Y bueno, con 13 kilos en la backpacker y «n» kilos de nervios (y para ser justa, tres tazas de café encima), me fui: «Alas y buen viento» me dijeron, «que no me pique un mosquito infectado de malaria» respondí.
La primera vez que leí la palabra “África” fue en la novela “El principito” que me regaló mi papá cuando tenía unos 8 años. De hecho, me la dio después de intentar en vano todo un verano que leyera “Tarzán de la selva” y solo llegué a avanzar unas 10 caras (aún recuerdo aquel…