Daisy Quintana: “Una raíz bien plantada para que germine”

Lys Alfonso Bergantiño
El Caimán Barbudo
Published in
9 min readOct 3, 2020
Foto: Luis F. Funes.

Hablé con Daisy Quintana como si la conociera de toda la vida. Tal vez fue un atrevimiento de mi parte, pero diálogo a diálogo descubrí que ella era como la había dibujado en mi mente a partir de cada uno de sus personajes. Activa pero serena, fuerte pero sensible, espiritual y pragmática. Es posible que cada personaje suyo lleve un vestigio de la verdadera Daisy.

Por mi edad, la primera vez que la vi en pantalla fue en la novela Al compás del son, de Rolando Chiong, donde daba vida a Fabiana, una solterona enamorada de un joven mucho menor. Como televidente nata, la encontré años más tarde bajo el mismo director en la piel de otro personaje peculiarísimo: María Efluvio Noriega, de Santa María del Porvenir. Confieso que esperaba cada capítulo solo por ver a esta maestra pueblerina, que aguarda por su marido hace quince años con una ingenuidad y optimismo que rozan el absurdo, pero que, a través de la burla, logra una enérgica crítica a los convencionalismos y al patriarcado.

De ahí en adelante seguí los pasos de Daisy, la vi desdoblarse con natural simpatía en series humorísticas como Punto G; A todo trapo o Vivir del cuento. Volvió una y otra vez con Magda González Grau, Roly Peña, Miguel Sosa, Elena Palacios o el “Chino” Chiong, y en cada entrega resultaba acertada y diferente. Recientemente, disfrutamos su papel de irascible funcionaria en el filme El extraordinario viaje de Celeste García, de Arturo Infante, y en el audiovisual histórico LCB (II): la otra guerra, con un personaje breve pero interesante.

Daisy es una actriz versátil y una mujer mística, con ojos marrones y rasgos arábicos que vienen de los antepasados. Posee un sexto sentido y, aunque es apasionada y temeraria, sospecho que guarda para sí una reserva de secretos que revela a pocos. Quizás por eso sea amante de los gatos (los negros son sus favoritos), porque le recuerdan el respeto a la independencia y la dignidad, adornada por la elegancia y una espiritualidad ancestral. Hoy nos deja entrar, con selectividad felina, a una parte de su vida y trayectoria profesional.

¿Cómo era Daisy Quintana de niña?

Nací en La Habana y mi niñez fue muy intensa y feliz. Crecí en un departamento de diseño en una editorial infantil, pues mi mamá, una mujer de muchas luces y amor, es diseñadora gráfica, graduada en San Alejandro, pero le interesó siempre la ilustración para niños. Entonces, yo jugaba debajo de las mesas de los mejores ilustradores del momento, como Rita Gutiérrez, que es mi madre; Rosa Salgado, Eduardo Muñoz Bach, Vladimir González, entre otros nombres. Disfruté la infancia entre fantasía, colores, un mundo lleno de imaginación, y creo que fue determinante en mi vida estar rodeada de creación y de personas tan interesantes y tan artistas.

¿Por qué decidiste estudiar actuación?

Yo amaba la profesión en secreto, era algo que sentía dentro de mí, pero no me había atrevido a confesarlo y, como pintaba mucho desde niña, siempre pensaron en mi casa que iba a hacer las pruebas en San Alejandro. Entonces, cuando ya tenía la edad para definir, entré a un grupo de teatro de aficionados de mi escuela. Ahí supe que realmente quería ser actriz. Actuar se siente algo muy parecido al placer de jugar, de mover sentimientos, de buscar el resultado de las historias, de hacerte una vida paralela a esa realidad que tú vives. Es como un juego eterno. Sorprendió mucho a la familia, pero fue un camino que transité con el apoyo de todos, aunque muy independiente, en eso fui categórica.

¿Cuál fue tu primera actuación profesional?

Durante toda la carrera hay oportunidades de hacer cosas, de contactar con el público o que inviten a hacer cine (Una novia para David, 1985), pero mi primer trabajo profesional fue acabadita de graduar. Me llamó Eduardo Moya para un casting de una serie en televisión sobre el clandestinaje, llamada De tu sueño a mi sueño. Para eso, hizo un taller con muchos actores que duró bastante tiempo, hasta que se quedó con los que iban a interpretar sus personajes y ahí estaba yo. Me parece muy bueno que haya sido con Eduardo Moya, tan buen director de actores, tan exigente; un hombre que conocía muy bien lo que era y cómo se hacía la televisión.

