Principios

Guillermo Peris
Fuga de pensamientos
2 min readJan 15, 2018

--

Sus sospechas parecían confirmarse una vez más, lo cual le dejaba una sensación agridulce en el fondo del paladar: aunque era evidente que sus dudas no eran meras paranoias, la incisiva constatación del engaño le sumía en un nuevo mar de decepción.

Observó desde una esquina apartada cómo la figura a la que seguía se detenía enfrente de un portal. Era una calle poco transitada y, aunque apenas había empezado a declinar la tarde, un tanto oscura por los edificios que la delimitaban. Vio cómo él desaparecía por la entrada y se apresuró a acercarse para no perder su pista.

Llegó al rellano justo al cerrarse al puerta del ascensor y esperó a que concluyera la cuenta ascendente del indicador. Pensó que el número avanzaba con una tremenda lentitud y sintió cómo una densa oscuridad se le aproximaba desde la calle. Tercer piso. Se apresuró a subir por las escaleras hasta alcanzar su destino.

Se encontró con un largo pasillo de suelo enmoquetado y paredes revestidas de papel antiguo. Más que en un edificio de viviendas, le pareció encontrarse en un hostal antiguo de los años setenta. Lo cierto es que no le había prestado atención al entrar.

Estuvo dudando en qué vivienda (o habitación, si realmente era un hotel u hostal) se encontraría él, pero reconoció su voz al pasar por la número 32. Se detuvo delante de la puerta y respiró hondo, como si al hacerlo se evitar parte del inevitable conflicto, aunque lo cierto es que no sabía qué haría en cuanto le viera. Llamó con los nudillos a la puerta.

La puerta se abrió lentamente. Había acertado. Era él. Se vio a sí mismo delante de sí, como si fuera un espejo. Era él, él mismo. El perseguido y el perseguidor. El vigilado y el vigilante. Él. Otra vez. Siendo infiel, infiel con sus principios, con sus ideas, rebajando su dignidad. Infiel a sí mismo.

Retrocedió ofuscado, con una nueva decepción cargando sobre sus espaldas. Pensó que no le volvería a pasar, se prometió no volver a caer en esos errores absurdos tan evidentes cuando se analizaban desde la distancia y con paz de espíritu.

Decidió perdonarse. O quizá no. No importaba. No podía hacer otra cosa que abandonar, cabizbajo, el viejo edificio de su malévola e incontrolable imaginación.

Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosInfidelidad de enero 2018.

Si os ha gustado os animo a que lo compartáis con quien queráis. Y podéis hacer clic en el corazoncito que hay al final del artículo.

--

--

Guillermo Peris
Fuga de pensamientos

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).