Juan Carlos Sandoval: “Nosotros somos trabajadores esenciales. Nos Merecemos, al menos, un permiso de trabajo”.

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6 min readMay 17, 2022

El trabajador de construcción y líder comunitario, Juan Carlos Sandoval, quiere más beneficios para sus compañeros indocumentados.

Por: Natalia Sánchez Loayza

Juan Carlos Sandoval trabajando en los escombros de las torres gemelas. Foto cortesía de Sandoval.

Juan Carlos Sandoval se enorgullece de ser un inmigrante latino que trabaja en la industria de la construcción. Junto con él, los hispanos constituyen la mayoría –un 39% del total– de trabajadores en dicha industria en la ciudad de Nueva York, según la Oficina del Contralor del Estado. Sin embargo, según Juan Carlos (49), esta cifra no se ha traducido en mejores derechos laborales para su comunidad. “Ahora mismo piensan que somos unos animalitos que podemos trabajar como una máquina y sin derecho a nada”, dice.

Como muchos en su rubro, Juan Carlos es ecuatoriano y vive en Corona, Queens. Aunque nació en Guayaquil, vivió su tiempo en Ecuador entre el poblado de La Troncal y la parroquia San Antonio de Pichincha. Fue en su país donde se inició en las labores manuales. Su padre era ebanista y él fue su aprendiz desde los doce años. “Mi papá me enseñaba cómo tenía que hacer el trabajo. Teníamos una mesita de sierra, de disco,… un taladro de mano”.

Cuando su papá falleció cuando él tenía quince años, Juan Carlos quedó a la cabeza de su familia, a cargo de uno de sus hermanos y su madre. “Tuve que madurar rápido yo”, dice. A lo que le enseñó su padre y para poder ganar más dinero, le sumó cursos de tallado y también aprendió a elaborar cajones de madera para transportar banano. En 1999, cuando la situación económica de su país estaba en crisis, tuvo que tomar una decisión muy grande para hacerse cargo, esta vez, de su propia familia: cruzar la frontera de Estados Unidos dejando a su esposa e hijo de siete meses en Ecuador.

Ya en Nueva York, ese mismo año, vio que el trabajo más conveniente para él estaba en construcción y, en el mes de abril, se unió al sindicato Local 79. La Local 79 tiene, actualmente, cerca de 10,000 miembros activos y retirados, y es el sindicato de obreros más grande de América del Norte, según su sitio web.

Dentro del sindicato, Juan Carlos pudo demostrar su capacidad de liderazgo. Además de cumplir sus jornadas laborales, ha colaborado con la elaboración de videos institucionales, se encargó de dictar cursos de seguridad en el trabajo y fue parte de la fundación del Frente Hispano, una división de la Local 79 solo para los obreros hispanos, donde desempeñó el rol de tesorero.

Su activismo no se ha limitado solo a trabajadores de construcción, sino que ha abogado por los derechos de la comunidad hispana, inmigrante e indocumentada en general. “A mí me descuentan casi la mitad del salario, como 500, 600 dólares [a] la semana. Multiplique [eso] por 11 millones de indocumentados… Y nosotros no tenemos derecho a reclamar nada por el simple hecho de que no tenemos documentos. Eso está mal. Es un negocio redondo para el Estado, para el gobierno”, dice.

Como lo destacó el diario Trabajador Inmigrante, Juan Carlos además “impulsó junto a políticos y líderes comunitarios inmigrantes la campaña para hacer realidad la concesión de las licencias de conducir para indocumentados en la ciudad”, derecho que entró en vigencia en 2019 en el estado de Nueva York. Todo esto le ha valido el reconocimiento tanto de su comunidad como de autoridades locales, como el miembro del Consejo de NY, Daniel Dromm, quien le otorgó un premio por su contribución a la comunidad en marzo de 2020.

Reconocimiento para Juan Carlos Sandoval otorgado por su trabajo comunitario. Foto cortesía de Sandoval.

Estos más de veinte años de trabajo construyendo la ciudad, no solo han traído satisfacciones a su familia y comunidad, sino que Sandoval también ha sido una ayuda esencial en los que podrían considerarse los dos momentos más cruciales por los que ha pasado Nueva York: los atentados del 11 de septiembre de 2001 y el inicio de la pandemia de COVID-19 en 2020.

