Historia de un beso [“The Bells”, Juego de Tronos (8.5)]

“Come on, baby, light my fire”. Jim Morrison y sus versos sueltos deambulaban por Rocadragón mientras Jon Nieve y Daenerys Targaryen unían sus labios por última vez. Miedo en sus ojos, traición en sus lenguas. “The Bells”, penúltimo episodio de Juego de Tronos, es la historia de un beso que podía haber liberado un pueblo, pero que desencadena el odio, la ira y la venganza. La traición del hasta hace poco bastardo más famoso a su amada reina es el punto de inflexión en la trastornada ansia de poder de la Madre de Dragones. Despojada de su círculo de confianza, pues Missandei, Jorah Mormont y cía ya duermen el sueño de los justos, se siente vacía en su torre de marfil. No hay carisma, no hay amor, no hay calmante al sufrimiento. Está sola. Todo lo que se interponga entre el Trono de Hierro y ella arderá en llamas. Lo sabes, Jon Nieve, “our love becomes a funeral pyre”.

Antes de la quema, el olor a venganza se esparce en los diálogos de un episodio que navega a lomos del declive sentimental y mental de la ‘tía’ Targaryen. El poder blando, encarnado en una ausente Sansa Stark, se impone en Poniente frente a la sordidez de Cersei Lannister. En esa ecuación, Khaleesi no tiene protagonismo a pesar de ser la única con capacidad para derrotar a ‘la reina okupa’. Se siente traicionada y asediada por el viento a favor que sopla para la Casa Stark. Por eso, ante la falta de lealtad, impone la desproporción. El mejor ejemplo es Lord Varys, ejecutado a fuego por intentar sembrar algo de sentido común antes de que Desembarco del Rey sucumba al aliento de Drogon. Es en este punto donde se cierne quizá una de las sombras de la temporada: chirría que próceres de las intrigas palaciegas y el desencuentro como el propio Varys o Tyrion Lannister se preocupen por la suerte de los habitantes de la capital de Poniente ante un posible ataque. Una lamentable excusa infectada de sarnoso buenismo que contagia el episodio de dudas y que lanza un debate: ¿era necesario algún que otro episodio más en esta octava temporada para desarrollar y redondear algunas tramas y personajes? Da la sensación de que la cosecha de las últimas tramas, de haber seguido los usos y costumbres de la saga, hubiera dado un gran reserva en lugar del crianza que se está disfrutando esta primavera.

De lo que no anda huérfana esta última entrega es de secuencias impactantes. La locura genética de los Targaryen deviene en una hecatombe para Desembarco del Rey. Daenerys convierte la ciudad en un Dresde del realismo mágico. Ni el tañido de las campanas en señal de rendición serena su sed de venganza. Perpetra un crimen de guerra al incendiar y carbonizar todo lo que le place ante la incomprensible y pasiva actitud de Cersei Lannister. Un sangriento espectáculo. Porque Miguel Sapochnik lo ha vuelto a hacer. El responsable de los episodios con las mejores contiendas bélicas de la saga — ”La batalla de los bastardos” y “La larga noche”, entre otros — , cambia de registro en esta ocasión y propone una orgía de fuego, sangre y devastación. “The Bells” deja en un segundo plano la batalla épica para profundizar en la epidermis del drama, el caos y el horror antes, durante y después de un bombardeo. En este caso, un bombardeo de fuego de dragón. Al hacinamiento habitual en sus refriegas, Sapochnik suma veloces primeros planos de miembros despedazados, carne chamuscada, sucios linchamientos o intentos de violación. Porque en Desembarco del Rey no huele a napalm por la mañana, apesta a cenizas de fuego valyrio y aliento de dragón. Huele a derrota.

“The Bells” supone la despedida de dos parejas de hermanos, distantes en tamaño y poder, que sucumben en el ocaso de la Fortaleza Roja. Un sutil contraste. Para empezar, en un rescoldo de este festival de ira y llamas, acontece el deseado ‘Cleganebowl’, uséase el duelo final entre los hermanos Clegane, el Perro y la Montaña. Sandor versus Gregor. Dos bestias que son yonquis de la analgesia se abren en carne y vísceras en una confrontación titánica. Pero una batalla entre dos monstruos invencibles solo puede acabar de una manera: en tablas. Y eso es sinónimo de muerte. Épico, espectacular y agónico desenlace para la fuerza bruta de la saga. Y, a escasos metros, Jaime y Cersei, como buenos Lannister, pagan su deuda con todas las vidas que han frustrado. Los dos hermanos, muñidores de intrigas y traiciones, llegan juntos a su hora final en las entrañas de Desembarco del Rey. Brillante truco narrativo el hecho de permitir que la cruel y despiadada Reina de Poniente se deshaga en llanto aterrorizada y expire abrazada a su gran amor, herido de muerte por un agonizante Euron. No habrá paz para los malvados, pero sí amor eterno.

Hasta este penúltimo episodio, D.B. Weiss y David Benioff han cerrado líneas argumentales y dado respuesta a casi todas las preguntas que han sembrado los personajes durante estas ocho temporadas, cuestiones que también han lanzado los seguidores de la serie en la caja de resonancia que son las redes sociales. Otra cosa es que las réplicas hayan gustado a todos, que los ‘buenos’ salgan victoriosos en su resolución y la trama desfile por el camino de la victoria y el final feliz. No se incurre en spoiler al asegurar que Juego de Tronos pone al espectador frente al espejo y le empuja a la contradicción. No siempre ganan los ‘buenos’ y eso no necesariamente rebaja la calidad y la grandeza de una obra cultural. Porque, ¿es posible ser seguidor del Real Madrid y reconocer que Messi es probablemente el mejor futbolista sobre la faz de la Tierra?, ¿es realista ser de izquierdas y agradecer una bajada de impuestos?, ¿es factible ser un purista del cante jondo y gozar con las canciones de Rosalía?

Queda un último episodio de esta saga que ha dejado con “The Bells” un amargo sabor en boca de muchos seguidores de la serie. Pero hay luz entre las cenizas. Cabalga a lomos de un caballo blanco, símbolo de la esperanza en el final de los tiempos. Lo monta la menor de los Stark. “Come on, Arya, light my fire”.

En episodios anteriores…

La cruz de la misma moneda [“The Last of the Starks”, Juego de Tronos (8.4)]

Nessun dorma [“The Long Night”, Juego de Tronos (8.3)]

Mañana en la batalla acuérdate de mí [“A Knight of the Seven Kingdoms”, Juego de Tronos (8.2)]

El demiurgo en el diván [“Winterfell”, Juego de Tronos (8.1) ]

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