A mí me gustan mayores

Vera Ricerca
El juego del paquete
7 min readFeb 21, 2018
Imagen de autoría propia

No estaba preparada para tener una cita en medio de mi Retiro “espiritual” en Benavidez, así que me puse la misma pollera de jean que usé todos los días, una musculosa blanca, unos aros argolla de Elo y me maquillé con un rimel y rubor que tenía su mamá en el baño de la quinta. Durante todo el viaje pongo el aire acondicionado del auto al máximo para no llegar calcinada y estar bastante presentable para esta inédita cita-desayuno.

De camino, le aviso a Jose y Lau sobre mi encuentro con Sergio:

Ok, ya estoy oficialmente nerviosa. Tener ya un plan para contar como me fue en la cita quiere decir que ALGO interesante de contar debería pasar.

Estaciono, me doy una última mirada en el espejo retrovisor y pienso: NO estás nerviosa — Si sale bien GENIAL y sino, no pasa nada — Pasá un buen rato y no le pongas MÁS presión — Y R E S P I R Á P R O F U N D O.

Cada vez que tengo una primera cita me agarra la misma contradicción de estar preguntándome ansiosa por qué me expongo a estas situaciones y sentir al mismo tiempo que son una gran oportunidad para sumarle momentos de felicidad a mi vida.

Sergio me manda un mensaje avisándome que está sentado en uno de los sillones del bar. El local es todo vidriado así que hago un esfuerzo sobrehumano para no mirar para adentro desde el auto, tratando de ubicarlo.

Apenas entro, una gran sonrisa me hace señas para que me acerque. Sergio es alto y tiene los ojos color del mar. Nos abrazamos y me siento en el sillón de enfrente.

— No te querés sentar acá? Sino estamos muy lejos, -Hace un gesto con su mano dándole golpecitos al sillón donde está sentado, mostrando así que hay lugar de sobra para mí.

Tenemos una hora y media para charlar porque después se tiene que ir a trabajar. Pedimos tostadas con queso y dulce y dos cafés con leche.

Es simpático con la moza que nos atiende y le hace un comentario como que siempre pedimos lo mismo para desayunar juntos: una pavada que me hace reír y genera un clima de familiaridad entre los dos.

Agarra una tostada y ofrece prepararla para mí. Es atento. Me dice que tiene el toc de que el queso cubra tooooda la superficie del pan y le digo que no sabía que eso era un toc porque para mí esa es la ÚNICA forma de preparar una tostada. Nos reímos otra vez. Mordemos las tostadas. Y nos miramos. un poco de frente, un poco de costado, así como estamos sentados.

Sergio es escritor y periodista. Editó tres libros y escribe notas para varios medios. Mientras lo escucho, pienso si está bueno que le cuente que yo también escribo. Un blog. Donde cuento sobre mis citas. No, no creo que sea buena idea mencionarlo.

— Yo también escribo (Ay,-Verita!!!!!!!!-Qué-pasa,-nena,-no-podés-controlar-esa-boquita???).

Abre grande los ojos color del mar y me pregunta sobre qué escribo y, cuando le cuento, dice que le parece re interesante pero que, dada la temática, prefiere conocerme a mí en persona y no a la versión de mí que está plasmada en las letras del blog.

Me encanta la seguridad con la que me habla y sobre todo si esa seguridad está ligada a sus deseos de conocerme. Bingo!

Van 45´ de cita y hablamos sin parar. Me cuenta que tiene una hija de 14 años que, oh casualidad, va al mismo colegio que fui yo. Me pregunta si quiero tener hijos y cuando le digo que creo que sí propone que tengamos dos. Acoto que está buenísimo que tengamos resuelto lo de las tostadas y los hijos en menos de una hora. Nos reímos otra vez y me abraza de costado, sobre los hombros. Seguimos hablando así, un poco cómodos como si nos conociéramos de siempre y otro poco tensos porque nuestra piel sí sabe que está todo por descubrirse.

Va al baño y aprovecho para avisarle a Elo y a “Las sueltas” que todo va bien.

Cuando vuelve, Sergio está serio. Se sienta y aclara:

— Venía pensando que te quería decir algo: a mí no me interesa boludear en las app, yo quiero estar bien con alguien. Busco eso. Quería que lo sepas.

No se qué decirle.

