Periodismo en tiempos de polarización: Complicar la narración

Dani García
Cuaderno de periodista

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El conflicto está instalado en nuestra sociedad. La polarización, un paso más avanzado del conflicto, puede ser un problema de salud mental: irritabilidad, ansiedad, hipervigilancia, chivos expiatorios. El periodismo, como parte de la sociedad está igualmente expuesto, incluso más al ser un agente informativo y divulgativo.

Mucho se repite en la profesión que el estado del periodismo no es bueno, principalmente por la irrupción del mundo digital hace más de veinte años. Pero apenas se ve en nuestra profesión un análisis profundo de la erosión de la función del periodismo como agente social, quizá porque en muchos ámbitos ya se ha aceptado que es una marioneta del sistema y carece de poder.

No es de esa opinión Solutions Journalism Network, una organización que sigue manteniendo viva la llama del periodismo como respuesta a problemas sociales proponiendo soluciones dentro de la profesión. Prueba de ello es el ensayo de la periodista Amanda Ripley titulado Complicating the Narratives (Complicando las narración) en el que se pregunta qué pasaría si los periodistas cubriéramos los problemas de la sociedad de forma diferente. Ripley propone utilizar el aprendizaje de los actuales comportamientos polarizados de la sociedad para crear información más compleja y proveer de más herramientas de reflexión, empatía y confianza a los lectores, internautas, oyentes y televidentes.

Estos son algunos extractos, con comentarios personales, de este necesario ensayo para cualquier periodista de hoy en día.

El perpetuo conflicto

Según Ripley:

A medida que los políticos están más y más polarizados, nosotros hemos permitido gradualmente ser utilizados por sus demagogias, amplificando sus insultos en lugar de exponer sus motivaciones. Una y otra vez hemos hecho crecer el conflicto y eliminado la complejidad de la conversación.

Mientras el periodismo esté cómodo en dejar que el conflicto opere cómo lo está haciendo ahora dentro de la profesión, el periodismo está abdicando de su poder para ayudar a la gente a encontrar un camino a través de ese conflicto.

Rob Wijnberg, director del diario digital The Correspondent, uno de los medios llamados a liderar la renovación del periodismo, explica muy bien la dependencia de los medios del conflicto en el ensayo que comparto abajo: “El problema no son las fake news, son las noticias reales: impactantes, extraordinarias, negativas y sobre ‘el ahora’.”

  • Impactantes: Es más noticia un ataque terrorista que la ocupación de un pequeño país.
  • Extraordinarias: Es más noticia cuatro nazis agrediendo a un inmigrante que una manifestación por la paz. O la caída de Lehman Brothers que el día a día de despropósitos de los bancos.
  • Negativas: Es más noticia los fraudes, robos, corrupción, asesinatos como regla general del mundo que la gente buena y que hace buenas cosas por otros.
  • Recientes: Es más noticia un huracán que explicar el contexto del cambio climático que provoca el huracán.

Mientras las fake news suponen engañar al público porque simplemente la noticia no es verdad, las real news suponen engañar de forma más sutil con una visión muy sesgada sobre la historia, el progreso, el desarrollo y la probabilidad. ¡Y además crean adicción! Las noticias son para el cerebro lo que el azúcar es para el cuerpo. Nos hacen tener miedo y prejuicios de otros, escépticos y pesimistas sobre el futuro y cínicos sobre nuestro papel y poder en la sociedad.

Desestructurar el conflicto

Lo interesante de este ensayo es que Amanda Ripley es claramente optimista para revertir la deriva en la que está instalada el periodismo en torno al conflicto. Además, rara vez ves a alguien que crea en la gente de a pie desde una posición intelectual superior, la periodista cree precisamente en la gente como herramienta para cambiar el periodismo. Ello contrasta con la imagen que transmite el clásico votante del Partido Demócrata, el liberal que trata al votante de Trump como estúpido; esa posición no va a hacerle ver a esa persona que ha votado a un mentiroso, racista, tramposo, corrupto, misógino y probablemente desequilibrado mental, sino que va a reforzar sus convicciones.

Por eso siempre digo que la estrategia publicitaria anti-Trump del New York Times desde 2016 es errónea. Desde el punto de vista informativo por supuesto que tienen que cumplir con su función periodística de sacar a la luz todos los trapos sucios de Trump, pero desde el publicitario no están consiguiendo hacer ver al votante de Trump que es un mentiroso, racista, tramposo, corrupto y probablemente desequilibrado mental. Son ataques frontales vacuos en los que el presidente sigue ganando cada envite a los medios de comunicación que le atacan.

