Todo es posible

Jonathan Martell
Jonathan Martell
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7 min readDec 26, 2021
Evento de WeWork — Londres, octubre 2018.

“Debes encontrar el lugar dentro de ti donde nada es imposible”.

— Deepak K. Chopra, autor indio-americano.

— 18:53. Hey man. What you doing? Come to WeWork event. For free.

— 18:56. I’m in the art bar.

— 18:59 Free drinks man. Celebrities, Dj’s. It’s sick!

— 19:00 Haha until when?

— 19:01 1am. Come now.

— 19:05 Send me your location. Is that free?

— 19:10 Dude. Yes, I have a spare ticket. It’s an exclusive event. Surrey quays station. Free food and drinks. Call me. Printworks. You coming?

— 19:58 It’s 45 min!!

— 20:14 Come now. There’s a break.

— 20:38 Tell me more. Show me pictures. I’m leaving.

— 20:38 Dude, come.

— 20:39 Until 1am, sure?

— 20:30 See my story.

— 20:42 Heading there.

— 20:45 Dude Adam (WeWork CEO) is giving away 15k.

— 20:44 Waiting. I’m in South Ken.

— 20:44 Dude, just come. You are missing out.

— 21:10 Are you sure I can enter? I’m going to take the jubilee line.

— 21:15 Yes of course, I have a ticket.

— 21:25 I’m here.

— 21:32 Okay, coming in a bit. So many people.

— 21:42 It’s cold. Are you coming? If not, I’ll go to a bar near here.

— 21:47 Please wait, been in the queue for a drink. Going to get you a drink.

— 21:49 hahaha. It’s been 20 min man.

— 21:51 Dude wait.

Luego de varios minutos de espera, mi amigo Stephen, finalmente apareció. Mostró el ticket y pude ingresar sin problemas. Me abrazó con mucho fervor y me regaló una cerveza, específicamente una Corona. Se le notaba visiblemente emocionado. Con otro abrazo más, me dijo que era momento de comenzar a divertirnos.

Printworks, Londres. Octubre 2018.

El lugar era inmenso. La famosa empresa de coworking WeWork estaba dando una gran fiesta. Claro, a los años me enteré que había sido parte en una de esas fiestas donde tiraban ‘la casa por la ventana’.

El ambiente era bastante emotivo. La mayoría de personas tenían entre 25 y 35 años. Se notaba que muchos habían salido del trabajo para dirigirse directamente a la fiesta. Además, que ya habían bebido grandes cantidades de alcohol en las últimas horas. Aquella situación, tornaba al lugar esa dosis de adrenalina extra, de saber qué iba a pasar. “¿Qué sucederá hoy?”, pensé.

Printworks, Londres. Octubre 2018.

Stephen, me presentó a un par de amigos. ‘Cheers mate’, nos dijimos reiteradas veces para terminar con las cervezas que teníamos en las manos, para luego dirigirnos a otro stand a pedir más cerveza. Efectivamente, eran gratis. La música electrónica acompañaba el evento mientras los chicos y chicas paseaban muy alegres.

Stephen — quizás el mejor wingman que he conocido — comenzó a hablarle a las chicas que esperaban por una cerveza o a las que pasaban por ahí. Una de ellas, finalmente, le hizo caso. A unos metros, aprecié como — en tono coqueto — le pedía el número. Lo hacía tan natural que parecía muy fácil. Creo que su sonrisa y carisma, ayudaban a que se generara una conversación muy casual.

De pronto, levantó su mano y me llamó. Obediente, llegué e inmediatamente le dijo a ella: “Do you mind giving my friend a kiss? Just one”. Atiné a reírme por la sorpresa. Ella se veía espectacular: vestido corto, maquillaje perfecto para una fiesta, cabello lacio castaño y una linda sonrisa. Ella pareció no intimidarse y con una sonrisa se me acercó y cumplió con la propuesta de mi amigo. “Bye guys, have fun”, nos dijo con su acento británico, antes de retirarse y continuar con la fiesta. “This party is sick man”, alcancé a decirle a Stephen.

Minutos más tarde, al volver del baño, noté que mi amigo estaba con otra chica. “¡Lo volvió a hacer!”, pensé. Saludé, mientras ella nos comentaba que era de Hong Kong y que se encontraba ahí con un grupo de amigos. Ella con un vestido blanco, nos dijo que quería seguir tomando y disfrutar la música electrónica. Esperaba con ansias que ya saliera un famoso DJ (realmente, no recuerdo su nombre).

Printworks, Londres. Octubre 2018.

