¿Por qué Harry Potter fue un suceso mundial? Segunda parte: lo singular.
En el primer artículo sobre Harry Potter me detuve en aquellas características de la obra que hacen de esta una ‘digerible’, es decir, una obra que en el tiempo de publicación posee suficientes elementos reconocibles como para que al leerla no nos resulte una completa rareza. Dijimos que para que una obra tenga éxito es fundamental que el lector se encuentre con estructuras narrativas ya conocidas. Nos detuvimos específicamente en tres puntos: en el montaje paralelo o alternado (también conocido, en términos cinematográficos, como montaje americano), en la construcción de la figura del héroe y en las características propias de las novelas de aprendizaje.
Ahora debemos hablar acerca de las singularidades que, montadas sobre las estructuras narrativas reconocibles, hicieron (y hacen) de Harry Potter un suceso literario mundial sin precedentes.
El problema de la magia
Hay ciertas leyes naturales en el universo, al menos en la manera como lo percibimos. Por ejemplo, si arrojamos un objeto X al aire, esperamos que este caiga hacia el centro de la Tierra. A esta fuerza la conocemos como fuerza de gravedad. Pero si tal cosa no sucediera, si el objeto X quedara levitando por la habitación, estaríamos ante un acontecimiento extraordinario. La magia es, pues, eso, lo extraordinario, en tanto: toda acción que trasciende las leyes naturales del Universo.
En una obra de Ciencia Ficción los acontecimientos mágicos se justifican con posibles desarrollos científicos/tecnológicos, de ahí la posibilidad de viajar en el tiempo, como imaginó H.G. Wells en La máquina del tiempo o S. Spielberg y su equipo cuando escribieron Volver al futuro, o las características físicas y aptitudes psíquicas de los extraterrestres en una obra de R. Bradbury, de I. Asimov, o cualquier otro autor o autora de Ciencia Ficción. Harry Potter no es Ciencia Ficción, definitivamente no está en el desarrollo tecnológico la explicación a los acontecimientos mágicos. ¿Dónde está, entonces?
Veamos. La magia (lo extraordinario) puede presentarse en un relato de dos maneras: a) como una irrupción inexplicable en un mundo con las mismas leyes que el nuestro; b) como parte natural constitutiva del mundo del relato.
La posibilidad a) es la definición del relato fantástico. Hay algo en la historia que trasciende las leyes naturales, por ejemplo, aparece un espectro, y esta ruptura de las leyes naturales provoca desconcierto en los protagonistas del relato, pues no encuentran una explicación racional a lo que sucede (1). La posibilidad b) es la definición del relato maravilloso. Aquí lo que trasciende las leyes naturales es aceptado por los personajes porque es algo constitutivo del mundo del relato: por ejemplo, que haya Elfos en la Tierra Media de Tolkien y que tengan los poderes que tienen no es puesto en duda por los personajes de la Tierra Media, sus capacidades no son vistas como algo que trasciende lo posible, pues son elfos y así son los elfos, punto. Esta es la lógica de cualquier cuento de hadas (si hay dragones, por ejemplo, tal vez sea un obstáculo para el héroe que tenga que matarlos, pero no es un problema, una imposibilidad, que existan dragones en ese mundo).
La magia que aparece en Harry Potter se acerca a la segunda posibilidad, la del relato maravilloso. Pero Harry Potter no es un relato maravilloso convencional, y en esta singularidad, creo yo, es donde radica el germen de su éxito.
Un relato maravilloso singular
En todos los relatos maravillosos el mundo presentado tiene sus propias leyes. Allí puede haber cigarras que cantan, dragones que tiran fuego por la boca, magos que hacen una poción para cambiar su aspecto físico. El asunto interesante para pensar, el interrogante que nos permite diferenciar un relato maravilloso de otro es: ¿dónde está ubicado el mundo mágico del relato en relación con nuestro mundo?
