Mi barbijo abstracto

Vera Ricerca
El juego del paquete
5 min readApr 25, 2020

Un sábado de marzo, cuando todavía podíamos vincularnos con otros seres humanos en la calle, Manuel y yo nos encontramos en la puerta de FOLA.

Sonríe grande y, desde lejos, su piel oscura hace que sus dientes parezcan más brillantes que lo habitual. Respondo con otra sonrisa y cuando por fin estamos frente a frente, nos damos un abrazo fuerte, de esos que unen cuello, brazos, pecho y piernas y que ahora suenan a pecado capital.

Hay fila para entrar pero no nos importa, estamos concentrados en descubrirnos entre nosotros. Charlamos animados sin parar y con una mirada profunda y tierna me pregunta:

— ¿Te puedo volver a abrazar?

Abro los brazos y me envuelve. Tenemos la misma altura así que nuestros labios quedan muy cerca, tanto que se cruzan, se saludan y se entremezclan ya sin saber cuáles son de quién.

Si, todo así rápido, a 15 minutos de habernos visto por primera vez en la vida real.

¿Acaso hay alguna medida de tiempo más ideal que la que marcan las ganas consentidas?

Entramos a la fototeca y su brazo recorre mi espalda y se acomoda en mi hombro para hacer el recorrido de la muestra.

Estoy tranquila, con la calma que me da ver que todo lo que me rodea me gusta, tanto las fotos como el chico que me acompaña. Entre paredes blancas y fotos en colores nos hacemos preguntas sobre nuestra vida pero no tipo cuestionario de revista Cosmopolitan sino pavadas de nuestro día a día o de las charlas previas por chat.

Manuel tiene una mirada atrapante y una mano fuerte. Comentamos la muestra y cada imagen nos lleva a abrirnos y conectarnos un poco más. Cuando salimos propone seguir la cita de la mejor manera:

— ¿Vamos a comer algo?

Dice que le recomendaron un lugar por San Telmo tipo cantina.

— Yo vine con el auto, querés que vayamos ahí?

Le digo que sí, claro, una cantina y un chico guapo no se rechazan fácilmente.

Durante el viaje en auto charlamos sin parar, de mi vida como porteña, de su amada Salta y de su hijo. Al hablar de él su tono tiene pinceladas de nostalgia. No profundizo en mi interpretación, por ahora prefiero escucharlo.

Parece que no somos los únicos que pensamos en almorzar en esta cantina. Nos anotamos para reservar mesa y esperamos afuera. El tiempo abrazados es mayoría y todo nos causaba risa, como dos tontos, como dice Franco.

— Tengo una idea para el resto de nuestro día

Me dice Manuel al oído y me mira sonriente con una picardía casi infantil.

Lo miro expectante sin decir nada.

— Qué te parece si después de almorzar pasamos por casa a buscar quesitos y vino y vamos a tu casa a dormir la siesta.

Sigo callada pero mi cara empieza a tomar forma de sonrisa.

— Ojo, si te parece mucho para una primera cita todo bien! jajaj, quizás me estoy yendo de tema…

Sigo unos segundos en silencio, manejando el poder que la situación me concede (Ah-bueeeeee,-ahora-nos-querés-hacer-creer-que-te-vas-a-hacer-la-difícil…-quién-te-lo-cree,-Verita?!).

— Es buena idea, primero almorcemos tranqui y después vemos de qué tenemos ganas, te parece?

Durante el almuerzo nos reímos todo el tiempo, lo noto calmo y seguro y no puedo creer que esta persona que tengo en frente es la misma que ayer me confesaba sus ataques de pánico y sus permanentes visitas al psiquiatra.

— La estoy pasando muy bien Verita.

— Yo también!

— Mis días no son siempre así, sabés?

No sé qué decirle… ¿cómo serán esos días que no son así? ¿Siempre ante un momento de disfrute necesitará resaltar que hay otros que no lo son? ¿Estoy yo dispuesta a transitar sus altibajos? ¿Le estaré dando demasiada importancia a un comentario al pasar?

— Bueno, lo importante es que estás trabajando en que cada vez los días buenos sean más que los no tan buenos, no?

— Tal cual, es así.

Traen el flan con dulce y crema que vamos a compartir y le suena el teléfono. Es la madre desde Salta, me hace un gesto como pidiéndome perdón por atenderla y le cuenta que está almorzando con una amiga, mientras me guiña un ojo y con la mano que tiene libre carga la cuchara con flan.

Nuevamente en su auto todo se vuelve más físico y decidimos seguir su plan de quesos, vino y siesta. Pasamos por su casa y cuando frena me agarra la duda de si bajo con él o no. Cuando me desabrocho el cinturón de seguridad abre su puerta y me dice:

— Subo y bajo al toque, me esperás acá? Mi casa no está lista para recibir a una dama como vos.

Me quedo esperando sin demasiados cuestionamientos, sobre todo porque él vuelve tan rápido que no llego a elucubrar teorías al respecto.

Nos reímos del olor a queso invadiendo el auto y en pocos minutos estamos en mi casa.

Charlamos un rato en el sillón y casi sin darnos cuenta seguimos allí pero con escasez de ropa y exceso de calor. Oh, aquellos buenos viejos tiempos en los que se podía dejar entrar a alguien a casa y no era necesario bañarlo en lavandina previamente.

Manuel es profundo. No estoy siendo explícita respecto a posiciones sexuales. Es el concepto que me surge después de estar estas horas con él: su mirada es profunda, su vida es profunda, su vibra (puff, odio esa palabra pero no se me ocurre otra) es profunda…

Me genera mucho interés y también una distancia prudencial, como un barbijo abstracto mental y emocional.

Los quesos y el vino quedan para otro día porque hoy todos nuestros sentidos están dedicados a descubrirnos entre nosotros.

Y de pronto nos rodeó el silencio
Y nos miramos fijamente
Uno al otro

Tus manos entre las mías
Tal vez nos volveremos a ver
Mañana no sé si podré

Claramente Franco fue un visionario al escribirle, hace miles de años, esta canción a la cuarentena que separaría, entre otras cosas, al profundo Manuel y a mí de nuestra segunda cita.

¡Te invito a seguirme en instagram y facebook para ver más contenido!

Leé la historia anterior aquí
Leé la siguiente historia
aquí

Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

--

--

Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com