De pronto, muchos papeles blanco irrumpieron la pista. La música subió de volumen, las luces comenzaron a cambiar de forma y la fiesta estalló. Ella me propuso ir por más cerveza. Sin dudar, fui con ella. Fue ahí donde me comentó que su nombre era Alberta y que estudiaba en Goldsmith University.

Printworks, Londres. Octubre 2018.

Regresamos a la pista de baile. Con mucho papel en la cara y moviéndonos al ritmo de la música, nuestros rostros decidieron acercarse para crear un momento más íntimo. Aquel donde la unión de los labios húmedos crean un sinfín de sensaciones. “Woo-hoooo”, gritó ella mientras saltaba por la música. Me tomó de las manos y me llevó a otro stand. “Tengo que ir al baño, espérame acá”, me dijo. Le respondí que yo también iría pero que nos encontraríamos en ese punto.

Minutos después, volví al lugar pero ella no estaba. Pasaron los minutos y no regresaba. “¿Habrá sido una excusa para irse?”, pensé. Luego de esperar algunos minutos más, decidí moverme y buscarla por donde habíamos bailado. Sin suerte, regresé y fue ahí donde la encontré con sus amigos. “¿Ahora a dónde nos vamos?”, me dijo mientras se despedía de ellos.

Por la hora, la mayoría de pubs en Londres ya estaban cerrados. Le dije que si quería podíamos ir a mi residencia, que tenía cerveza y una bebida de Perú: pisco. Aceptó. Fuimos a recoger sus cosas del cloakroom. No encontré a Stephen por lo que asumí que ya lo vería al día siguiente.

Pedimos un Uber directo a mi residencia. De pronto, entró una llamada de Stephen. Pensé que sería mejor contestarle luego. En ese momento me encontraba entretenido con Alberta y no quería arruinar el momento. Para entonces, no tenía la más mínima idea que recordaría, por siempre, lo que iba a pasar un par de horas más tarde.

Ya en mi habitación, seguimos la celebración con unas cervezas y diferentes muestras de afecto físico. Ya en la madrugada, decidí ir al baño, salí de la habitación rápidamente pero al segundo recordé que había olvidado mi carné para abrir la puerta. Con los ojos abiertos y un grito, giré rápidamente para evitar que la puerta se cerrara. No lo logré. Quedé congelado. Estaba parado solo en boxer en el pasillo de mi residencia sin poder entrar a mi habitación. Comencé a tocar la puerta para que Alberta me escuchara y pudiera abrirme. No tuve éxito. Es más, alcancé a escuchar sus ronquidos. Aquellos que me quitaron la esperanza de que abriera los ojos.

“¿Qué hago?”, me pregunté. La única salida era ir a recepción y pedir un carné extra para abrir la puerta de mi habitación. Claro, pero tenía que cruzar toda la residencia en ropa interior, con frío, saludar sin que nada importara y sin que nadie me viera. ¿Suena fácil no? Pero en aquel momento me sentía avergonzado, con dudas si hacerlo o no.

Decidí caminar y buscar algo con qué abrigarme. Era casi imposible pero había que ser positivo. Me dirigía al buttery — a la cocina del primer piso — al que se podía acceder sin carné. No encontré nada. Hasta que antes de irme, increíblemente y para validar que nada es imposible — bajo la luz tenue de una de los focos — encontré una manta roja. ¿Qué hacía una manta ahí de la nada?, no lo sé pero fue un momento demasiado feliz para mí. ¡De película! Corrí por ella, me tapé y salí muy contento a recepción a pedir el carné.

Minutos después, me encontraba en mi habitación, echado, con una chica todavía roncando y ya abrigado. Con una sonrisa, me fui a dormir.

Al día siguiente, Alberta propuso darse una ducha en el baño de hombres que estaba al costado de mi cuarto. “Pero es de hombres”, le dije. En ese momento, ella me hizo recordar que estábamos en Londres, que no había espacio para la vergüenza, que estábamos en una ciudad donde todo era posible. Tan posible que hasta encontré una manta en medio de la noche, manta que devolví por la mañana y que nunca volví a encontrar en los dos años que viví ahí.

La acompañé a la estación de King’s Cross, luego de caminar de la mano mientras ella fumaba por la avenida Grays Inn Rd. Quedamos en volver a vernos si el destino nos juntaba. No fue así. Esa fue la última vez que la vi pero dejó recuerdos que quedaron en mí por siempre.

Noté que todo era posible pero realmente pienso que todo es posible no solo en una ciudad como Londres sino en el lugar donde nos encontremos ahora mismo. ¿Por qué no?

“Las posibilidades son numerosas una vez que decidimos actuar y no reaccionar”. George Bernard Shaw, dramaturgo irlandés.

Publico nuevas historias, todos los miércoles y domingos. Léelas aquí.

¡Que tengas un buen día!

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