En el primer caso, Juan Carlos se ofreció como voluntario para limpiar los escombros. Lo hizo por un mes luego de su horario de trabajo regular. En el segundo, cuando la mayoría de neoyorquinos tenía miedo a salir a la calle, se ofreció a trabajar en la ampliación de uno de los hospitales de NYU, que, al quedarse sin espacio para más camillas, tuvo que contratar a trabajadores como él para convertir las oficinas en cuartos e instalar nuevas paredes por donde corrieran los tubos de oxígeno y la electricidad. Trabajó por dos meses, mientras solo les proveían de una mascarilla para polvo regular.

“Me gusta ayudar, no importa el peligro… Yo creo que tengo una fe tan fuerte en Dios que [por eso] no me pasó nada. Cuando me fui al World Trade Center a limpiar los escombros, mis amigos me decían ‘yo no voy a ir porque, de repente, viene otro avión y va a atacar otra vez’… En esta ocasión [del COVID], también estuve. Y siempre he estado. Eso es lo que no me gusta. Que el gobierno y el estado no le quiere dar una reforma migratoria o, al menos, den algo a la gente que se ha esforzado por este país… porque somos trabajadores esenciales, somos migrantes que vinimos a trabajar, a producir y a ayudar a este país”.

Si bien Juan Carlos no contrajo COVID ni se enfermó por la inhalación de los escombros, hoy experimenta las secuelas de un accidente de trabajo que sucedió una jornada cualquiera. En 2014, se cayó de un andamio “por culpa del jefe que me presionó para que termine rápido el trabajo”.

Sandoval se fracturó el pie y el tobillo, por lo que tuvo que someterse a una operación en la que le colocaron un platino y tornillos. Quedó temporalmente incapacitado de trabajar, por lo que recibió compensación laboral por tres años. Luego, interpuso una denuncia a terceros, ya que su jefe se negaba a pagar sus medicamentos. Ganó la denuncia, pero no ha se ha recuperado por completo.

“Claro, una demanda coge miles de dólares, pero no recompensa la salud de uno. Mire, yo antes trabajaba día y noche. Ahora solamente trabajo en la noche… En mi caso, yo tengo platinos en mi pie, tengo tornillos. En el frío, en la lluvia, me duele… Ya a las seis horas de trabajo comienzo a cojear con el dolor. A las ocho horas exactas, a las nueve horas, ya llego a mi casa. Me doy un baño, todo eso. Tengo que poner el pie en agua caliente”.

Tanto en situaciones de alto riesgo como en días de trabajo regulares, Juan Carlos ha observado diferentes abusos contra los trabajadores de construcción como él. Él cree que generalmente se les considera como personal dispensable al que no se le ofrecen oportunidades de trabajo de manera justa y a quienes exponen a peligros muy grandes. Un reporte publicado en 2020 por el Comité de Seguridad y Salud Ocupacional de Nueva York le da la razón: los trabajadores latinos tienen mayor posibilidad de morir en trabajos de construcción que sus pares.

Ante ello, la posición de Juan Carlos es clara: “Nosotros somos trabajadores esenciales. Nosotros nos merecemos, al menos, un permiso de trabajo”. Él cree que formalizar su situación laboral y de visa los ayudaría a tener más beneficios como el derecho a seguro de desempleo o de discapacidad.

Actualmente, Juan Carlos Sandoval trabaja junto con su hijo, quien siguió sus pasos en la construcción, remodelando las fachadas de unas escuelas de la ciudad. “A mí me da orgullo que un latino esté en una posición de trabajo. Que mejor sería que, con el tiempo, nosotros cogiéramos la batuta en ser los dueños de la compañía”, dice, mientras piensa en el futuro. Su plan es crear su propia empresa de construcción con la ayuda de un amigo y unos socios extranjeros, para poder jubilarse con calma, quizás volver a su país y dejarle un legado a su hijo.

“Yo en cinco más, diez años más, yo ya me voy y lo que yo quiero es que mi hijo quede bien parqueado”, dice.

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