El poder del silencio

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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6 min readOct 4, 2021
Parque de Esculturas Gigantes — Cajamarca. Agosto 2021.

“El silencio es a veces la mejor respuesta”. Dalai Lama XIV.

Me mira a los ojos y con un susurro me comenta: “¿Deseas más?, están ricas”. Tomo los habas y las añado a mi desayuno. “¿Entonces iremos caminando?”, me pregunta. Le respondo afirmando con un movimiento de cabeza. En sus ojos, se nota el entusiasmo por emprender la caminata pero, a la vez, una tranquilidad y paz que lo transmitía con mucha facilidad.

Nos encontrábamos en una cocina en las montañas. Nos rodeaban una pared roja, otra azul y una amarilla, fabricadas de adobe. Un techo de madera, con un vitral que dejaba ver el cielo celeste. Una pequeña ventana por la cual se apreciaba la vista totalmente verde con un rebaño de vacas que mugían.

“¿Vamos?”, le pregunto. “Sí, ya estoy lista”, me responde. “Ok, dame cinco minutos”. Subo, alisto mi mochila, los lentes y me unto bloqueador solar. Tomo un sorbo de agua. Cierro mi cuarto con el candado que me dieron el primer día y bajo las escaleras de cemento.

“Listo, nos vamos”, alcancé a decirle en inglés. Se colocó un gorro con el diseño de un ojo en el medio, un chal amarillo y lentes oscuros. El dueño del lugar, un español, nos dijo con mucho entusiasmo que nos acompañaría hasta el inicio del camino.

Caminamos los tres con su perro. A paso ligero por momentos, a paso algo más acelerado por otros. Él nos comentaba que le había tomado casi tres meses poder aclimatarse a caminar de esa manera en la altura, a más de tres mil metros sobre el nivel del mar y en las montañas. “Es cuestión de que te acostumbres y camines. Vamos que no siempre es fácil”, nos dijo, brindándonos un ingrediente extra de motivación.

Al llegar al sendero, se despidió de nosotros indicando que desde ahí, solo teníamos que ir solo hacia arriba y luego de una hora y media llegaríamos a las estatuas de piedra. Nos despedimos y, ya mentalizados, comenzamos con nuestro trayecto.

Mi acompañante era de Rusia, había vivido más de diez años en California, USA y llegó al Perú a ‘encontrarse’ con ella misma. Quería resolver ciertos temas. Llevaba tres meses en Chachapoyas donde probó Ayahuasca por varias semanas. Bajó varios kilos de peso por la dieta y se encontraba lista para volver a subir. Cada bocado que daba, lo disfrutaba hasta el mínimo. Había dejado de probar de azúcares por lo que el chocolate caliente que tomó antes de salir, fue una inyección bastante fuerte de energías.

Los días previos habíamos conversado de distintos temas: alucinógenos, nuevas perspectivas de vida, la relación con su pareja, su estadía en Perú. Su tranquilidad, iba al ritmo del tono de sus palabras, de sus movimientos y con el momento en el que yo me encontraba: totalmente relajado. Por ese motivo, tuve una duda que planeaba planteárselo cuando se diera la ocasión.

Continuando la caminata. Por momentos parábamos para ver el escenario, que lucía de esta manera:

Camino de Puruay - Cajamarca. Agosto 2021.

Aquel escenario, nos permitía conectarnos con el momento pero también tomar aire y recuperar fuerzas. El camino era para nada fácil, considerando la altura y la inclinación. Cada sorbo de agua era necesario para continuar sin problemas. El sol caía directamente y junto con la brisa, nos daban mayor energía. Aquel instante solo me sacaba sonrisas. Estar ahí, en medio de la nada, caminando, ejercitando el cuerpo, absorbiendo vitamina D, disfrutando la vista, con una extranjera que transmitía mucha paz y buscando estar presente.

Por momentos, le hice diferentes preguntas para conocerla un poco más, incluso para evitar el silencio. Le interrogué incluso sobre cuánto tiempo más se quedaría en Perú. Sonriendo me dijo: “¿Por qué todos me preguntan eso?”. Atiné a responderle que quizás es una acto de cordialidad, que con esa información posiblemente podríamos recomendar algo que la beneficie. Entendí dos cosas con su repregunta. Una, que ‘it’s not my business’. Y la segunda, sobre la importancia de estar presente, de disfrutar el silencio y no caer en la tentación de siempre buscar una conversación.

El silencio nos permite conectarnos con lo que hacemos, con el momento, con lo que nos rodea. Nos permite recepcionar diferentes pensamientos, reflexionar y quizás luego liberarlos. La mente está en constante movimiento y estar presente nos ayuda a calmarla. Requiere práctica pero con el tiempo, se puede volver un hábito con muchos beneficios.

Luego de que ambos tomáramos un atajo, que nos ahorró media hora de caminata, llegamos al parque de esculturas de piedras. Nos tomamos fotos y videos. La caminata valió la pena. Pero yo aún tenía una duda por resolver. Decía resolverla en la cima, en una piedra solitaria que te permitía ver todo el valle.

Esperé que ella llegara. Y luego de tomar agua, fue cuando le pregunté, cuál es el propósito de la vida según su punto de vista. Se lo hice considerando que ella había vivido en diferentes países y había experimentado muchas maneras de percibir el día a día. Sonrió, se tomó varios segundos y me repreguntó. “¿Cuál es la respuesta para ti?”, me dijo. Le comenté que estaba en el proceso de búsqueda. Que justamente por eso inicié mi viaje. No estaba seguro si la respuesta se trataba de estar solo, de encontrarse con uno mismo o estar con más personas.

Finalmente ella me dio su respuesta. Aquella que tocó cada parte de mi cuerpo y mente. Respuesta que estuvo conectada con los dos libros que por aquel momento leía: sobre cómo se crean las emociones y la filosofía del Buda. Aquel donde el ‘yo’ no existe, donde el pasado y futuro solo fluyen sin realmente existir. Solo el presente, lo que vivimos y percibimos en este momento, es lo importante.

Me sugirió un par de actividades que debía realizar para obtener una respuesta más clara. Ya que finalmente depende de cómo cada persona comprende la vida. Todo fluye, va y viene. Como el mismo viento que sentíamos en el rostro. Como la arena que se levantaba y se movía de un lado a otro. Como las aves que pasaban por encima de nosotros tomando distintos rumbos. Como las miles de reacciones químicas que sucedían dentro de nuestros cuerpos. Como las hojas que caían de los árboles de eucalipto.

Decidimos retornar a nuestro hospedaje. La caminata esta vez fue distinta. Nos mantuvimos en silencio por más tiempo. Aquel tiempo que fue más valorado. Aquel momento donde el silencio nos permite conectarnos con nuestros pensamientos, tomarlos, reflexionar y luego dejarlos ir. Un silencio que se vuelve cómplice por las decisiones que tomaremos en el futuro. Aquellas decisiones que probablemente hubieran sido diferentes sin el silencio. Decisiones que finalmente nos llevarán a tomar caminos diferentes. Caminos que nos darán experiencias y, probablemente, más momentos de tranquilidad y felicidad.

¿Lista para dejar que todo fluya en silencio?

Cajamarca, agosto 2021.

“La vida, en el mejor de los casos, es un proceso fluido y cambiante en el que nada es fijo”. Carl R. Rogers, Psicólogo americano.

¡Que tengas un buen día!

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