Una estrella resplandece: danza, trabajo y servicio en la peregrinación al Señor de Qoyllurit’i

Fotocronografias
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8 min readJun 21, 2020

Mirrah Iañez Gonçalves Da Silva [1]
Sofía Silva[2]

Resumen: El ensayo acontece entre imágenes y narrativas etnográficas que procuran captar un microcosmos de religiosidad popular. Qoyllurit´i es una peregrinación a 5.200 mts. de altura que conjuga espiritualidad andina y catolicismo. Las imágenes blanco y negro invitan a un lúdico recorrido entre pasado y presente. En la expresión de los danzantes se transmite la fuerza y el esfuerzo de estar allí que, salvando las distancias, para las autoras contó con dos viajes (2018–2019), profundas bocanadas de aire y abundante abrigo.

Palabras Claves: Lo andino; Movilidades; Peregrinación; Qoyllurit´i.

A star shine: dance, work and service in pilgrimage to the sir of qoyllurit’y

Abstract: The essay takes place between images and ethnographic narratives that seek to capture a microcosm of popular religiosity. Qoyllurit´i is a pilgrimage to 5,200 meters. of height that combines andean spirituality and catholicism. The white and black images invite us to a playful temporality between past and present. In the expression of the dancers it is transmitted the strength and the effort to be there that, despite the distances for the authors, included two travels (2018–2019), abundant coat and shortened breath.

Keywords: The Andean; Mobilities; Pilgrimage; Qoyllurit´i.

[1] documentalista, fotógrafa y educadora en Universidade Livre dos Saberes Amotara Zabelê
offilmes@gmail.com |www.mirrahianez.com
https://orcid.org/0000-0001-7562-0296

[2] Antropóloga de la Universidad Nacional de La Plata (Buenos Aires, Argentina).
Profesora de escuelas medias
sofiasilva1986@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-9369-722X

Mujer trabajando. (Foto: Mirrah da Silva)

En esta peregrinación, muchos/as rememoran el hielo que antes lo cubría todo. Las laderas montañosas del Ausangate, en los andes centrales del Perú, sin duda han mermado sus hielos, pero continúan recibiendo caminantes, y cada vez más. Son cientos/as de miles que atraviesan un camino de altura durante la luna llena de junio. Las fotografías de hoy y de ayer han demorado sus focos en los varones, por cierto, porque la conmemoración al taytacha Qoyllurit´i[3] tiene su centro en la masculinidad, es esencialmente la celebración del hombre andino[4].

Ellas, las mujeres, trabajan de cocineras los días y noches en que todo ocurre. Me han hurk awan [5] y cocino por devoción a toda la comparsa, alguna dice. La mujer, allí, alimenta a multitudes. Es la vendedora de velas, de abrigos y de objetos a ofrendar. Sólo unas pocas danzan. Si la ocasión se presenta a lo mejor jueguen a “comprarse un carro” o sueñen con ser dueñas de sus comercios, en las alasitas[6] de más altura.

La noche en que están por subir al nevado se las oye conversar, y juntar los billetes “sencillos” que sacan de sus delantales para contarlos. Mientras regatean al hombre de los caballos, ya gélido por el viento y el frío, las más jóvenes se animan a cargar los enseres pesados y las niñeces sobre sus cuerpos. Para subir ligeras, las más adultas acomodan minuciosamente garrafas, mercadería y cruces en el lomo oblicuo del animal. Quizás, la pose de quietud de la mujer pelando papas, sea un espejismo captado por la cámara, un hallazgo inusual. No ha de vérselas tan detenidas en las orillas de la peregrinación.

La danza ch´unchu. (Foto: Mirrah da Silva)

Las plumas, y la virtud de las aves de comunicarse con otros mundos, traslada al público hacia el corazón de la amazonía. Desde la selva y en otro tiempo, partieron las ofrendas al inca. El danzante (re) presenta al poderoso inca, al oneroso anfitrión, con brillos y joyas. Es el qhapaq ch unchu[7] que danza por los siglos, el privilegiado por las deidades (Aguayo Figueroa, 2009). Poder, dinero y capa, cabello largo azabache y bastón de chonta incluye la danza ch’unchu, de pasos y brincos al compás de la melodía del chákiri. Pese a ello, debajo del traje costoso, no existe más que la simpleza del trabajador de la chacra, preocupado por el alimento de una familia numerosa; el minero que clama por cinco días libres a su empleador, o el constructor de casas que se ha salvado de otra caída mortal días atrás. La música de vientos y bombos resuena incansable durante la celebración, de sol a sol, noche tras noche. Son los guerreros de la peregrinación, obstinados en que la injusticia del presente les deje al menos la memoria.

El qhapaq qolla enmascarado. (Foto: Mirrah da Silva)

Antiguamente los qhapaq qolla[8] llegaban desde Puno a danzar luego de un extenuante viaje a pie. Eran comerciantes, foráneos, los recién llegados de la fiesta. Con una montera en la espalda, el látigo rodeándole el cuello y la alpaca diminuta vistiendo su cintura comenzaban a danzar al ritmo del acordeón, y a rivalizar.

En la actualidad es posible ver cómo ciertas prácticas escapan al pasado. Los hombres todavía contienden entre hermanos y suben las alpacas de sus criaderos, para que la gente compre un plato de comida caliente a mejor precio.

