Ser inmigrante, trans y trabajadora sexual en Nueva York: Una historia de olvido y dignidad

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7 min readJun 3, 2021

Trabajadoras sexuales que ejercen en Jackson Heights nos cuentan con su propia voz su historia inmigrante y su lucha para dignificar esta labor.

Por Bruce Gil, Sara Herschander y Juanita Ramos

Kendry Martínez en la oficina de CITGny en Jackson Heights con su corona de Miss Primavera. Foto por Sara Herschander.

Eran en los meses de marzo y abril del 2020 y este vecindario era el epicentro de la pandemia en Nueva York. El tren 7 cerraba a la una de la mañana, los restaurantes no estaban abiertos y todos intentaban estar en casa para protegerse de contagiarse del Covid-19 . La vida nocturna era desértica y solo era habitada por un grupo de mujeres que esperaba poder trabajar por necesidad, sin protocolos de seguridad y sin ser catalogadas oficialmente como trabajadoras esenciales.

Danik, una trabajadora sexual que ejerce desde el año 2015 en Queens cuenta como durante lo más duro de la pandemia, un cliente la empezó a desinfectar con un spray por su cuerpo antes de subirla al carro. Este era el máximo nivel de protección que tenía contra el virus.

Cuando la regla de estar seis pies de distancia física era una obligación en la ciudad las trabajadoras sexuales siguieron ejerciendo, enfrentando problemas de inseguridad, crisis económicas y como siempre un estigma que les impedía pensar en otra opción laboral.

Las trabajadoras dicen que sufren agresiones por parte de clientes, encarcelamiento injustos, violencia transfóbica, y robos.

En las oficinas de la organización que ella creó, el Colectivo Intercultural TRANSgrediendo (CITGny), un grupo de trabajadoras sexuales continúa su legado de activismo y trabajo con la comunidad. Ellas y tres trabajadoras sexuales más conversaron con El Deadline para hablar de las dificultades que enfrentan en su día a día en cuanto a seguridad, violencia por su identidad y la falta de oportunidades.

“Me sentía sola, arrinconada”

“Tú vas creciendo con ese trauma, al no sentir el apoyo de tu padre, de tus madre, de tus hermanos, de la sociedad — menos”, dice Norma Ureiro, de 50 años.

Para muchas mujeres trans la agresión empieza en casa. Ureiro creció en México, un país donde se reportaron más de 1.000 femicidios en 2019 según él U.S. Congressional Research Service. Allí su propia familia la golpeaba y la insultaba. Desde muy joven supo que era una mujer, pero su familia no aceptaba su identidad y hacían lo que fuese necesario para que Ureiro no cumpliera su sueño. Cuando ella le dijo a sus padres que quería ser bailarín, la golpearon.

“Lo primero que dijo mi padre es que eso era para maricones y que en su familia no va a haber maricones”, cuenta Ureiro, quien al sentirse acorralada tuvo que escapar de su casa.

En Honduras Kendry Martínez, una organizadora con el grupo de derechos trans CITGny, tuvo una experiencia similar. Martínez, que fue criada como cristiana evangélica, sentía que era mujer desde muy joven (o la edad) pero decidió decirle a sus familia que era gay y no trans. La familia de Martínez nunca la volvió a ver igual.

“Ya no me miraban como la estrella, la persona que estudiaba, las personas que sacaba buenas calificaciones.”, dice Martínez, de 31 años.

Su madre la echó de la casa. Incluso la llevó al juzgado de familia de Honduras para obligarla a mudarse.

Y en Puerto Rico esta historia se repitió con Nayra Berrios, otra organizadora con CITGny. El novio de su madera la echò a los 18 años.

“Cuando me levanté, ya no tenía nada en mi cuarto. Ya el viejo se había encargado de sacarme todo y ponerlo en mi carro”, dice Berrios de 35 años.

Estas historias no son raras para los jóvenes trans. Según el 2015 U.S. Transgender Survey, el 10% de los encuestados que habían salido del clóset con su familia declararon que un miembro de la familia había sido violento con ellos.

En Estados Unidos, los jóvenes adultos LGBT (18–25) tienen el doble de probabilidades que los jóvenes adultos no LGBT de no tener hogar, según un informe de la Universidad de Chicago del año 2018. Según el mismo informe, los jóvenes LGBT tenían un 15% más de probabilidades de sufrir daños físicos que la población juvenil sin hogar en general. También los jóvenes LGBT sin hogar tienen el doble de probabilidades de morir prematuramente que jóvenes no-LGBT sin hogar.

Esto es sólo el principio de las dificultades para algunas mujeres trans. En su casa empiezan a saber qué es es sentirse diferente, a qué sabe el rechazo. Ellas aprenden de sus pocas oportunidades y peligros.

“Pasé 24 horas 7 días siendo la burla de los policías”

Luego de una travesía por México en la que experimentó todo tipo de violencias, Norma Ureiro empezó a ejercer el trabajo sexual en la ciudad de Nueva York y debido a esta labor, ella tuvo que soportar arrestos. Llegaron a presionarla para que se dejara crecer la barba cuando fue encarcelada en prisiones para hombres.

