Cora Ratto: salir de las sombras

Carolina Hadad
Científicas de Acá
8 min readApr 11, 2021

Hay historias que se tejen como una manta, donde cada retazo se entrecruza con los demás a partir de las miradas de diferentes personas. Esta es una de ellas.

No hay muchos registros escritos acerca de su vida. La descubrimos a través de lo que su marido, Manuel Sadosky, llegó a contar. La encontramos en su militancia y su lucha política. La conocimos en las palabras de su nieta, Cora Sol, como una abuela a la que le encantaba cocinar y coser vestidos para sus muñecas.

Con todos esos retazos tejimos la historia de Corina Eloísa Ratto, conocida como “Cora”. Una científica pionera y comprometida social y políticamente. Una mujer cuya vida merece ser recordada para que su manta abrigue a las futuras generaciones por las que tanto luchó.

Apenas unas semanas antes de que en 1912 se sancionara la Ley Sáenz Peña, que estableció el voto secreto y obligatorio para los ciudadanos argentinos (varones, claro), nació, en Buenos Aires, Corina Eloísa, la hija mayor de Francisca Butta y Livio Ratto.

La política y el compromiso social corrían en la sangre de esta familia de raíces italianas radicada en Entre Ríos por varias generaciones. Livio había sido miembro fundador y presidente de River Plate, institución a la que intentó ponerle de nombre “Club Atlético Forward”, aunque no prosperó. Su tío Francisco, militante radical, llegó a ser ministro de Hacienda de Buenos Aires. Su familia era sociable, abierta y muy católica.

En la década de 1930, Cora se inscribió en la recientemente creada carrera de Matemáticas de la Universidad de Buenos Aires que, por ese entonces, se llamaba Ciencias Físico-Matemáticas. Si bien hoy esta carrera tiene pocos estudiantes, cuando Cora empezó a cursar eran apenas cuatro personas, tres mujeres y un solo varón.

Idas y vueltas

En sus inicios como militante, Cora estaba alineada con la Acción Católica. Pero, cuando en 1933 Hitler llegó al poder en Alemania y la Iglesia no se expresó claramente en contra de sus políticas racistas y antisemitas, se alejó de este grupo y se acercó al socialismo.

Eran años de turbulencia política en la Argentina. Tras el golpe de Estado de 1930, las elecciones en nuestro país, y especialmente en Buenos Aires, eran terriblemente fraudulentas. En la universidad, el accionar político estaba prohibido, pero les estudiantes se reunían igualmente para organizarse. Cora era una gran líder: durante sus años de estudio, formó parte de la conducción de la Federación Universitaria Argentina, abogando especialmente por la inclusión de las mujeres en las ciencias.

También se involucró políticamente en sucesos a nivel regional y global: denunció el involucramiento de Estados Unidos y Gran Bretaña en la Guerra del Chaco, entre Bolivia y Paraguay, y organizó ayuda para las víctimas de la represión falangista en la Guerra Civil Española iniciada en 1936.

Decepcionada por la postura de no intervención de les socialistas en dicha guerra, terminó alejándose del socialismo y afiliándose al Partido Comunista. Años después, sería invitada a retirarse, por no coincidir en catalogar de fascistas a los miembros del naciente peronismo y por acusar a la conducción del Partido de estar más pendiente de los acontecimientos mundiales que de la realidad del país.

Pero Cora no solo se destacó en la universidad por su actuación política, sino también por su desempeño académico. Fue ayudante de cátedra junto a Manuel Sadosky, ese compañero de militancia con quien cursó toda su carrera y con quien finalmente se casaría en 1937.

Se graduó, con medalla de oro, como licenciada y profesora de Físico-Matemática en 1940, el mismo año en que nació su hija, Cora Sadosky.

Hacer la Europa

En ese entonces, quienes querían seguir una carrera académica luego de su graduación se enfrentaban a una situación difícil: no existía el Conicet (se crearía recién en 1958) ni había puestos específicos relacionados con la investigación. Cora y Manuel daban clases particulares, eran ayudantes en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y hacían traducciones de libros de texto para subsistir. También armaban grupos de estudio para aprender sobre temas que no estaban dentro de los programas, como la Teoría de la relatividad. En paralelo, Manuel hacía su doctorado.

Finalmente, en 1946, recibieron una gran noticia: habían ganado dos de las mil becas que el gobierno francés, tratando de reposicionarse en la vanguardia científica durante la posguerra, otorgaba a jóvenes extranjeres destacades para que fueran a Francia a formarse y trabajar. Era una oportunidad única. Para Cora, significó comenzar su doctorado y trabajar con el profesor Maurice Fréchet, una eminencia de su época, especialista en topología, teoría de las probabilidades y estadística. Para Manuel, implicó la posibilidad de hacer un posdoctorado.

Sin embargo, dos años más tarde, Manuel recibiría otra beca para ir a Italia y profesionalizarse en Matemática aplicada, en uno de los primeros institutos del mundo en contar con una enorme computadora electrónica. Enfrentada a la necesidad de decidir entre seguir su carrera y apoyar la de su marido, Cora tuvo que dejar su doctorado por la mitad y mudarse con su familia a otro país. La pequeña Cora hizo primer grado en Francia y siguió la primaria en Italia.

Sostener

En 1950, la pareja eligió volver a la Argentina. El plan era seguir investigando y enseñando en la UBA: Manuel, sobre esta disciplina nueva que era la Computación y Cora, sobre Matemática teórica. Pero la realidad política local les jugó una mala pasada: como a otres protagonistas de estas historias, en 1951 no les renovaron sus cargos por no afiliarse al partido peronista.