Dice Ripley:

Si queremos saber la verdad, tenemos que encontrar nuevas maneras de escuchar. Necesitamos encontrar formas de ayudar a nuestras audiencias a dejar sus madrigueras y considerar nuevas ideas. Tenemos la responsabilidad de utilizar todas las herramientas que tengamos a mano, incluso lecciones de psicología.

Añadiría que son necesarias también lecciones de economía (Trump no es más que el producto del capitalismo más salvaje que se ha permitido).

Se observa en todo el ensayo que la periodista quiere dejar claro que es el momento de parar de poner excusas. El periodismo lleva varios años lamentándose de su precaria situación, con toda la razón del mundo, pero la única forma de tener un periodismo en el que la gente confíe y sea motor de los cambios sociales es actuar.

Hacer la historia más compleja

Nos encontramos en una situación actual donde a la sociedad polarizada no le va a entrar nada nuevo en el cerebro. Están cerrados a cal y canto. Pongo un ejemplo simple: Si un seguidor del Real Madrid y otro seguidor del FC Barcelona se ponen a discutir durante dos horas sobre cuál es el mejor equipo, no solo no llegarán a algún punto de entendimiento sino que tras dos horas los dos tendrán posiciones más extremas y beligerantes.

En esta tesitura, Ripley habla de siete soluciones que se basan en complicar la narración de lo que contamos los periodistas:

La lección para los periodistas (o cualquiera) que esté trabajando en medio de un conflicto intratable: hacer más compleja la historia. Primero, la narración crea una historia más precisa y compleja. Segundo, aumenta las probabilidades de que tu trabajo importe de verdad, particularmente si es sobre un problema de polarización. Cuando la gente se encuentra con la complejidad, se convierten en más curiosos y menos cerrados a nueva información. En otras palabras, escuchan.

La búsqueda de complejidad es innata en los seres humanos. Presentar la información con las visiones más simplistas, tal como escribió Wijnberg en el ensayo previamente compartido, es lo que hace que caigamos en una espiral de negatividad y en una visión muy sesgada (e incorrecta) del mundo. Además, la complejidad es contagiosa como han probado varios experimentos con grupos de debate. ¡Voilà! La gente no es tonta, aunque los medios de comunicación hagan por tratarles así.

La teoría de Amanda Ripley es que las historias se lean, vean y escuchen más como las notas de campo de un antropólogo que como el alegato de apertura de un abogado en un juicio de la siguiente manera.

1- Amplificar las contradicciones

En la primera pelea que una pareja tiene hay mucha confusión. Pero a medida que el tiempo pasa, si el conflicto se consolida, no tardarán en llamarse imbécil el uno al otro. Lo mismo ocurre con los conflictos internacionales.

A medida que un conflicto progresa, la narración se hace más fina. La idea de Ripley es desestabilizar la narración haciendo más visibles las contradicciones, las cuales forman parte de la vida misma y son lo más normal del mundo en todos nosotros. Ello acaba erosionando poco a poco las armas (argumentos) de las partes pese a que el conflicto siga progresando.

2- Ampliar la perspectiva

Dibujar un panorama más amplio de la historia, no contarlo por un prisma diminuto por el que ver las cosas. Darle al público el mapa completo para que sean ellos los que conecten los puntos y tomen sus propias conclusiones a diferencia de “estrechar” la historia y darle masticado lo que tiene que pensar tras recibir esa información.

Es interesante que no es tan difícil ensanchar el punto de mira de la gente. Además reaccionan bastante bien y son más activos, quieren ser parte de la conversación sobre la historia.

Aunque las mejores narraciones hacen zoom (zoom in) en las personas de manera individual o los incidentes de forma particular, los periodistas debemos retroceder o alejarnos (zoom out) para trazar ese mapa completo donde el público es el que conecta los puntos.

3- Hacer preguntas que toquen la motivación de la gente

La gente se deja llevar por su corazón y su instinto, no su razonamiento. Quizá ha llegado el momento de dejar de hacer historias sobre por qué los votantes de Trump han votado en contra de sus intereses económicos y centrarse más en las motivaciones y valores que hay detrás de que los pobres voten a un presidente que quiere quitarles el seguro médico.

Es cuestión de que las preguntas tengan contexto y sean profundas, que actúen como una espada que penetra en el público y saca sus entrañas en lugar de ir a explotar el conflicto existente que solo roza la superficie.

4- Escuchar más, y mejor

Cuando las personas sienten que son escuchados bajan la guardia. Si entienden que no están intentando entenderles, estarán a la defensiva.

