Yo soy Vera
Ilusionada con que iba a conocer al futuro amor de mi vida a la vuelta de la esquina o en el supermercado, me di cuenta que, post 30 años, la mayoría de los solteros o separados viven en las redes sociales y apps de citas. Y como quien deshace un tejido fui derribando uno a uno todos (o casi todos) los prejuicios que tenía sobre conocerse a través de un teclado y también sobre mí misma, quién soy y qué me gusta.
Todo lo que escribo estaba en mi cabeza mucho tiempo antes de pasar a ser textos reales. Cada beso eterno, cada chat trunco, cada enojo nivel-fin-del-mundo, cada escena de mi muchas veces absurda película daba vueltas una y otra vez por mi mente. Repasaba diálogos, gestos y silencios hasta que decidí escribirlos para hacer lugar en el saturado disco rígido de mi cabeza. Letras, puntos, comas y tildes vuelven visibles las experiencias que viví o vivieron mis amigas, atravesadas a veces con disfrute, otras con frustración y otras con sorpresa.
Me di cuenta que escribiendo y compartiendo lo que me pasaba no solo liberaba un poquito mi obsesión por el sobreanálisis sino que también entendí que mis historias son tan únicas y tan iguales a las de muchos de los hombres y, sobre todo, las mujeres que las leen.
Escribo esencialmente sobre los hombres infinitos y fugaces con los que me voy cruzando en los últimos años de mi vida, en los que volví a la soltería (espantosa palabra!) después de una relación que duró 8 años.
Navego entre besos de distintas bocas buscando una en la cual quedarme para siempre, o al menos por unos meses. En ese proceso me siento jugando al juego del paquete, como cuando era una niña: abro un envoltorio tras otro, pensando que en el próximo se develará el premio mayor.
Me propongo vivir cada día con más disfrute por la experimentación que desgano por lo efímero.
Soy Vera, vivo en Buenos Aires y tengo 35 años.
Podría vivir sacando fotos mientras viajo, mirando películas de Hitchcock y comiendo helado. También me gusta mucho lavar los platos, porque los gustos hay que dárselos en vida.
Mi hermano vive en España y además de la sangre compartimos el gusto por los hombres. Es mi consejero más cruel y más estimulante. Mis padres viven (demasiado) cerca y mis compañeras de pilates me buscan novio clase tras clase.
Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica.