En muchos cuentos de hadas o novelas de fantasía el mundo mágico está alejado en el tiempo, en algún lugar remoto del pasado (pienso, nuevamente, en Tolkien). Otros relatos ubican el mundo mágico en nuestro tiempo, pero en un espacio inaccesible, por ejemplo, en islas que nadie nunca encontró (pienso en Los viajes de Gulliver, de J. Swift) o al cual se puede acceder a través de un portal que divide los dos mundos, sea este un ropero (es el caso de Las crónicas de Narnia, de C.S. Lewis), un árbol (Alicia en el país de las maravillas, de L. Carrol), un laberinto (Laberinto, la película de 1986 dirigida por J. Henson). En la obra de J.K. Rowling el mundo mágico no está perdido en algún lugar del tiempo ni está escondido detrás de un portal o en algún lugar inaccesible de nuestro mundo, sino que está ahí, a un palmo de distancia, y somos nosotros, torpes muggles, quienes no nos damos cuenta de ello. De alguna manera, muggle es la palabra que explica el éxito de Harry Potter. Quiero decir, Harry Potter es un éxito porque nos dice que nosotros estamos inmersos en el mundo mágico, pero no lo vemos… porque los magos son cuidadosos, porque los magos tienen un acuerdo con nuestros líderes políticos, porque los magos… No importa por qué, lo importante es que ese mundo está ahí, y que casi podemos tocarlo, olerlo. Allí está la brillante singularidad de este relato maravilloso: en Harry Potter el mundo mágico y el mundano (el nuestro) son el mismo mundo.
En esta línea, Harry y el lector son la misma persona. Pues, Harry Potter también es un muggle, más allá de su “sangre pura”, vive como un muggle, con una familia muggle, y desconoce por completo el mundo mágico. Este mundo mágico le es revelado a la par que le es revelado al lector. Harry, al igual que el lector, creció engañado, convencido, como todo muggle, de que en el mundo no hay magia alguna. Para Harry la salvación (la revelación de que el mundo es mágico) son las cartas de Hogwarts que entran por la chimenea. Para el lector, la salvación también tiene forma literaria, titula Harry Potter y la piedra filosofal.
Con la misma naturalidad, Rowling nos presenta un mundo mágico donde las ambiciones y costumbres de los magos son las mismas que las de los muggles (nosotros los lectores). Es decir, educarnos en la escuela, hacer deporte (o simpatizar por un equipo), seguir estudios académicos, tener una profesión, hacer dinero (o intentarlo), compartir una cerveza con amigos, ir a un recital, preocuparse por los quehaceres domésticos, viajar por el mundo, etcétera. El mundo de Rowling es el nuestro en todos los aspectos, incluso en el plano de los deseos.
Imaginemos a un lector de Las crónicas de Narnia. Maravillado por el mundo de Narnia, abre todas las noches el ropero de su habitación en busca de lo extraordinario. Busca el portal. Pero al cabo de algunas noches, entiende que aquel mundo mágico no existe más allá del libro. En cambio el lector de Harry Potter puede buscar el mundo mágico en la calle, en el colegio, en la vecina medio loca que vive enfrente, en el vecino que desapareció hace años. El joven lector de Harry Potter espera que le llegue la carta de Hogwarts o de un colegio análogo que lo salve de este mundo sin magia en el que vivimos, porque la obra brinda esta posibilidad, porque así conoció la magia el héroe.
Esta característica de Harry Potter, de situarse en un lugar singular dentro de los relatos maravillosos porque el mundo mágico y el nuestro es el mismo, se sostiene a lo largo de toda la saga. Un personaje fundamental para sostener esta relación es el padre de la familia Weasley. Arthur Weasley es un mago maravillado por cómo los muggles nos las ingeniamos para vivir sin magia. Brillante. Es difícil pensar un mejor puente entre el mundo mágico y el nuestro. Weasley se detiene absorto en el funcionamiento de un electrodoméstico y le pregunta a Harry (que como dijimos, primero fue muggle) cómo funciona, o se maravilla con el molinete del subterráneo.
De modo que, según Harry Potter, si hay un Colacuerno Húngaro escondido en algún lugar de nuestro barrio, es nuestra culpa no darnos cuenta. El dragón está ahí, a la vuelta de casa, tal vez chamuscando algunas plantas cada vez que toce.
