Ayudando organizaciones

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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4 min readMar 2, 2022
San Isidro — Lima. Febrero 2017.

“Es mucho más fácil sugerir soluciones cuando no sabes demasiado sobre el problema”.

Malcolm Forbes, empresario estadounidense.

Conversando con diferentes amigos y amigas que trabajan en grandes organizaciones noto, con gran intensidad, los diferentes problemas que enfrentan: sobrecarga laboral, alta rotación de personal, exceso de reuniones y tiempo disponible solo los fines de semana. Si a eso le sumamos los problemas amorosos que desequilibran a nivel personal, terminan por no estar completamente satisfechos.

Somos humanos y si bien trabajamos todos los días, cinco días por semana o solo algunos días, los problemas anteriores terminan por afectar nuestro desempeño, el alcanzar nuestros objetivos y la fluidez con la que podemos trabajar.

¿Nuestros jefes están al tanto de estos problemas?, ¿qué tal el área de recursos humanos?, ¿o el CEO? Quizás la amiga que siempre nos escucha, conozca las causas de los problemas pero ¿las personas que toman decisiones estratégicas en la organización lo conocen?

En un anterior artículo, comentaba el poder que tiene el diseño para generar cambio en las personas. El dotarnos de una nueva perspectiva para alcanzar objetivos. Entonces ¿por qué no aplicarlo dentro de nuestro trabajo, en nuestro día a día o en grandes proyectos?

Si bien hemos podido escuchar sobre el diseño centrado en las personas, el design thinking o alguna otra metodología con la palabra ‘design’ en el medio. ¿Realmente entendemos cómo nos puede ayudar?

Realmente creo que no. En base a diferentes conversaciones con personas que toman decisiones en diferentes rubros (telefonía, bancos, seguros, consultoras, etc) me he dado cuenta que aún tenemos mucho por aplicar, por fallar, por aprender y por reflexionar para generar cambios reales.

Claro, no hablo de transformaciones digitales, que si bien son relevantes, sin una estrategia y cambios en los procesos que la soportan, en las maneras de trabajar de las personas e incluso la cultura, no se logran obtener beneficios en el mediano y largo plazo.

¿Por qué? Por la complejidad de las organizaciones. Desde las personas hasta los sistemas con los que cuentan. Además, en muchos casos, esta complejidad se crea de manera consciente para retrasar la toma de decisiones y evitar ciertos riesgos.

Sin embargo, nos encontramos en un momento donde nuestras expectativas con los servicios son altas. Estamos en la economía de la experiencias. No solo basta con ofrecer un servicio o producto. Buscamos que nos atiendan bien, que ayuden ante cualquier problema, que sean honestos. Incluso, que nos ayuden a crecer como personas. Buscamos que resuelvan una mayor cantidad de necesidades.

Las empresas tecnológicas nos han ayudado a responder estas necesidades. La creación de plataformas o aplicaciones para celulares, nos han facilitado las tareas diarias y la comunicación con nuestro entorno.

Pero ¿es acaso suficiente? Creería que no. Tenemos muchas más necesidades que se encuentran en el aire, aquellas que nos impiden realizar con facilidad nuestro trabajo.

Desde cómo organizamos nuestras actividades, la claridad de nuestros objetivos del año, nuestro entorno físico de trabajo, el saber si nuestras ideas son implementadas, nuestras expectativas, el adquirir nuevos conocimientos sobre temas relevantes, nuestro crecimiento profesional y los espacios para desarrollar proyectos personales.

Una manera de abordarlo se puede dar a través de la mejora de la ‘experiencia del empleado’. Mapeando todas sus actividades, conociendo sus problemas y sueños para luego ofrecer una mejora en su día a día. Sin embargo, nuevas preguntas aparecen: ¿qué pasa con los procesos que soportan estás actividades?, ¿quién realizará el cambio?, ¿están alineados con los objetivos de la empresa?

Al igual que con las transformaciones digitales, es necesaria una estrategia y una sinergia entre las diferentes áreas para lograr cambios que impacten. Pero también realizar cambios tácticos, sencillos y fáciles de implementar para lograr cambios inmediatos. Cambios que, por más pequeños que parezcan, luego nos ayudarán a lograr cambios mucho más grandes. Siempre con una estrategia que nos permita conocer si ese cambio es relevante o no.

Sí, muchas veces el design thinking ha sido asociado con post-its, workshops de más de dos horas, presentaciones donde nos ‘venden’ una visión increíble, o el utilizar metodologías ágiles que buscan resolver rápidamente nuestros problemas.

Muchas veces, lamentablemente, estas acciones no nos terminan por ayudar. Terminamos llegando a fin de año sin llegar a los objetivos y luego terminamos por asumir más tareas.

¿Resultado? Mala percepción sobre el poder del diseño para generar cambio. Es totalmente entendible.

Por otro lado, también diferentes consultoras me han comentado lo difícil que es realizar cambios en organizaciones por temas económicos, de alcance de recursos o de tiempos. Buscan llegar a fin de año con los números en azul y si se inicia un proyecto tiene que estar alineado a esos requerimientos. Aquellos que no siempre se alinean a lo que la consultora busca, produciéndose un desconcierto y caras largas a fin de año.

Entonces, ¿tenemos solución? Es claro que sí. Pero siento que es un trabajo en conjunto entre las organizaciones y las consultoras que buscan generar cambios. De la mano, todo es más fácil y siento que existe una gran oportunidad para lograr transformaciones que impacten positivamente, no solo en la economía de la empresa sino también en las trabajadoras, proveedores y la sociedad en general.

Más noticias, muy pronto.

PD: Si tienes o eres para de una consultora, o buscas generar cambio dentro tu organización, contáctame.

“Son los pequeños detalles los que son vitales. Las pequeñas cosas logran que cosas grandes sucedan”.

— John Wooden, entrenador y jugador de baloncesto estadounidense.

¡Que tengas un buen día!

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