A cara descubierta. (Foto: Mirrah da Silva)

El gesto de sacarse la capucha al paralizarse la danza da lugar a una mezcla de confesión, compromiso y nerviosismo. La escena tiene sentido en las inmediaciones de la iglesia con la presencia del público. El gesto del rostro descubierto, ¿es la acción de encontrarse con uno mismo? ¿Cuánto importa ser reconocido?

El ukuku[9] celador, del cual sólo se ven sus pies, observa y se funde entre el tumulto. Ya sin máscara, en silencio y de rodillas, el cristiano murmura pecados, arrepentimiento, perdón. El hombre quechua, sin culpa, murmura rogativas y agradecimientos. En ese instante de inmovilidad, breve porque Qoyllurit´i es sinónimo de movimiento, reside el gesto de lealtad. Además, como dice Theidon en su trabajo Entre prójimos (2004) la máscara es la ambigüedad, la doble cara; permite al portador del látigo distanciarse de sus propias acciones y delegarlas a un doble, ¿permitirá al resto, o sea al público, algún grado de negación de esta violencia física que hay detrás de la fe?

Una cruz en movimiento. (Foto: Mirrah da Silva)

Toda comparsa carga con una cruz, y en cada posta se la deja reposar. Ataviada de plumas, tal vez sahumada con q´oa[10] a escondidas, le ofrecen una melodía de alabado y se la echa en andas. Las hay de madera de árbol de tayanka[11] como de metal, y de tamaños más pequeños hasta colosales. Las cruces se cargan de poder con el movimiento, y cuando escuchan la misa en el templo junto con los Apu Yaya[12], ciriones o “lágrimas del cristo”. El resto del tiempo, acompañan la movilidad de los grupos. En el film La cruz del sur (1991) de Patricio Guzmán son las imágenes que escuchan misa, y aquí sucede de forma similar. Ya en el santuario, son dejados los objetos sagrados para que escuchen misa en quechua mientras todos bailan. El templo tiene una singularidad, que es la de no tener bancos para sentarse. Que no haya bancos, pautando el orden y los cuerpos de los fieles, a la manera tradicional del catolicismo, configura de nuevo y de forma única la celebración.

El joven ukuku. (Foto: Mirrah da Silva)

El protagonista que mira desde la fotografía logró subir a una festividad que ansiaba de niño, empujado por el taytawayra[13]. Una festividad que mucho antes se limitó a una foto enmarcada en la pared de su casa, hasta que su madre le dio permiso para ir y fue. Se lo ve fumando un cigarro, así lo hacen los ukuku cuando descansan de sus obligaciones, porque son ellos los que imparten la ley. Motivadores de los danzantes, de voz afinada y máscara, al tiempo que ejercen la dura disciplina.

Más cerca del sol, hacia las alturas de Tayankani, por un nuevo camino de 24 horas cuesta arriba, el protagonista ha dicho: cuando estás por danzar, algo está dentro de ti, algo impronunciable. Cuando te pones la vestimenta te ponés la vida de esa vestimenta, ya no eres Qosqo sino el oso, el ukuku de Quispicanchis, que está en vínculo con las deidades, con el universo, con el corazón.

[3] taytacha: padre o padrecito, expresado con afecto y deferencia. Qoyllurit´y: estrella resplandeciente.
[4] Declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2004.
[5] hurk´awan: acción de invitar a uno/a a cumplir con un compromiso. Suele hacerse con un pan de sabor dulce que prepara especialmente la familia encargada de realizar una fiesta o patrocinar a una comparsa.
[6] Alasitas: espacio de juego a través de objetos y rocas (lajas y esquistos) de la superficie montañosa.
[7] qhapaq ch´unchu: el gran nativo de la selva.
[8]qhapaqqolla: gran habitante de la región altiplánica del Qollasuyu.
[9] ukuku: hombre-oso.
[10] q´oa: planta o arbusto aromático que al quemarse sirve para sahumar, a modo de limpieza espiritual.
[11] tayanka (baccharis odorata): arbusto de la región, tiene importancia agrícola por ser un indicador de terrenos fértiles para el cultivo de papa en el ande.
[12] Apu Yaya: imagen portátil de carácter religioso.
[13] taytawayra: padre viento.

link01.Chakiri I. https://youtu.be/hTrD8glZVnc
link02.Chakiri II. https://youtu.be/Z4GMlhhmiY4
[Vídeo: Mirrah da Silva]

Agradecimientos: a Luiggi Peralta Mora que compartió su sensibilidad y uno de los relatos. A Teresa Rayme Molina, por presentarnos y abrirnos las puertas de su hogar en Cusco (Perú). Al yachachiq Mario Aucca Rayme por su voz quechua. A nuestras/os interlocutoras/es. A Marco Giovannetti por la gran ayuda con las entrevistas, y a Darwin Flores que respondió a una duda urgente. A Carolina Oliveira, por sus magias técnicas.

Referencias

AGUAYO FIGUEROA, Armando. “El intialabado”. In: OCHOA, Jorge. A Flores (Ed.). Celebrando la fe: Fiesta y devoción en el Cuzco. Cusco: UNSAAC y CBC, 2009, pp: 213–237.

LA CRUZ DEL SUR. Direção: Patricio Guzmán. Venezuela/Espanha: Quasar Filmes/RTVE, 1991.

THEIDON, Kimberly. Entre prójimos: El conflicto armado interno y la política de la reconciliación en el Perú. Lima: lnstituto de Estudios Peruanos, 2004.

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