Deja de comer por 48 horas y te darás cuenta del tamaño de las pendejadas por las que te quejas

Para la hora 36 me estaba retorciendo del hambre. Jamás volví a ver el mundo igual.

Mike Solis
6 min readFeb 13, 2017

Advertencia: Antes de dejar de comer por periodos prolongados consulta a tu médico. No me hago responsable por lo que pueda llegar a pasar.

Déjame aclarar algo. No te estoy pidiendo que dejes de comer si no quieres pero si no has dejado de comer por 48 horas alguna vez, no sabes que es tener hambre.

Mi familia no se conoce por ser una familia que coma poco. De hecho, el apellido Orozco lo llevamos con orgullo porque: «Cuando como no conozco».

Es común juntarnos una vez al mes para convivir y pasar tiempo de calidad. Sin embargo el actor principal en nuestras reuniones siempre es y será abundante comida. Simplemente no podemos visualizar una vida sin comer en grandes cantidades.

Recuerdo muy bien una ocasión que fuimos a desayunar a un restaurant de la colonia Chapalita en Guadalajara. Obviamente era un desayuno bufet. Uno de mis tíos estaba hablando con incredulidad de una orden de la iglesia católica donde a los estudiantes a sacerdotes se les trataba de manera, muchas veces, infrahumana. Los reprendían, los ponían a hacer el quehacer, no les permitían ver a sus familiares en periodos largos de tiempo y… (¿están preparados?) a veces les prohibían comer sus alimentos.

Dos meses atrás pasé 48 horas sin probar alimento. Mi visión de la felicidad cambió para siempre. Incluso al grado de crear mi propio canal de youtube sobre felicidad. No por cuestiones idealistas, ni por alguna huelga de hambre o ayuno en culto a alguna religión. Dejé de comer porque simplemente no tenía dinero para comprar comida. Las primeras horas no tenía problema alguno.

A las 3 horas

Sentí el «hambre» que sentimos cuando decimos «Tengo hambre. Voy a ver si todavía queda Nutella». Sabía que no tenía ni una lata de frijoles, así que ni me molesté por levantarme del sofá.

A las 6 horas

Sentí el «hambre» que sentimos cuando decimos «Ok, creo que ahora sí ya es hora de cenar». Sin embargo, sin nada de alimento el hambre ahora sí se había hecho escuchar. Sin embargo seguí ignorándola.

A las 12 horas

Mi cabeza ya me dolía y me sentía algo mareado. Comenzaba a ver desenfocado. Podía sentir ese feo sentimiento de que mi estómago está vacío. Rumiando de aquí para allá los mismos jugos gástricos. Por suerte había llegado hora de dormir y era tiempo de despreocuparse por la falta de comida en las siguientes 8 horas.

A las 24 horas

Dormí más de lo que pensé. Por suerte nunca me da hambre recién me despierto. A pesar de que me desperté un poco más desorientado que de costumbre, no me sentí mal. Al contrario, me sentía mejor que ayer en la noche.

A las 26 horas

Ya son las 2 de la tarde y el hambre regresó, más viva que antes. Ahora sí no puedo dejar de pensar en el hambre que tengo en todo momento. Me pongo a jugar videojuegos para mantener la mente ocupada

A las 36 horas

No hay nada en el mundo que no me haga pensar en comida. Ya no solo siento lo vacío de mi estómago moviendo los mismos jugos gástricos como una lavadora batiendo solo agua. También he comenzado a sentir mi esófago y la boca del estomago. Toda la boca me sabe a pura saliva. Ya quedó muy atrás cualquier rastro de lo último que comí. Comienzo a listar en mi cabeza todos los platillos de comida que conozco. De alguna manera pensar en comida acalla mi hambre un poco. No hay nada que se me antoje más en el mundo que una pinta de cerveza Porter bien espesa. No sé si es por su cantidad calórica o si es que estoy comenzando a delirar.

En este punto la necesidad por alimentarte es casi tan presente en tu cabeza como la necesidad de tomar aire cuando te estás ahogando.

