Una nueva historia — Capítulo 3

Vera Ricerca
El juego del paquete
5 min readMar 28, 2021

Me levanto pensando en la cita de ayer con Agustín. No me levanto pensando si reúne todas las condiciones para ser el hombre perfecto ni si es el comienzo de una historia de amor digna de Hollywood, ni si -por fin- cupido apuntó bien la flecha.

Pienso en la cita, en el primer beso, en las risas compartidas. Cosas concretas que hoy, entre una tostada y un café, me hacen bien.

Que sea viernes también me gusta, me gustó siempre, siento que es el día con más ilusión de la semana. Un día donde se intenta cerrar lo inconcluso (tachar cosas de la lista, uno de mis mayores placeres!), con todo por delante, sobre todo con la posibilidad de elegir si el fin de semana vendrá repleto de acciones y emociones o de siestas e hidratos, pero elegir, por sobre todo.

A la única que le conté sobre mi cita es a Elo, mientras almorzamos en un barcito cerca de la oficina.

— Bueno bien Verita, parece copado el pibe

— Si, sentí eso, como que es copado, buena onda, y quizás no fue un flechazo de esos que rajan la tierra pero sí la pasé muy bien y me genera intriga seguir conociéndolo.

— Si se raja la tierra, la base no es sólida para construir nada.

Me dice con una seriedad abismal y las dos nos miramos estoicas por unos instantes hasta que estallo de risa.

— Sos grosa Elo, Nietzsche un poroto al lado tuyo.

— Jaja, te digo en serio nena! Cuántas veces te fue bien con alguien con el que flasheaste fuegos artificiales en la primera cita??

Me hago la que pienso pero sé con claridad que la respuesta es NUNCA.

No creo que haya una única regla sobre los comienzos de los vínculos que asegure el éxito en la continuidad de las relaciones. Seguramente haya fuegos artificiales que llegaron a buen puerto y primeras citas mediocres que llevan años felices de casados.

Este comienzo está mucho más cerca del fuego que de la mediocridad pero no es ninguna de los dos cosas.

Vuelvo a casa dispuesta a hacer maratón de alguna serie y cenar fideos con atún y queso blanco, mi menú de cuando no tengo ganas de cocinar.

Cuando me estoy por entrar a bañar recibo un mensajito de Agustín preguntándome en qué estoy y contándome que está volviendo del trabajo. Le cuento un poco sobre mi día y que estoy en casa.

— Me divertí anoche ;). Qué querés hacer el domingo? O querés ver una peli en el sillón hoy?

— Vos querés que nos veamos hoy? Me gustó lo de peli en el sillón

— Si, si querés! No prometo no quedarme dormido jaja

— Jaja yo tampoco. Bueno te paso la dirección, dame un ratito para bañarme y ordenar un poco.

Tengo dos sentimientos en simultáneo: uno es ponerme contenta porque haya querido que nos veamos hoy o otro es que seguro que por vernos hoy ya no nos vamos a ver el domingo y me decepciona un poco porque me entusiasmaba ese plan diurno. (Ay-Vertita-por-favoooor-quién-te-entiende?-El-pibe-te-demuestra-que-te-quiere-ver-y-te-ponés-triste-por-no-ir-a-andar-en-bici?-Tampoco-era-el-Tour-de-France!).

Que embole cuando la mente pone el foco en lo que falta y no en lo que está. Tengo un re lindo plan hoy, aquí y ahora, tanto cuesta enfocarse SOLO en eso?

A las 21 hs me avisa que está abajo. Antes de abrirle, a través del vidrio de la puerta, veo que ambos estamos en nuestra versión casual. Hoy nada de camisas ni camperas simil cuero, hoy es jeans cómodos y remeras estampadas.

Abro la puerta y sonríe. Su sonrisa es enorme. Y no por el tamaño de su boca sino por cómo se ilumina todo cuando sonríe.

Me agraza fuerte y confirmo que el poder de un buen abrazo es único. Todavía no se inventaron adjetivos adecuados para describir la sensación de un abrazo como este.

Le ofrezco algo de comer y cuando ve que hay coca light se entusiasma:

— Es que soy medio adicto

— Yo también! Es un vicio…

Levantamos nuestros vasos celebrando que ya nos une algo más, aunque sea una bebida absurdamente marrón y adictiva.

Llegamos al sillón y cuando nos sentamos, abre sus brazos como haciendo un espacio para que me acurruque junto a él.

No me resisto y me zambullo en su cuerpo que me espera convexo. Mientras me pregunta por mi día me acaricia los brazos, me mira profundo, sonríe.

En un momento decidimos prender la tele y hacer la búsqueda eterna de alguna película para ver entre todo el menú de Netflix.

No tengo la menor idea de qué película elegimos ni cuánto tiempo la estuvimos mirando porque claramente no fue mucho.

Las caricias se volvieron besos y los abrazos se transformaron en dos cuerpos inseparables buscando una cama en la cual conocerse mejor.

Perder la consciencia del tiempo y poder disfrutarlo, no hay mejor sensación para una controladora como yo.

Deben ser las 2 o las 3 de la mañana, seguimos enredados de pies a cabeza y nos estamos quedando dormidos.

— Te vas a quedar?

Le pregunto sobre todo para saber si puedo relajarme y quedarme dormida o tengo que cambiarme para bajar a abrirle.

Se separa un poco y cambia su cara de relajación por una de casi preocupación:

— No, me voy porque tengo que darle de comer a los gatos.

En otro momento me hubiera angustiado su respuesta, hubiera dicho “ok” y mi cabeza se hubiera quedado girando en círculos autoconvenciéndose de que la suya es una excusa berreta que solo significa que probablemente es la última vez que nos fuésemos a ver.

Ahora ya no soy esa, no me hago la empoderada abanderada de la madurez pero algo cambié, ya no tengo tanto miedo a que “no me elijan”, ahora valoro más el estar sola por sobre el estar con alguien que a veces quiere que estemos juntos y a veces “no vaya a ser que te confundas y pienses que esto es algo más”.

No soy la heroína de la sinceridad pero ya no me quiero quedar con cosas guardadas, ahora soy la que responde:

— Ah bueeee, otra excusa no se te ocurrió para irte?

Me mira extrañado, como dándose cuenta que está recibiendo un tono que es más para los que vinieron antes que para él.

— No Verita, en serio, me encantaría quedarme pero llegué a casa, me bañé y me cambié para venir acá y me olvidé completamente de dejarles comida. Igual nuestro plan del domingo sigue en pie, no?

Respiro un poquito aliviada, a lo mejor dice la verdad. A lo mejor no todos los hombres viven escapando. A lo mejor igual estuvo bien que le diga lo que pensaba.

A lo mejor yo cambié y él también es distinto.

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Soy Vera y publico esta y otras historias en mi blog El Juego del Paquete. Te invito a leerlas desde el comienzo, aquí.

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com