Extraído

Mentira y sociedad

Arthur Parra
La búsqueda del ser humano del futuro
5 min readOct 21, 2019

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Herramientas para el ser humano del futuro inspiradas en la posverdad.

Nos encontramos en una época que desacredita la democracia como sistema político. Conversaciones sobre el tema reflejan la desconfianza hacia los participantes de la política. Pocos protagonistas de la misma se salvan de recibir calificaciones negativas: corruptos, mentirosos, egoístas, etc. El ideal democrático aspira a una representación política de las regiones y participantes de una nación; los candidatos que ocupan un cargo político teóricamente representan una fracción de la población y, por ello, participan en los diferentes modelos en donde se toman decisiones políticas. Aún así, en muchos casos los intereses de la población a la que representan esos actores políticos resulta ser irrelevante, ya que la agenda de nuestros gobernantes no tiene una conexión con las necesidades del pueblo.

La política se desarrolla en un contexto de intereses económicos y empresariales que a la hora de decidir priman sobre las necesidades populares. Empresas gigantescas se han difundido y prosperado en esta era globalizada, por su poderío económico han logrado dirigir el desarrollo político de naciones enteras. La corrupción, en ese sentido, se ha convertido en la norma: las decisiones políticas están condicionadas por sobornos y coimas que buscan ablandar la rigidez de las leyes y los organismos de control.

El problema viene a ser que la agenda política inspirada en la corrupción no aparece en el espectro público. Pocos acceden a la planificación que inspira a los políticos de turno y menos son aquellos capaces de hacer mella en la opinión pública para prevenir la participación de los políticos que representan intereses oscuros. En esta era de la información, la desinformación parece ser la norma. En épocas electorales la mentira aparece como herramienta para desviar la atención sobre lo relevante y construir una imagen que pueda conseguir el favor de los votantes.

Posverdad:

Este término, acuñado ya en el diccionario de Oxford English Dictionary, se utiliza para: “denotar circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. En ese sentido, la mentira toma un nuevo significado, ya no se hace referencia al actor de las falsedades, si no al hecho de que en nuestro presente, gracias a las redes sociales y la facilidad que estas representan para posicionar afirmaciones falsas o cuestionables, el criterio de verdad depende del efecto emocional que puede producir una noticia o afirmación para la opinión pública. La verdad ha perdido relevancia y las opiniones injustificadas que apelan al sentir de la población justifican campañas políticas.

Algunos rastrean el surgimiento de este fenómeno en la validación de la filosofía posmoderna y el relativismo. Al afirmarse la posibilidad de realidades diversas: multiplicidad de género, minorías étnicas, orientaciones sexuales y tradiciones culturales; la verdad como concepto universal quedó cuestionada, ya que esta sólo existe en un contexto cultural y social particular. Así, el relativismo aparece como un límite insuperable que permite la validación de todas las opiniones vigentes.

“Los filósofos posmodernos preferían entender el lenguaje y la cultura como “constructos sociales”, como fenómenos políticos que reflejaban el reparto de poder entre las clases, el género, la raza y la sexualidad, y no como los ideales abstractos de la filosofía clásica” d’Ancona (2019, p. 114)

Considero un poco forzado relacionar las consecuencias de aceptar una vida humana diversa que se expresa en discursos relativos a su contexto; con la toma de decisiones políticas desde las emociones y no teniendo en cuenta los hechos. Los pensadores posmodernos lograron desentrañar la naturaleza compleja de las relaciones humanas al quitar el velo de la verdad bajo el cual se han encubierto los gobiernos absolutistas y represivos. Sin embargo, la desaparición de este velo sumado con las facilidades expresivas que nos otorgan las redes sociales han permitido el éxito de las campañas mediáticas que apelan a la emoción más que a la razón.

Algunos ejemplos:

Donald Trump ha sido reconocido, porque además de ser el actual presidente de los Estados Unidos, ha incitado al debate en áreas álgidas de la verdad: cómo sus intereses personales podrían afectar su juicio como representante de su la nación, la promesa de construir un muro que evite la migración mejicana, hasta las diversas controversias surgidas sobre el fracking y la inexistencia del cambio climático. Sus continuas intervenciones en Twitter han dado cabida a campañas de desinformación, las críticas dirigidas a sus políticas son asumidas por el mandatario como noticias falsas que no tienen en cuenta su postura frente al tema y, por ello, ha logrado difundir una ideología xenófoba e imperialista que parece contraria a la tendencia propia de este milenio.

“Solo en el último año, en los Estados Unidos circuló un falso certificado de nacimiento de Barack Obama, según el cual el presidente no habría nacido en Hawái sino en Kenia. A su vez, la extrema derecha, para desacreditar el Obamacare, proclamó la existencia de un “comité de la muerte”, un supuesto grupo de médicos que podía decidir, por su cuenta, practicar la eutanasia a enfermos crónicos y ancianos en los hospitales. También tuvo mucho eco un supuesto mensaje en el que el Papa Francisco pedía el voto por el candidato republicano (960.000 likes y compartidos), otro que aseguraba que Bill Clinton había violado a una niña de 13 años y uno más según el cual Hillary estaría involucrada en varias muertes, entre ellas la de un agente del FBI que había filtrado sus correos electrónicos”.

​​En Colombia en el 2016, a pesar de los efectos negativos de una guerra con más de cincuenta años de duración y la ausencia de responsabilidad por parte de las partes implicadas en el conflicto, ganó el no en el plebiscito que buscaba validar el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las Farc. Este acuerdo, conseguido después de dos años de negociación y alabado por la opinión internacional ya que terminaba uno de los conflictos más grandes en la historia latinoamericana presente, resultó inviable para la mayoría colombiana por una campaña de desprestigio hacia el presidente responsable y el acuerdo aduciendo que el mismo estaba entregando el país a este grupo armado. Con una mayoría sin leer los acuerdos y sin entender la relevancia de este histórico cese de las armas, la mayoría de los colombianos prefirió una nación en guerra cuando fue a las urnas.

En este contexto es el deber de los ciudadanos y el pueblo, informarse debidamente antes de participar políticamente, sea con el voto, la protesta o el activismo. Cualquier noticia debe ser filtrada y estudiada bajo varios lentes antes de asumirse como cierta. La emocionalidad no está desligada del pensamiento humano, pero la satisfacción de expresarse no debe confundirse con transmitir ideas ciertas o verdaderas. La certeza y la verdad se construyen comunitariamente, un pueblo que está sujeto a ser manipulado por la posverdad es un pueblo que se somete a intereses particulares y es incapaz de construir un mejor horizonte.

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Arthur Parra
La búsqueda del ser humano del futuro

Un extraña histeria, reconocida popularmente como inspiración, suele abatir mi existencia. Hacer música, dibujar y escribir son el producto de esta posesión.