Un poquito de teoría literaria (y seguimos)
¿A razón de esta luz, podríamos pensar, entonces, en una clasificación más específica de los relatos maravillosos? Claro que sí.
La clasificación de los relatos en fantástico/maravilloso/extraño propuesta por T. Todorov y repensada en la década del setenta por A. M. Barrenechea podría ampliarse con esta idea.
Quiero decir, los relatos maravillosos pueden ser subcategorizados a partir del lugar donde está ubicado el mundo mágico con respecto al nuestro. Se me ocurren cuatro subcategorías: 1) por un lado, tenemos los relatos maravillosos donde el mundo mágico no entra en relación directa con el mundo real, es un mundo mágico en X lugar del tiempo y del espacio (habitualmente de características medievales) sin mayores especificaciones espaciales o temporales (por ejemplo, La princesa prometida, el film de Bob Reiner); 2) por otro lado, tenemos los relatos maravillosos donde el mundo extraordinario se encuentra distanciado del mundo real en el espacio (por ejemplo, Las crónicas de Narnia o Alicia en el país de las maravillas); 3) a su vez, en otros relatos maravillosos la distancia entre nuestro mundo y el mágico es temporal, hacia el futuro (los relatos de Ciencia Ficción con frecuencia se ajustan a este subgénero –pienso en Crónicas Marcianas, de Bradbury, en la serie Futurama, de Matt Groening–. La Ciencia Ficción es un relato maravilloso porque lo mágico (en tanto, acontecimiento que trasciende las leyes naturales del mundo conocido) existe, y es justificado por posibles desarrollos científicos/tecnológicos; 4) por último, a partir de Harry Potter, tenemos los relatos maravillosos donde el mundo mágico es una parte constitutiva del mundo real, es decir, el mundo mágico y el mundo real son el mismo (Matrix, de las hermanas Wachowski, podría compartir esta clasificación con Harry Potter. Me encantaría saber si se les ocurre algún otro ejemplo).
De dónde viene la magia
Otro de los elementos fundamentales para entender el éxito de Harry Potter es que el mundo mágico construido por Rowling está basado en folclores populares medievales. En el medioevo, antes de la revolución científica (s. XVII), la razón no era el camino más elegido para la comprensión de los fenómenos. Cualquier acontecimiento extraordinario encontraba mejor justificación en una leyenda que en una explicación racional poco creíble. Es decir, si la pradera se incendiaba y había una leyenda de que esto ocurría cada vez que el gigante del bosque soltaba a su dragón, esta opción iba a ser fácilmente aceptada por la población, mucho más que la posibilidad de que algún peregrino de paso por la zona hubiera prendido fuego para calentarse y que el fuego se hubiera extendido con la brisa matinal. Con la misma facilidad, por aquellos años se creía en las pociones para curar dolencias, y los druidas y hechiceros tenían un reconocimiento social que llegaba, incluso, a los estratos sociales privilegiados. Se creía en los amuletos, en los conjuros, en los encantamientos, y la literatura medieval sostenía y acrecentaba estas creencias. En buena parte, por ello el mundo mágico de Rowling es verosímil, porque ya lo conocíamos antes de que ella lo mencionara, porque la literatura ya nos regaló centauros, porque ya hubo alguien que hiciera pociones con hierbas.
El mundo medieval es la raíz de la magia en Harry Potter, y la vestimenta de los hechiceros y las hechiceras que recorren Hogwarts o el callejón Diagon así lo atestiguan: ¿acaso hay algo más parecido a una feria medieval que el callejón Diagon?
Allan Zola Kronzek y Elizabeth Kronzek realizaron un estudio muy minucioso de las conexiones entre el mundo mágico de Rowling y la cultura popular medieval (y pre-medieval). Esa obra lleva por nombre El diccionario del mago, y la recomiendo a quien quiera profundizar en este tema.
