Impostor

Angel Medinilla
Errando Ando
Published in
3 min readSep 22, 2018

«I was convinced that there would be a knock on the door, and a man with a clipboard… would be there to tell me it was all over… and now I would have to go and get a real job.”

Conferencia ayer en Kiev. Según todos los indicios, un éxito. Varias interrupciones de aplausos en medio de la charla, risas, gente haciéndose fotos conmigo al final, invitaciones a cerveza. Para mi, otra de esas veces que digo “no entiendo nada”. Como cuando la gente me pregunta qué me dedico. Les digo “consultoría”, y me preguntan, “sí, pero ¿qué clase de consultoría, consultoría de qué?”. Les contesto con alguna vaguedad, mejora continua, mejorar las organizaciones, ayudar a la gente a trabajar mejor… Pero la verdad es que, a ratos, ni yo mismo me lo creo. Me pasa como a Gaiman.

Me decía el otro día una buena amiga tras venir por primera vez a una charla mía, «me habían dicho que eras un prepotente». Sí, me lo han dicho mucho. Quiero pensar que menos últimamente. Me pregunto si la gente que hace esos comentarios por los pasillos llegará alguna vez a saber que el dardo envenenado sí que dio en el blanco. Al final uno no puede responsabilizarse de los juicios de los demás, sólo intentar entender qué les llevó a formarse esa imagen e intentar ver qué puede uno mejorar en el futuro, para uno mismo sobre todo, pero también para conectar mejor con los demás — esto es importante, y escribiré sobre ello algún otro día. Tal vez lo que los otros ven como prepotencia es en realidad inseguridad disfrazada. Tal vez es pasión con un toque de sufrimiento e ira. Tal vez es su propia inseguridad la que están viendo. Tal vez es en verdad soberbia, prepotencia, orgullo y ego. Quizás una ensalada de todo en una danza compleja.

Hacía el otro día un ejercicio como alumno en un curso de Coaching: intentaba formular un propósito de vida, y trabajaba con algo en la línea de “ayudar a los demás a encontrar su felicidad, mostrándoles que ya tienen todo lo necesario, aquí y ahora, para construirla”. Me atacó en ese momento el síndrome del impostor en toda su gloria: “eres un fraude” — nos hablamos duro, muy duro, otro tema para otro día.

“Eres un fraude…tú, que no eres feliz, quieres enseñar a otros a ser felices. Tú, que vives melancólico en el pasado y angustiado en el futuro, que construyes narrativas destructivas sobre narrativas destructivas…¿Cómo vas a ayudar tú a otros? Eres un fraude”

Recordé entonces la anécdota de Gaiman: como otro Neil, Neil Armstrong, le decía “no entiendo qué ha venido a ver esta gente, yo no hice nada, me limité a ir donde me mandaron”.

Encuentro desperdigados varios consejos para tratar con el síndrome del impostor. Me doy cuenta de que no soy tan inteligente ni tan buen actor como para haber engañado a tanta gente. Sobre todo, aprendo que somos muchos, quizás todos, los que nos saboteamos con este tipo de demonios.

En esta estival mañana ucraniana, el mal de muchos me consuela poco.

Dentro de una hora, taxi, aeropuertos… Errar otra vez.

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Angel Medinilla
Errando Ando

Founder & Head Consultant at Improvement 21. Agile trainer and consultant. Author, 'Agile Management' and 'Agile Kaizen'. Public speaker.