Una actitud que se ve mucho en el periodismo es intentar convencer a un determinado grupo de la sociedad, porque los periodistas asumimos que no están preparados intelectualmente. La conversación, y por lo tanto el conflicto, entonces empieza a dar vueltas sin ir a ningún lado ya que ambas partes se cierran en banda, a la defensiva.

Los periodistas debemos construir esa confianza con la sociedad dando nosotros mismos primero para después recibir esa confianza de vuelta de la gente.

5- Exponer a la gente a conocer otra comunidad

La forma más poderosa de conseguir que la gente pare de demonizarse unos a otros, tal como han demostrado décadas de prejuicios raciales, es que se conozcan unos a otros. El término técnico se denomina “teoría del contacto”, simplemente significa que una vez la gente se conoce y quizá se gusten, les cuesta mucho más caricaturizarse unos a otros.

Es importante ampliar la perspectiva y que los periodistas hagamos conectar a la audiencia con un representante de la “otra tribu” (conocer a otra comunidad, grupo social, etnia, raza…) o sino la historia puede acabar confirmando el sesgo por el que esa persona estaba previamente cortado. Las conexiones humanas auténticas complican las narraciones como han probado estudios científicos, sacan a relucir la innata empatía humana.

Por ejemplo, en lugar de preguntar a la audiencia directamente “¿qué piensa de Trump?”, Ripley propone una serie de preguntas que requieren cierta reflexión, lo que lleva a que la persona sea más curiosa y su pensamiento esté menos viciado y sesgado:

¿Cuál de tus experiencias en la vida ha formado tu ideología política?

¿Qué piensas que la comunidad X piensa de ti?

¿Qué piensas de esa comunidad X?

¿Qué quieres que la la comunidad X sepa de ti?

¿Qué quieres saber sobre la comunidad X?

6- Contra-confirmar el sesgo

Uno de los grandes problemas de las redes sociales es que nos proporcionan el hábito de confirmar nuestros sesgos, inclinaciones y narraciones preexistentes debido a la configuración de los algoritmos. Como dice la periodista:

La confirmación de nuestro sesgo es la Kriptonita del periodismo tradicional, hace completamente impotente todo nuestro más meticuloso y brillante trabajo.

La autora propone crear cierto confort cognitivo primero para hace una contra-confirmación “dulce”, ya que cree que una contra-confirmación rígida y tajante no crearía el efecto deseado en la audiencia que rechazaría por completo ese antídoto. Para ello hace algunas sugerencias:

  • Utilizar fuentes de una amplia variedad de comunidades. Por ejemplo, puede sorprender a la audiencia que cierta información que no se cree, venga de una fuente cercana a su sesgo.
  • Utilizar gráficos. Presentar la información visualmente incrementa la precisión de la historia como han demostrado varios estudios.
  • Mostrar el punto de vista positivo, en lugar del negativo. Por ejemplo, en lugar de poner el foco de la historia en las consecuencias de una epidemia de gripe, hacerlo en lo que la gente puede hacer para combatirla. El miedo sin un sentido de actuación posterior produce un efecto indeseado.
  • No repetir las fake news en el intento de corregirlas. Es decir, en vez de decir que Obama no es musulmán, decir que Obama es cristiano. Si eliminamos la negatividad de la frase hacemos también por quitar el sesgo preexistente.

Los seres humanos compartimos una tendencia a simplificar y demonizar, es cierto. Pero también tenemos un deseo por comprender las cosas. La gente no quiere que les vean como unos desalmados, la gente quiere que les entiendan.

Es por eso que los medios de comunicación y, en particular, los periodistas tenemos el deber de dejar de añadir toxicidad a la sociedad y recuperar la función del periodismo como agente social capaz del cambio. Como sentencia Amanda Ripley para acabar el ensayo:

Los periodistas necesitan aprender a amplificar las contradicciones y ampliar la perspectiva de las historias. Necesitamos hacer las preguntas que revelen las motivaciones de la gente. Todos nosotros, periodistas y no periodistas, podemos aprender a escuchar mejor. Como han demostrado cientos investigaciones en el último medio siglo, la manera de contraatacar el tipo de prejuicio tribal que vemos hoy en día es exponer a la gente a conocer la otra “tribu” o darle información de forma que la puedan asumir.

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Dani García
Cuaderno de periodista

Periodista/escritor. Pasé por la música, y siempre he observado de cerca la contracultura y los cambios sociales (¡ah! y el deporte americano). danigarcia.work