Foto: Pablo Moreira.

Como actriz te has desempeñado en cine, teatro, televisión y radio, ¿qué medio prefieres?

Mi formación en el Instituto Superior de Arte (ISA) fue teatral. Pronto entendí que cada medio tiene su encanto, y por todos siento mucho respeto. Sin embargo, recién graduada, fue la televisión quien me acunó y le dio continuidad a mi trabajo. Hacerla es como meterse en la boca del lobo: siempre expuesta. Dicen que la televisión es un medio masivo; para mí es un riesgo masivo.

¿Qué fueron en tu carrera Vicente y Raquel Revuelta?

Lo más grande. Los maestros. Realmente mi profesora en el ISA fue Raquel desde primer año hasta quinto; pero en una ocasión Vicente le pidió que le cediera seis alumnas, y yo tuve la suerte. Fue muy importante, porque ellos dos pensaban muy diferente. Ambos respetaban y amaban al teatro con todas sus fuerzas, pero desde el punto de vista pedagógico y como directores, eran muy distintos. Pero se complementaban y eso me sirvió mucho, porque me mostraban caras disímiles. Para Raquel, la actuación era como un trabajo muy fuerte, casi de pico y pala; y para Vicente era un juego, un divertimento. Esos dos criterios fueron fabulosos, porque yo creo que tiene de todo: es un juego divino, maravilloso, pero también hay que trabajar fuerte. Bendigo la posibilidad de haberlos vivido, fue algo grandioso y los tengo siempre muy presente.

El personaje de Laura (Casa Vieja, 2010) es también un homenaje a Raquel Revuelta, cuya interpretación en la puesta de 1965 es de obligada referencia. ¿Algún sentimiento específico por este papel?

Adoro la película, y el sentimiento por ese personaje es evocador. Fue un proceso de trabajo inolvidable. La creación, junto a Lester Hamlet, se llena de encantos, se llega al rodaje a vivir momentos gratos, como contar con la presencia de Abelardo Estorino en el set. Fue hacer el personaje de la mano de Lester al mismo tiempo que sentía la mirada del creador de Laura. Un regalo de la vida.

¿Cómo llevas tu relación con el público?

La mejor, el cubano es tremendamente simpático, pero también muy inteligente, respetuoso y comunicativo, establece diálogo con facilidad. Yo también soy sociable y he tenido la mejor de las experiencias. El público es un ser gigante que te hace sentir amparada y querida. Me siento muy cómoda, realmente.

De tus personajes interpretados ¿cuál o cuáles se han quedado contigo?

Cuando estoy interpretando, es el personaje quien ocupa ese momento de mi vida. Sin embargo, con el tiempo y la distancia, siempre hay algunos que se vuelven recurrentes, y descubro que si algunos vienen a mi mente es porque, de alguna manera, han significado algo. Por ejemplo, de mis primeros personajes, el de Pitingo, de Cuando el agua regresa a la tierra, recurre a mi vida porque me impresiona mucho que, a pesar de tantos años, alguien me sorprenda con un: “¡ay, Pitingo!”, entonces le tomo un cariño especial. Después han venido otros que llevo inconscientemente. Me pasa mucho con un cuento que dirigió Leandro Martínez, Mimusa, donde hice un personaje llamado Ana que me encanta, por la realización de ese cuento. También recuerdo con mucho cariño a Deisy, del telefilme La vida en rosa, de Ernesto Daranas. Y el personaje María Efluvio, de Santa María del Porvenir, que era muy pintoresco y con muchas complejidades técnicas…Y, por supuesto, Laura, de Casa Vieja.

Has participado en varias telenovelas cubanas, un producto que indudablemente llama la atención del público nacional, ¿por qué crees que gozan de tanta popularidad?

Al público le atraen las particularidades de su realidad. El sentido de nación se expresa hasta en el seguimiento que da el cubano a su novela (y a su cine); ávido de verse reflejado, incluso cuando la calidad no es permanente y a pesar de que se produce poco. Se supone que la televisión cubana es una prioridad, pero tiene que crecer. El público la busca como reflejo de su naturaleza, así que no perdamos las esperanzas.