El mundo infinito
La última característica que explica el éxito de Harry Potter, o más bien la continuidad de ese éxito, es la infinitud del mundo mágico creado por J. K. Rowling. Este mundo es infinito. La autora le puede agregar todos los seres, escuelas de magia, callejones y conjuros que quiera en tanto evite contradicciones. Lo único que puede atentar contra su mundo es que en el libro siete niegue algo que dijo en el uno. No obstante, aún así, las contradicciones, si no son groseras, se pueden explicar con un par de líneas, pues en un mundo donde todo es posible, todo es justificable, incluso una contradicción.
Conclusión
Recapitulemos. Harry Potter fue y es un suceso mundial porque sobre estructuras narrativas que consumimos con frecuencia, las mencionadas en el artículo anterior, habita un mundo mágico, dentro de los relatos maravillosos, singular. El mundo mágico de Harry Potter no solo está en nuestro mundo, sino que ES nuestro mundo. La magia (en tanto acontecimiento que trasciende las leyes naturales) está a la vuelta de la esquina, pero nosotros, muggles, no la vemos. Acaso un día, ese mundo nos será revelado, con una carta, con una lechuza en nuestro alféizar. Nunca antes un relato puso en duda la ausencia de magia del mundo en el que vivimos como lo hace la saga de Harry Potter. De este modo, en el lector/espectador se desarrolla una inquietud motora, análoga a la que Unamuno atribuía al no creyente, al ateo: “¿y si hay algo más allá de la muerte? ¿Y si realmente existe algo más?”. Harry Potter plantea y sostiene una pregunta análoga: “¿y si realmente existe el mundo mágico?", se cuestiona el lector en la soledad de la noche. Sembrar como nunca antes esta inquietud es la originalidad de la obra y el motivo principal, creo yo, de su éxito y continuidad.
A su vez, esta singularidad coloca a este relato maravilloso en una posición que nos invita a repensar los subgéneros literarios. Esta categorización la realizamos dentro de los relatos maravillosos a partir de la pregunta: ¿dónde se ubica el mundo mágico del relato en relación con nuestro mundo?
A su vez, el mundo mágico creado por J.K. Rowling es verosímil porque está construido sobre mitos conocidos, el mundo mitológico europeo y medieval. Por otro lado, este mundo creado es un mundo infinito (basta con que no se contradiga a sí mismo).
Por último, quiero señalar un aliciente coyuntural. Harry Potter fue un fenómeno social y literario en un mundo dispuesto a ello. A fines de los años ochenta y principios de los noventa la producción editorial alcanzaba cifras inauditas y la cultura anglosajona llegaba al summum de la admiración y emulación en todo el mundo. ¿Hubiera sido un suceso esta misma obra escrita en el mismo tiempo por una escritora china o soviética, por ejemplo? Tal vez quienes sepan de sociología quieran arriesgar una respuesta.
Franco A. Carbone Costa. Marzo 2022.
Notas:
- Fue T. Todorov quien realizó la clasificación más popular de los relatos fantásticos. Él, con otras palabras, especifica que: si una vez terminado el relato no se presentó una explicación racional al evento extraordinario, estamos frente a un relato fantástico puro. En cambio, si lo extraordinario tiene una explicación racional, como sucede en el relato policial clásico (piense en Los crímenes de la calle morgue, por ejemplo), estamos ante un relato extraño, pues lo que se creyó extraordinario o mágico es simplemente un acontecimiento insólito (improbable e impensado, pero posible).
Para citar este artículo:
Carbone Costa, F. A. (10 de marzo de 2022) ¿Por qué Harry Potter fue un suceso mundial? Segunda parte: lo singular. Aunque sea un homo sapiens. Disponible en: 63ec1c9e52e9https://medium.com/@facarbonecosta/por-qu%C3%A9-harry-potter-fue-un-suceso-mundial-segunda-parte-8b9390f866f8
Bibliografía de interés:
Barrenechea, Ana María. 1972. “Ensayo de una tipología de la literatura fantástica” en Revista Iberoamericana, Vol. XXXVIII, N°80, julio-septiembre.
Kronzek, A. Z. y Kronzek, E. 2001. El diccionario del mago, Buenos Aires, Ediciones B.
Todorov, Tzvetan. 2006. Introducción a la literatura fantástica, Buenos Aires, Paidós.