Luces de cine francés para iluminar La Habana
Inaugurada el 15 de junio con la cinta Hazme volar, la 23 edición del Festival de Cine Francés en Cuba ofrece hasta el 30 de junio una valiosa programación…
Por Rafael Grillo
Victor Belmondo heredó un air de famille y también la vis cómica de su célebre abuelo. Hace falta que no le suceda como a su antecesor y lo encasillen por ello; pero de momento, para Hazme volar, muy bien que le viene ese don para que el público identifique la simpatía y el fondo de buen corazón de su personaje, a pesar de ese comportamiento irresponsable y alocado por el cual su padre médico le quita las prebendas y lo fuerza a demostrar valor humano en un acto de entrega al prójimo.
En la película que inauguró el 23 Festival de Cine Francés en Cuba, el 15 de junio, en el capitalino cine Yara, tiene el malcriado Thomas que ocuparse de Marcos, adolescente bajo riesgo de muerte por una enfermedad de nacimiento, con la misión de devolverle la sonrisa y los anhelos de vivir.
El director Christophe Barratier pulsa las cuerdas de la comedia con las travesuras de esta pareja dispareja y,encima, maneja la emotividad del espectador al insertar momentos de intenso drama. En ambos registros se luce Yoan Eloundou, el actor más joven, y también el nieto de Jean Paul Belmondo, enseñando que sabe cuándo le toca fruncir el ceño para otorgarle gravedad a su interpretación.
Los conflictos entre padres e hijos, y la responsabilidad parental pero también la de cada individuo con su propio destino, la empatía entre las personas más allá de las diferencias raciales y sociales, entre otros importantes asuntos humanos, van a ser abordados en esta cinta de 2021.
Pero lo hace con un desenvolvimiento ligero, mensaje positivo y desenlace venturoso, circunstancia que la capacita para conectar con una audiencia masiva y hace justificada su elección para abrir la tradicional cita cubana con el cine francés, de regreso tras dos años imposibilitada por la pandemia.
Si algo podría reprochársele a Hazme volar, es que a la larga deja la duda de si bastaría realmente un carisma como el de Thomas, o si es su posibilidad para cubrir costosos anhelos (ver jugar al PSG en el parisino Parque de los Príncipes o pasar una noche en un hotel cinco estrellas, por ejemplo) lo que termina devolviendo al chico las ganas de seguir luchando por su supervivencia. Un trasfondo sobre las razones últimas de la felicidad que en esta Cuba donde acaba de estrenarse la película, agobiada por calores y apagones, vicisitudes sociales, inflación irrefrenable y conciertos robados, parece difícil de obviar.
No es el propósito, sin embargo, de este comentario desviarse hacia la espinosa cuestión de la vida nacional; y sí el de reconocer cuán beneficioso para refrescar el clima cultural de las noches habaneras es la vuelta de esta fiesta del cine que viene ganando adeptos desde su fundación a fines del siglo pasado. Para esta ocasión, el Festival de Cine Francés se proyecta con una rigurosa curaduría de más de 22 títulos, entre largometrajes de ficción, documentales y filmes de animación, la mayoría producidos en los últimos años.
Desde la conferencia de prensa previa al arranque, Patrice Paoli, embajador de la nación gala en Cuba, reivindicó que este “no es un evento francés, es un evento cubano”. Nouredine Essadi y Christophe Barratier, fundadores de este encuentro y curadores de la muestra, evocaron su satisfacción con las citas anteriores y el empeño por mantener el Festival bajo cualquier circunstancia.
En este “segundo respiro a esta bella aventura colectiva”, los organizadores se propusieron “reflejar la riqueza y la diversidad” de la hexagonal patria europea, con filmes que, según Paoli, “invitan al pensamiento reflexivo, testimonian los extensos vínculos entre ambos países y la voluntad de permanecer entre los cinéfilos de la mayor de las Antillas”.