Violencia verbal, física e incluso asesinatos son algo “normal” dentro de la comunidad trans, que está acostumbrada a ser agredida de distintas formas casi a diario. El pasado 2 de febrero el gobernador de Nueva York , Andrew Cuomo, firmó la derogación de la norma conocida como ‘Walking While Trans’ o caminar mientras se es Transexual, que originalmente se aprobó en 1976 e impedía el “merodeo” o el estar en las calles con fines de prostitución, esta norma motivó el estereotipo de las mujeres trangénero como trabajadoras sexuales e incluso constribuyó a arrestos injustos.

El 13 de abril el Fiscal del Distrito de Manhattan, Cy Vance, Jr., anunció que no se perseguirá a las trabajadoras sexuales en el condado y se desestimarán 6,000 casos relacionados con prostitución, 900 de los que datan de los años setenta. Lo mismo hizo la Fiscalía de Brooklyn en marzo cuando ordenó la suspención de 857 órdenes de detención abiertas relacionadas con la prostitución. Los procesos fueron abiertos entre los años 1970 y 2011. Tanto la asamblea como el Senado estatal estudian un proyecto de lley que descriminaliza el trabajo sexual.

Abigail Anzalone que ha trabajado con trabajadoras sexuales latinxs en los últimos cinco años en el Urban Justice Center, que aboga por los derechos de las trabajadoras sexuales, dice que las desestimaciones de los casos aún no son suficientes

“Lo que realmente espero es que la desestimación de los casos sea retroactiva, y que la gente sea capaz de borrar su arresto por prostitución si ya lo tienen. Pero hasta donde yo sé, no hay ningún plan sobre esto aún”, asegura la experta.

“Quisiera que ya que estamos en el 2021, ya nosotras estamos más visibles”

Cuando Danik se mudó a la Ciudad de Nueva York en 2018, pasó semanas buscando un trabajo que pudiera mantenerla a ella y a su familia en Honduras. Sin éxito y en riesgo de quedarse sin hogar y pasar hambre, recurrió a la única oportunidad que tenía a su alcance.

Se convirtió en una trabajadora sexual, dice, “porque tengo necesidad y porque me he visto obligada”.

Muchas mujeres trans tienen dificultades para encontrar trabajo debido a la transfobia, el acoso u otras barreras estructurales. Según la Encuesta de Transgéneros de Estados Unidos de 2015, más de una de cada cuatro mujeres trans latinas estaba desempleada, una tasa cinco veces mayor que la de la población general. Casi dos de cada cinco mujeres trans latinas informaron de experiencias de discriminación — incluyendo el despido o la negación de un trabajo o ascención — debido a su identidad o expresión de género.

“Tocamos cien puertas para que nos abran una — y eso debería cambiar”, dijo Sazcha, una mujer trans en Queens que trabaja como supervisora de un restaurante en Manhattan.

Sazcha nunca ha ejercido el trabajo sexual, pero ha sufrido discriminación y acoso en la industria de restaurantes, donde siempre ha sido la única mujer trans en cada uno de sus lugares de trabajo.

“Dicen que este país tiene la mente abierta”, dijo ella. “Pero la gente no es así”.

En los últimos años, los Estados Unidos ha promulgado más protecciones contra la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género. En junio de 2020, el Tribunal Supremo prohibió la discriminación laboral por motivos de orientación sexual o identidad de género en su histórica decisión el el caso Bostock v. Clayton County, que tuvo que ver con un hombre que fue despedido de su trabajo después de expresar interés en unirse a una liga de softbol gay. Antes de la decisión, este tipo de discriminación era legal en 28 estados.

“A veces el trabajo sexual es la mejor opción entre opciones limitadas, así que el trabajo sexual se convierte en la opción para sobrevivir económicamente”, dijo Grant. “No lo veríamos como una forma de coerción- — la gente tiene que tomar decisiones para su vida. Y deben ser capaces de hacer el trabajo que han elegido de la manera menos dañina.”

Nayra Berrios, organizadora de CITGny, pasó años intentando entrar en la fuerza de trabajo tradicional en su ciudad natal, San Juan de Puerto Rico. Trabajó en un hospital, pero cuando su terapia hormonal empezó a cambiar su aspecto, la despidieron. Trabajó como lavaplatos en un restaurante, donde sus jefes rechazaron sus peticiones de convertirse en cajera.

Para muchas mujeres trans, la decisión de hacer trabajo sexual, dice Berrios, “no es porque queramos- — es por no tener ninguna opción”.

Mientras siguen recorriendo un camino que las ha hecho familia, estas trabajadoras sexuales dividen su vida entre el activismo y su labor, dicen que es el momento de dar a conocer su historia como una manera de legado para que a la nueva generación de latinxs trans no les toque sufrir lo que ellas vivieron.

Han reconocido la importancia de su historia no solo por ellas mismas o por las organizaciones sino también por transexuales famosas como “la veneno”, una española famosa en los años ochenta que , como ellas, rompió barreras para que otras pudieran vivir sin tanto dolor Ellas quieren hacer lo mismo para su comunidad.

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