Mis sueños europeos

Los siete abrir y cerrar de ojos más deseados

David Fuentes
El viejo continente

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Vuelvo a mis deseos, a mis instantes viajeros que aún me quedan por vivir, como continuación de “Mis anhelos americanos” y como segundo artículo de la colección que prometí completar. Así que ya sabéis de qué va esto: si pudiera cerrar los ojos y al volverlos a abrir estar en una situación exacta, en un momento preciso, y en un contexto particular, ¿cuáles serían mis siete más deseadas (en Europa)?

Siete: Flotar

en el vacío que se abre entre dos continentes en la fractura de Silfra, separación física entre Europa y América, en el Parque Nacional de Þingvellir, al oeste de Islandia. Aguas heladas, todo el año (alrededor de 2ºC), la escasez de vida marina y la práctica ausencia de mareas u oleaje de ningún tipo hace que esta falla se registren algunas de las mayores visibilidades submarinas del mundo, por encima de 80 metros. Un espectáculo geológico en cada esquina.

Silfra, a crack between two continents, by R. Gielen

Seis: Caminar

sobre las nubes, por las escarpadas cumbres de Madeira, la isla verde por excelencia, hasta alcanzar el Pico do Arieiro, de 1.818 metros de altitud, uno de los tres más elevados de la isla, y esperar a que se retiren las nubes y contemplar el enorme valle que se extiende hasta el mar.

Pico do Arieiro, by Noctilon

Cinco: Volver

al más puro y auténtico estilo de vida del Sóviet comunista en que sigue envuelto Tiraspol, capital de la región autónoma de Transnistria, último reducto de la URSS. Seguir pagando con Rublos, sentir la amenaza de encontrarse en una región desprotegida diplomáticamente. Refugio de antiguos caciques comunistas, Transnistria es, probablemente, uno de los lugares más peculiares del planeta ahora mismo, y seguramente por poco tiempo.

Government building in Tiraspol, Transnistria, by Taco Witte

Cuatro: Dejar

que mis piernas cuelguen estando sentado en alguno de los caminos de madera que surcan el Parque Nacional de Plitvicka Jezera, al norte de la Dalmacia croata y después, adentrarme en el bosque en el que se encuentra a la busca de algún lince perdido que se quiera dejar ver, aunque eso casi lo considero imposible.

Lagos de Plitvice, by Pululante

Tres: Tocar

el cielo con los dedos en el monasterio de Rousanou, uno de los monasterios más espectaculares (si no el que más) de Meteora, en la histórica región de Tesalia, en Grecia, tras una dura ascensión, mientras descanso mirando al horizonte y a las espectaculares formaciones de la zona. Una lección viviente de arquitectura extrema.

Meteora, by Julien Legarde

Dos: Sentir

el miedo, y a la vez notar que sube la adrenalina cuando ruja el suelo y se avecine una de las incesantes erupciones de roca fundida en el Stromboli, uno de los volcanes más activos del planeta, en la última de las Islas Eolias, al norte de Sicilia. Se conoce, gracias a este volcán, como “Attività Stromboliana” al tipo de erupción volcánica, cuasi-constante y muy violenta, pero de poca cantidad, a modo de fuente, uno de mis sueños desde muy muy pequeño, que sube y baja en esta lista a medida que descubro, o visito, otros lugares.

Stromboli, by Victor

Uno (y más importante): Remar

a bordo de un humilde kayak entre los bloques de hielo que desprende el glaciar Breiðamerkurjökull sobre el lago Jökulsárlón mientras me ilumina una Aurora Boreal, que en estas latitudes es posible verlas casi en cualquier época del año. Y poco más que contar.

Jökulsárlón, by Chalermkiat Seedokmai

Esto ha sido todo por mi parte, si creéis que hay algún momento que supere a estos, contádmelo y estaré encantado de darle cabida, si es que lo desconocía.

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David Fuentes
El viejo continente

Pachorro, viajero, despistado, Molone, pensador, ingeniero, coherente, baterista, madrileño, cervecero, rayista, seriéfilo, comidista, chanante y submarinista.