Cuéntanos acerca de la experiencia en LCB: la otra guerra

Fue interesante. Compartí con actores con los que he trabajado antes, pero también con otros muy jóvenes, estudiosos, que respetan mucho la profesión. En este tipo de historia, los personajes femeninos intervienen brevemente pero con situaciones y conflictos fuertes. Felicito al equipo de realización, en especial a la dirección de actores.

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¿A qué se debe, en tu opinión, la aceptación popular de este audiovisual de corte histórico?

Es increíble la conexión que hacen los espectadores con este audiovisual y esto es muy importante, porque cuando se tocan temas históricos muchas veces se esquematizan, en las clases de historia en las escuelas, por ejemplo. Pero LCB realmente tiene un nivel de humanidad impresionante, que es lo que permite que los espectadores y actores se identifiquen tanto. Como televidente lo disfruto muchísimo y agradezco a Eduardo Vázquez, el guionista; y a Roly Peña, el director; por el ritmo que le imprime a la puesta en escena y a todo el equipo técnico, porque han hecho un trabajo maravilloso que el público está reconociendo sobremanera. Pienso que ha sido un éxito, mis aplausos para la serie.

Estarás en el elenco de la novela , de Lester Hamlet, con quien has compartido otras propuestas audiovisuales…

Con relación a , pues estamos todos paralizados por la situación de la pandemia. Es muy difícil cuando suceden este tipo de cosas, son trabajos largos que, si sufren un impasse tan sostenido, es muy complicado. Estar bajo la dirección de Lester es un encanto, porque tiene muchísima imaginación, y está sorprendiendo todo el tiempo con la puesta. Eso es algo que te mantiene siempre muy alerta, te va dando pie para que inmediatamente resuelvas, como actor, todas esas cosas nuevas que él propone. Yo lo disfruto mucho. Aquí interpreto un personaje bien complicado, que tiene una característica que me fascina: es una mujer que pinta. Con ella me he dado el gusto de conciliar mis dos pasiones: la actuación y la pintura.

¿Cómo has enfrentado este periodo de confinamiento por la situación sanitaria?

Tengo una necesidad constante de creación y eso me da muchísimo gusto. Durante esta cuarentena seguí pintando muchos de los cuadros que van a estar presentes en el entorno donde vive el personaje que interpreto en la novela. Eso me permitió, aunque no podía grabar, continuar todos los sentimientos en esta etapa. Ha sido un personaje que me coincidió con el confinamiento; pero seamos optimistas, espero que todo pase pronto y que se pueda retomar de una manera linda.

¿Qué importancia le concedes a la crítica?

La que lleva. La respeto muchísimo, pero tampoco permito que me quite el sueño. A veces uno lee trabajos muy interesantes, a veces no; pero sin dudas, el mayor crítico debe ser uno mismo; y cuando el público te halaga y se muestra satisfecho, no debemos confiar absolutamente en la aprobación.

Eres una madre orgullosa y cariñosa. Cuéntame de ese vínculo maravilloso…

Mi relación con mi hija Talía Peña, que ya tiene 25 años, es única e indestructible. Hay una comunicación desde lo personal, lo profesional; yo le pregunto, le consulto. Es muy rica esa vivencia y, además del amor inmenso, también siento mucha admiración y orgullo, porque Talía es la continuidad profesional de mi madre y de mi hermano, cuya luz es permanente. Tiene una personalidad muy fuerte y una vocación definida desde niña, siempre supo que iba a estudiar pintura, primero en San Alejandro y ahora está en su quinto año en el ISA, preparando su tesis para graduarse. Nosotras somos cada vez más amigas.

¿Proyectos futuros?

Unos cuantos. Hay cosas que están por salir al aire, como la segunda parte de Rompiendo el silencio; también una serie dirigida por Mirtha González Perera. Está pendiente continuar la novela de Lester, y un cuento que me propuso Miguel Sosa que me tenía muy entusiasmada, porque los cuentos me ilusionan mucho. Además, una serie humorística y un personaje con la directora Mariela López…Varias propuestas, pero hay que esperar que pasemos esta etapa complicada.

Tienes una hermosa familia, amigos fieles, eres una actriz querida por tu público… ¿Dónde radica la felicidad de Daisy Quintana?

En una raíz bien plantada, para que germine.

Publicado en la revista El Caimán Barbudo.

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