En esos casos, si no se conoce un contraejemplo para una interpretación deductiva de un argumento, es preferible interpretarlo como deductivo.

En fin, tal vez a fin de cuentas lo mejor sea una recomendación prudencial:

Siempre que puedas, al analizar un argumento, si hay más de una interpretación razonable y fuerte, cúrate en salud: toma en cuenta y analiza cada una de dichas interpretaciones.

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Luis A. Malavé Naime
Argumentación y Derecho

Profesor e investigador de Teoría de la Argumentación y Argumentación Jurídica. Creador de cursos virtuales y de la Academia de Argumentación y Derecho.