A las 48 horas

Despierto todavía más atolondrado que la mañana anterior. No puedo más. Simplemente tengo que alimentarme con algo. Tomo mi bicicleta y voy a casa de mi madre. No tengo idea de como llegué. Nunca había estado tan mareado en mi vida después de andar en bicicleta 4 kilómetros un lunes por la mañana después de un fin de semana sin alimentación. Mi madre me alimenta. No le digo que no comí nada en todo el fin de semana para no asustarla.

Regresando a la historia, cuando escuché a mi tío quejarse de prohibir los alimentos a futuros líderes espirituales lo primero que salió de mi boca fue:

«Deberían de prohibirles los alimentos a toda la humanidad por las siguientes 48 horas».

Silencio total. La verdad es que escandalizar a mi familia es más fácil que cortar una hoja de papel de china; y me pasa muy a menudo. Aún así parece que con ese comentario hubiera alcanzado un nuevo nivel de indignación. No es necesario entrar en los detalles de la discusión de 10 minutos posterior a mi frase. Solo diré que terminó con una invitación de mis tíos a su casa si alguna vez me faltaba alimento y con muchas cosas que pensar, las cuales las he dividido en las siguientes lecciones.

Por esos tiempos comencé a generar mi hábito de escribir para mí y eso hizo que pudiera comprender muchas cosas que sabía en teoría pero no podía sentir de verdad.

1. El verdadero enemigo de la humanidad es la apatía

A todos nos dijeron nuestras mamás en algún momento de nuestra niñez lo siguiente:

«Cómete tus verduras. Hay niños en África que se están muriendo de hambre».

Este es un concepto que, tanto nuestras mamás como nosotros podíamos razonar, pero no podíamos sentir. En primer lugar, porque nunca hemos tenido que pasar hambre, y hablo de verdadera hambre, la que no te deja pensar en otra cosa. No podremos saber la verdadera hambre que hay en el mundo si no sabemos lo que es el hambre.

2. Nos estamos jalando de los cabellos por las razones erróneas

Nos preocupamos por aspectos como el notorio déficit en la economía mundial. Tal vez pensemos que esto amenaza nuestra integridad. Y de cierta forma sí. Tal vez ya no podremos salir de vacaciones cada año, o comprar toda la ropa que queremos, o cambiar de celular cada dos años. La realidad es que todo eso nunca ha importado y nunca va a importar. No estoy diciendo que hay que ser conformistas pero una economía que permite que la mitad de la población mundial se esté muriendo de hambre es una economía hecha ya pedazos.

3. Humildad ante todo

En muchos aspectos la humildad te libera. Pero no puedes aprender la teoría de la humildad. Tienes que vivirla.

4. El materialismo impide nuestro crecimiento

A raíz de esto y otros sucesos en mi vida tomé la decisión de hacerme minimalista ya que lo mejor que puedes hacer por ti es liberar de tu vida las cosas intrascendentes para darle espacio a las cosas verdaderamente valiosas.

Aquí un fragmento de Isaías 58 que, después de pasar hambre por primera vez, me hace total sentido.

5 ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?

6 ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?

7 ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?

5. Nuestro cuerpo es más fuerte de lo que te imaginas

Es increíble como los mecanismos del cuerpo nos pueden ayudar a sobrevivir por largos periodos sin consumir alimento. De alguna manera me hace sentir tranquilo sobre cómo podemos sobrevivir en un caso de supervivencia extrema. Tenemos cientos de miles de años de evolución cuidando nuestra espalda.

6. Los caminos que llevan a la felicidad son los más cortos pero también los más difíciles de ver.

La gente que es feliz puede decirle a la gente que no lo es como ser feliz. Pero es deber de estos últimos experimentarlo por ellos mismos. Hay 3 pasos básicos que considero son la ruta más rápida hacia la felicidad.

Sinceramente deseo que nunca tengas que pasar hambre en tu vida. Si tienen que pasar por ese percance, mediten un poco sobre lo que en verdad importa en la vida. Si todos los líderes mundiales dejaran de comer por 48 horas seguidas tal vez entenderían lo complicado de una vida sin asegurar un pedazo de pan al día. Tal vez así podamos ganarnos el tan presuntuoso título de «ser humano».

Sobre el autor

Mike Solis es fundador de Jappico. Puedes conectar con él por Twitter, Instagram o Medium.

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