Tenían que tomar una decisión para poder sobrevivir. Cora se convirtió en el sostén económico de la familia durante la siguiente década: se dedicó a hacer traducciones del francés y del italiano, tanto en cuestiones de matemáticas como de política y otras áreas. Además, se ocupaba de las tareas domésticas y de cuidado.

Gracias a esto, Manuel pudo seguir involucrado con la academia, aunque no fuera una labor rentable. Y también gracias a la decisión y el sacrificio de su mujer, a él hoy se lo conoce como el “padre de la informática argentina”, y la sede de la UBA donde se estudia Matemática y Computación lleva su nombre.

Pero a Cora, en cambio, casi no la conocíamos. Hasta ahora.

Volver a empezar

Finalmente, Cora terminó su doctorado a los 46 años. Al año siguiente, su hija se graduó como licenciada en Matemáticas, en la UBA, y luego viajó a Estados Unidos para dedicarse a sus estudios de posgrado en la Universidad de Chicago donde obtuvo su doctorado en 1965. Nos gusta imaginarlas estudiando y trabajando juntas.

Cora (madre) no quería que otras personas tuvieran que enfrentar las mismas dificultades que ella tuvo al momento de estudiar e investigar. Por eso, creó y dirigió la Fundación Albert Einstein, que estableció una beca, la primera en su tipo y precursora de tantas otras que vinieron después, para que cientos de estudiantes pudieran dedicarse en forma exclusiva a sus estudios. También creó, junto a Manuel, la Escuela de Ciencias, con un modelo educativo pionero.

Durante la siguiente década, se dedicó a investigar en la facultad mientras era profesora asociada. Editó una serie de publicaciones matemáticas de primer nivel e invitó a renombrados científicos a compartir su conocimiento con les estudiantes de nuestro país. Publicó también libros de texto en español, tanto para los primeros cursos de Álgebra en la facultad, como para capacitar a docentes de nivel secundario.

Nunca abandonó su compromiso político. En 1965, creó y dirigió un periódico llamado Columna 10, haciendo referencia a que los periódicos locales tenían nueve columnas. Este medio tenía una perspectiva diferente y hablaba de temas que habitualmente no se trataban, como economía latinoamericana o las atrocidades realizadas por los soldados de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. De hecho, fue tan importante su denuncia que una beca para adolescentes mujeres participantes de la Olimpiada de Matemáticas en Vietnam lleva el nombre de Cora Ratto.

Tiempos violentos

En 1966, tras la violenta represión de la Noche de los Bastones Largos, hubo una larga discusión entre profesores y docentes auxiliares acerca de si permanecer en sus cargos o no en ese contexto. Hubo quienes renunciaron porque no estaban dispuestes a seguir siendo docentes en una universidad en la cual habían sufrido golpes, detenciones y humillación; otres lo hicieron porque pensaban así presionar al poder para que anulara la supresión de la autonomía universitaria y el gobierno colegiado. Cora fue una de elles. Decidió renunciar a su cargo y ya no se reintegró a la vida académica.

En 1975, Cora y Manuel recibieron amenazas de la Triple A y tuvieron que exiliarse. Decidieron viajar a Venezuela, a donde su hija Cora, su yerno y su nieta (Cora Sol) habían llegado el año anterior por el mismo motivo. Su casa en Caracas era un nodo desde el que se ayudaba a quienes llegaban escapando de las asesinas fuerzas de seguridad del gobierno militar.

Tiempo después, Cora y Manuel viajaron a España y su hija, su marido y su nieta se mudaron a Estados Unidos. Nunca pudo regresar a la Argentina. Murió en 1981, antes de la vuelta a la democracia.

En 2020, la empresa privada Satellogic, especializada en la construcción y puesta en órbita de satélites, anunció que lanzaría diez nuevos nanosatélites al espacio. Uno de ellos lleva el nombre de Cora.

Cora fue una mujer brillante que logró entretejer, en su lucha, su compromiso social y su pasión por las matemáticas y que, lejos de amedrentarse, transformó las dificultades en nuevas oportunidades para las siguientes generaciones. Debemos contar su historia y rescatarla del olvido; por ella, pero también por quienes hoy, aun sin conocerla, se abrigan al calor de su manta.

Por los derechos de las mujeres

En 1941, luego de la invasión alemana a la Unión Soviética, Cora fundó la Junta de la Victoria y fue parte de su comisión directiva. El grupo, que fomentaba la participación cívica de las mujeres y usaba para identificarse el símbolo de la V con los dedos, llegó a nuclear a cincuenta mil mujeres de diferentes clases, etnias, religiones, perspectivas políticas y regiones, entre ellas Norah Borges (la hermana pintora de Jorge Luis) y la poetisa Silvina Ocampo, constituyéndose en la primera organización política masiva de mujeres de Latinoamérica.

Según Cora, “la Junta practicaba la democracia en la Argentina y la defendía a nivel internacional”. Desde ese espacio, contribuyó con cientos de miles de dólares en donaciones para los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Con el golpe de 1943 se decretó el cierre de sus oficinas y, luego, su clausura. Recién en 1945, en la antesala de la vuelta a la democracia, se autorizó su reapertura.

Ese año, la Junta se afilió a la Federación Democrática Internacional de las Mujeres, que luchaba por la equidad económica y política y los derechos de la mujer. Cora fue una de las dos argentinas que viajaron a su Primer Congreso Mundial, realizado en noviembre de 1945, en París.

Esta historia forma parte del libro Científicas de Acá que puede comprarse en:

Fuentes

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Carolina Hadad
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