Al decir de Luciano Castillo, actual director de la Cinemateca de Cuba, el cine francés se caracteriza por “la voluntad de escapar de los estándares dominantes de la representación”. En un repaso somero a lo que está por estrenarse en las salas oscuras del Proyecto 23 (cines todos en el área del Vedado), por el acreditado rigor de esta cinematografía en sus aproximaciones a la Historia, cabe tener expectativas acerca de De Gaulle (2020) y su relato de cómo este se convirtió en el gran héroe de la resistencia en Francia durante la Segunda Guerra Mundial. La consabida dirección de arte exquisita para el “cine de época” y la rica tradición culinaria francesa prometen un buen rato con Délicieux (2021), historia de un chef cuando la Revolución Francesa.
Los afectos difíciles y los conflictos interpersonales son plato fuerte en cualquier muestra gala. Resaltan en este acápite Un amor imposible (dirigida por Catherine Corsini en 2018, con cuatro nominaciones a los Premios César), ambientada en los años 50 y una pareja de distinto origen de clase como protagonistas; y Adiós, idiotas (de 2020, le concedió a su director Albert Dupontel el César en ese apartado y otros seis lauros más), que gira alrededor de la búsqueda del hijo perdido por una mujer gravemente enferma.
Un drama obrero aplaudido en el Festival de Cannes (En guerra, 2018), los problemas de La vida escolar (2019, galardonada en el Festival de Sevilla), la ayuda a los autistas en Especiales (2019, Premio del Público en San Sebastián) y la inclusión de homosexuales en el deporte (Camarones en lentejuelas) son otras tantas aristas y películas que pueden ser contempladas.
De las propuestas que buscan también un disfrute para los niños rebrilla Minúsculos. El valle de las hormigas perdidas, cinta que en 2013 recibió el César al mejor filme de animación y una nominación en los Premios del Cine Europeo. En cuanto a los documentales, tanto Poetas del cielo, un viaje por el mundo de la pirotecnia que recibió el Gran Premio del Jurado de Amiens 2019 — su realizador, Emilio Maillé, ha viajado a La Habana para presentarla personalmente — , como El proceso contra Mandela y los otros (nominado al premio Golden Eye en Cannes 2018) lucen imperdibles.
El contexto del 23 Festival ha sido propicio, además, para el anuncio por la Embajada gala de la aprobación de un fondo francés para el apoyo a la industria cinematográfica cubana que beneficiará a los proyectos ganadores del Fondo de Fomento del Cine Cubano. Un segundo ángulo de esta ayuda consiste en el establecimiento de capacitaciones con la participación de profesionales franceses. De ahí que en la delegación de este año hayan venido Jérôme Alméras, director de fotografía, y la script Lucie Truffaut, quienes estarán ofreciendo a jóvenes cubanos un taller de sus respectivas especialidades.
Por último, hay que informar sobre los tributos. En homenaje a su tío Jacques Perrin, quien falleció el pasado 22 de abril con 80 años de edad, el cineasta Barratier ha incorporado un justo homenaje al actor de Las señoritas de Rochefort (1967) y Cinema Paradiso (1989), subrayando su tarea como productor. El ganador del César por esta labor con la excepcional Microcosmos: Le peuple du herbe (1996) — que fue vista y muy admirada en la isla — contribuyó en 1969 a que Costa-Gavras pudiera realizar su Z. Y ahora esta obra cumbre del cine político podrá volver a verse en La Habana, junto a otras películas del cineasta ateniense, entre ellas, Los raíles del crimen, thriller con el que debutó en 1965; y La confesión (1970), cinta reveladora sobre las purgas estalinistas en el Proceso de Praga de 1952.
Con mucha ilusión, el ICAIC y la Cinemateca de Cuba, Cinemanía, la Alianza Francesa en Cuba y la Embajada gala, organizadores de esteFestival, han preparado minuciosamente la cita para embullar al público cubano a encerrarse en la sala oscura y compartir hasta el 30 de junio la vasta programación. Queda por la parte nuestra, aunque sepamos lo frágil del disfrute proporcionado por dos horas viendo una película, lo efímero de ese placer tras la vuelta a la indómita realidad, que no dejemos pasar la oportunidad.