Quiero disimular que se me puso la piel de gallina. Quiero disimular que siento que tiene la seguridad de la experiencia y una sonrisa sin edad. Quiero disimular que, a una hora de conocerlo, Sergio me gusta.

Él encuentra la mejor forma de responder a mi silencio: me besa.

De esos primeros besos que frenan el tiempo y reducen el espacio: el mundo somos nosotros dos.

Los últimos 15 minutos de cita pasan entre besos, risas y más charla sobre cosas en común. Paga nuestro desayuno y aunque él tiene su bicicleta en la puerta, se ofrece a compañarme hasta el auto, que está a tres cuadras.

— Los lunes, jueves y viernes estoy con mi hija pero cualquier otro día podemos hacer algo, si tenés ganas.

— Dale, vamos hablando y arreglamos.

Llegamos al auto, apoya la bici en un poste y me besa mientras me acaricia el cuello. Siento que no le devuelvo la misma energía que pone él. Estoy como derretida ante su dulzura, con los brazos flojos.

Me siento descolocada / emocionada / vulnerable y muy ilusionada de que este cuento de hadas de una hora y media, donde el principe se aleja en bicicleta, pueda ser real.

Entro al auto, prendo el aire y me quedo varios minutos así, detenida. No tengo ningún pensamiento a mano. Me miro en el espejo retrovisor. Me río.

Las chicas mandan un mensaje proponiendo que almorcemos en lo de Lau y preguntando desesperadas cómo me fue. Respondo escueta:

— Ok, nos vemos ahí.

Hago tiempo en una librería que está cerca de lo de Lau y recuerdo que hace mucho que quiero leer algo más de Paul Auster. Encuentro La invención de la soledad, abro en una página cualquiera y leo:

“Incluso cuando consigo avanzar un poco, no estoy muy seguro de hacerlo en el rumbo correcto. El hecho de que uno vague por el desierto no quiere decir que necesariamente haya una tierra prometida”.

Lo compro.

Toco el timbre en lo de Lau y cuando entro ya están las dos con la mesa puesta (empanadas y limonada) esperándome para que cuente TODO sobre mi cita.

— Dale, Veriña, qué te pasa que no largás nada?!?!?!

— No se, chicas….estoy….boba.

Se miran entre ellas, largan una carcajada y me vuelven a mirar asombradas, como si fuera un espécimen raro sacado de algún zoológico asiático.

— Empezá por algún lado, por favor!

— Ok, por el final… siento que con él todo va a estar bien.

— Ah bue, salir ASÍ de boba de una cita es algo nunca antes visto, -Dice Jose con su ironía habitual.

— Ay, me muero, te enamoraste! Contá más!!!!!!, -Se ilusiona Lau.

Agarro una empanada de carne con aceitunas para ver si puedo recomponer un poco mi energía y les relato cada detalle de mi primer encuentro con Sergio.

— Claro, te mató con su seguridad. Parece que alguien le hubiera dicho todo lo que tenía que hacer para caerte bien.

— Si, tal cual, siento que tengo un montón en común con él aunque ya se que todavía no tenemos nada. Y saben que es lo que más me atrapó? Siento que tiene ganas de conocerme de verdad, que está para intentar algo en serio. En un momento, hablábamos de nuestras experiencias recientes, sobre todo las de las citas a través de las app y me dijo “Estás re podrida de los tipos que están en el boludeo, no?”. Le puse cara de que sí y me dio un abrazo hermoso, de esos con sensación de haber llegado a casa.

— Verita, ya se que siempre soy la mala de la película pero… bajá un cambio, relax, disrutalo sin presiones.

— Si, creo que esta vez Jose tiene razón Veriña, es reeee lindo lo que acaba de pasar, disfrutalo, vivilo, pero proyectá lo menos posible.

— Milagro! Lau me dió la razón en algo!!!, -Exagera Jose y todas nos reimos.

Suena una notificación en mi teléfono y es un audio de Sergio. Me suplican que lo ponga para que lo escuchemos todas:

— Hola… sólo quería decirte que me quedé pensando en vos y que me gustó mucho conocerte. Eso… Besote.

Jose lo grita como un gol de media cancha y Lau me abraza fuerte mientras yo disimulo que se me puso la piel de gallina.

Leé aquí cómo conocí a Sergio

Leé aquí cómo continúa la historia con Sergio

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com