El encanto de una conexión (I)

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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5 min readJun 13, 2021
The Old Thameside Inn, Londres — 2018.

“La conexión es la energía que existe entre las personas cuando se sienten vistas, escuchadas y valoradas; cuando pueden dar y recibir sin juzgar”.

Brené Brown, investigadora estadounidense.

El fin

La noche estaba siendo perfecta. Nos encontrábamos a orillas del río Támesis cenando en un bar típico de Southwark, a pocos pasos del famoso London Bridge. Pasamos de comer unos piqueos y tomar unas cervezas en el salón principal, a cambiar el mood y dirigirnos a la terraza acompañados de un vino rosé. El momento me encantó por el ambiente: era de noche, la vista al río, por nuestra conversación y porque ella simplemente estaba radiante con su abrigo rosa y collar dorado. Además, su acento asiático/norteamericano me atraía pero no tanto como su manera de percibir la vida.

De pronto, ella comentó que estaba saliendo con otra persona y me preguntó si no había problema. Manifestó que estaba intentando ser sincera conmigo ya que estaba probando cómo le iba. Le respondí — no sorprendido — que no había problemas ya que me encontraba en la misma situación. Tan pronto sonó la campana a las once de la noche — anunciando el cierre del local — decidimos continuar nuestra noche en otro bar.

Sacamos los celulares y comenzamos a buscar bares cercanos que estuvieran abiertos, usualmente una o dos horas más. Nos tomamos de las manos, y simplemente decidimos salir a buscar cualquier lugar. Llegamos a uno que debía estar abierto pero nos llevamos una sorpresa al notar que estaba cerrado. Felizmente a pocas cuadras, había un hotel. “Con los hoteles no hay pierde, debe haber un bar abierto hasta tarde”, pensamos.

Minutos más tarde, nos abrirían la puerta para ingresar al bar del hotel, indicándonos que habían unas mesas disponibles. Por ser ‘tarde’ la mayoría de personas ahí presentes, mostraban claros signos de haber sobrepasado los límites de alcohol. Antes de decidir qué íbamos a tomar, le sugerí con una mirada pícara: “Hablemos con la pareja que está en esa mesa. Mira, con suerte nos invitan algo”. Ella se rio a carcajadas pero finalmente me siguió el juego. Agitamos las manos a modo de saludo. Nos vieron y correspondieron el saludo, acercándose a nosotros a preguntar si la estábamos pasando bien. Acto seguido, nos ofrecieron invitarnos unas copas. Realmente no estoy seguro si fue exactamente de esa manera pero quiero creer que así fue. Lo que sí estoy seguro es que para la segunda ronda mi amiga sugirió: “No vamos a pedir más a nadie, por algo tengo una tarjeta de crédito de Seúl. Así que yo te invito”.

Quarter Bar & Lounge.

A la mañana siguiente, ella se despedía y me deseaba suerte con mi viaje a Madrid. Quedamos en volver a vernos en dos semanas más.

¿Qué sucedió luego? Mientras estuve de viaje, la frecuencia e intensidad de sus mensajes se redujeron notoriamente. Era obvio que ella quería ir por otro camino, lo había notado incluso antes del viaje. Por lo que al volver, tampoco tomé la iniciativa para reencontrarnos. “A seguir”, pensé. Sin embargo, en retrospectiva, ella fue una de las personas con la que mejor la pasé y me entendí. ¿Por qué? Retrocedamos un poco en el tiempo.

El comienzo

La había conocido unas semanas atrás, en una de las tantas fiestas en mi universidad. Aquel día, luego del cierre del bar, decidimos ir a ‘Janet’s Bar’, a unos diez minutos caminando. Era un lugar peculiar por la decoración y por lo reducido del espacio, no más de seis metros cuadrados. Pero el lugar era efectivo por si se tratara de seguir conversando mientras se tomaba algo hasta altas horas de la noche. Luego de varias fotos y algunas cervezas, sentí atracción por una de las nuevas chicas del grupo. No sé realmente cómo sucedió pero mientras conversábamos parados y tomábamos nuestras bedidas, nuestras manos rozaron y comenzaron a juntarse con una peculiar naturalidad. Fue en ese momento donde sentí esa chispa, esa señal cuando te das cuenta que la atracción de ambos es correspondida.

Janet's Bar, South Kensington.

Quince minutos más tarde, nos invitaban a retirarnos del lugar. Todos en grupo, nos dirigimos a tomar el bus o el Uber. Dada la situación, decidí actuar con rapidez. Saqué el celular, y escribí un mensaje en el bloc de notas. Mientras caminábamos, le mostré la pregunta que había anotado. A lo que ella sonrió y aceptó con la cabeza. El mensaje decía así: “Wanna hang out tomorrow?”. Aún lo guardo en mi bloc de notas, lo escribí a las 12:55am de un sábado por la madrugada.

Llegué a mi casa, la agregué a Facebook y le pregunté si había llegado bien, poco antes de quedarme dormido. A la mañana siguiente, noté que aún no respondía, lo cual me pareció raro. Volví a ver el perfil y noté que, si bien era el mismo nombre, no se parecía a la chica que había conocido. Volví a buscar y caí en la cuenta de que había agregado a la persona equivocada.

Ya con el usuario correcto, ella felizmente me respondió. Luego de aclarar la situación, debatimos sobre ir a un rooftop, un bar o restaurante y si sería fácil conseguir mesa. Lo que me dijo a continuación me encantó: “Vayamos a cualquier bar, y si está lleno pues probamos en otro hasta encontrar el adecuado”. Fantástica actitud.

Acto seguido, me entraron dudas. Fue cuando ella preguntó si teníamos que llevar a alguien más o solo éramos los dos. “Fuck”, me dije. En ese momento, pensé que quizás yo había leído mal las señales de la noche anterior, por lo que mi entusiasmo disminuyó. Le respondí que realmente pensaba ir solo pero ella podía sentirse libre de invitar a alguien más, si así lo creía conveniente. Me respondió con un “Nah, let’s not make it big”. El entusiasmo regresó.

Ya en camino, noté que llegaría tarde, el tren para el cambio de línea se había retrasado. Le escribí rápidamente un mensaje, a lo que ella respondió: “Tell me when you get near. I’m going to be wandering around in Whole Foods”. Bajé en la estación de High Street Kensington y me dirigí hacia el bar el cual se encontraba muy cerca, a solo dos cuadras y daba al frontis lateral de mi ex trabajo, una consultora internacional. El lugar lo había visitado todo el verano, en días con alto y bajo tránsito, por lo que lo conocía a la perfección.

Caminé a paso acelerado hasta que a unos veinte metros del bar, llamó mi atención una chica parada afuera del bar. Aquí comenzaría lo interesante.

Continuará…

Lee la segunda parte aquí.

“Una buena conversación puede cambiar la dirección del cambio para siempre”.

Linda Lambert, autora de novelas.

¡Que tengas un buen día!

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